viernes, 15 de mayo de 2020

Huir

-Citomegalovirus - dijo el médico.
Tuvo que repetirlo dos veces para entender quién o qué era el responsable de casi un mes y medio de fiebre.
-¿Y ahora? - pregunté con un hilo de voz
-¿Ahora?  Bueno, tiene que poner de su parte. Acá en el hospital lo controlamos, pero es su cuerpo el que tiene que hacer su trabajo -replicó el galeno.
- O sea - pensé - ¡Estoy frito! Yo que no me quiero ir y ellos que no pueden hacer nada.
Finalmente, después de dos semanas, luché y, gracias a una promesa (que ahora creo que fue más producto de la culpa que de mis ganas de solucionar algo), me recuperé. 
Sin embargo, mi matrimonio siguió como siempre, herido de muerte.


-I-
Varias veces, a lo largo de mi vida, he sentido las ganas de que "todo se acabe" o quizás, siendo iluso o cobarde, de que algo maravilloso suceda y se me "libre de todo mal". Las ocasiones en las que se me cruzaron por la cabeza tamañas tonterías han sido muchas: La primera que recuerdo era de cuando era adolescente pequeño y sacaba una mala nota. Cuando enseñaba mi libreta de notas a mis papás me decía "trágame tierra". Las otras (las peores) eran las veces en que a "él" se le ocurría tirarme al suelo y me forzaba a darle besos en la boca. Yo solo rogaba que todo terminara rápido y me dejara en paz.
Años después, debido a las responsabilidades que tocaron abruptamente a mi puerta, el deseo de huir se hizo más fuerte. Mi vida había quedado limitada al "deber ser" y "hacer lo correcto".

Curiosamente, fue el trabajo el que resultó ser mi aliado, mi refugio, y por qué no decirlo, la herramienta que utilicé para escapar y seguir adelante.

Alguna vez alguien me dijo: "¡Cuidado con usar el trabajo y menos a sus alumnos para esconderse de sus problemas!". He de reconocer que algunas veces lo hice, "usé" mis obligaciones para huir de la realidad, tener algo de equilibrio y sentirme útil, productivo, menos "equivocado".

-II-
Esa tarde, después de meditarlo y de enfrentar mis dudas, había decidido que debía dar "el gran paso": Tras vivir juntos algunos años juntos como familia, creí que había logrado cierto equilibrio entre mis sentimientos, las funciones que cumplía como papá y las exigencias del trabajo. Por eso, mientras subía por las escaleras hacia el pequeño departamento que arrendábamos en el cuarto piso de un modesto edificio, algo me decía que era posible "formalizar" mi relación. Estaba dispuesto a que la unión de "ella" y yo fuera bendecida por Dios. Nunca imaginé que, al acercarme al pasadizo, cerca de la puerta, el olor a tabaco fuera el anuncio de algo que "ella" había estado pensando. 

Al abrir la puerta del depa. estaba "ella", sentada en la cabecera de la mesa, todavía con el traje sastre que usaba desde que empezó a trabajar como asistenta personal de un adinerado empresario; fumando.

Ingenuo, terminé de dar mi discurso y su "no" fue claro y rotundo. Es más, desde esa misma noche tuve de dormir solo.

"Ella" dijo que ya no me quería.

Desde ese día, las cosas cambiaron; aunque vivíamos en el mismo lugar, "ella" empezó a tener una vida más independiente, trabajaba con ahínco y, algunas veces, llegaba, comía algo, se arreglaba y volvía a salir.

-III-
Durante semanas fue lo mismo: daba clases y a eso de la cuarta o quinta hora, la fiebre subía. Tomara lo que tomara, la calentura era inevitable.

En casa, ni "ella" ni mis hijas sabían lo que me pasaba. Yo trataba de cumplir mi rutina de siempre: salía a trabajar muy temprano, llegaba a la escuela, entraba a mi aula y esperaba a mis alumnos. Encontraba en ello sosiego, un poco de paz y ánimo.

Digamos que, como siempre, me sentía bien con mis chicos, lo malo es que mi cuerpo no respondía de la misma manera. Tenía una nueva tarea: cada día, cuando la fiebre subía, iba al Departamento Médico del colegio, descansaba y esperaba que la medicina hiciese efecto para regresar al salón y terminar las clases que me faltaran.

Como ya iba por la tercera semana de aquello, un viernes, la doc (la de frutal nombre), me dijo que me llevaría a casa.

¡Me engañó! Ya en su carro nos dirigimos a una farmacia donde compró lo esencial para el aseo y de allí a un bazar para comprar un pijama. Así, sin consultarme, me llevó al Hospital Edgardo Rebagliati.
Si no conocen el servicio de "Emergencia" del Rebagliati, solo diré que la experiencia de estar allí es inolvidable.

En el mejor de los casos, es posible conseguir una silla de ruedas estacionada en un pasadizo, a la espera de que el médico de turno o alguna enfermera que te "monitoree".

-III-
Como la fiebre no cedía; tras 04 horas (y gracias a las gestiones de mi amiga, "la doc") me "subieron a piso": el 10.

Ya instalado, me tuve que acostumbrar a nuevos rituales que acepté resignado.

Temprano por la mañana, eran las visitas en las que me hacían las mismas preguntas: desde la clásica sobtre en qué trabajaba; seguidas de otras como a qué lugares había viajado últimamente, o si había comido tal o cual comida.

Generalmente, eran los estudiantes de medicina los más afanosos y nom perdían la ocasión de hacer las preguntas más rebuscadas.

Pronto me habitué a los interrogatorios y a que me revisaran a su gusto. ¡Total, andaba casi siempre  medio aturdido por la fiebre!

-IV-
Tres días después se presentaron mis padres. Los médicos aprovecharon en ponerlos al día sobre sus presunciones. Obviamente, casi todas erradas.

Dos semanas después, vino "ella"

-V-
El primer reencuentro fue penoso. Casi no pude hablar. Solo la miré y esperaba que "ella" me dijera algo. Sin embargo, fiel a su forma de ser, no me dijo nada. Solo se sentó al pie de la cama y de vez en cuando su mirada se perdía mirando por la ventana del cuarto.

Llegó el  mes y una semana. Decidí que era yo quien tenía que decirle algo.

Pedí que la llamaran y "ella" regresó. Entonces, de la mejor manera que pude, traté de buscar las palabras precisas para explicarle lo que sentía y lo que quería. Le pedí perdón y le rogué que aceptara "intentarlo otra vez".
Ahora que pienso en ese momento, no sé si era consciente de lo que estaba haciendo. En realidad, la estaba presionando.

Ahí estaba yo, tomando su mano y ella no sabiendo si sostenerla o soltarla e irse sin decir nada.

Finalmente, sin mirarme, dijo:

-Está bien, pero solo con una condición.

-Sí, ¿cuál?
-Que no me preguntes nada.

-VI-
Milagrosamente, a los pocos días firmaba algo así como una "exoneración de responsabilidad". Yo mismo me di de alta y me preparé para regresar a "casa".  Nadie me recogió. Maleta en mano, tomé las 32 y me fui.

Todo pintaba mal, ¡pero no lo vi!

-VII-
Años más tarde me di cuenta de que, en vez de ir tras algo, había seguía huyendo.

En realidad, mi insistencia hizo que albergara esperanzas en base a una promesa forzada. Eso hizo que, tiempo después, por más que tratara, ni siquiera yo mismo pudiera huir de mí mismo y de mis decisiones...


domingo, 3 de mayo de 2020

Xime

Xime es blanca, menuda y suave que se diría toda de algodón…

La frase resonó en mis oídos aquella mañana al despertar. Fue justo al amanecer de una noche en que no hablamos. Y, aun cuando no tenía ningún sentido (salvo alguna remembranza “juanramónjiimeniana”); me hizo pensar en cuánto puedes aprender a conocer a una persona, solo escuchándola.
 

Xime, desde mi recuerdo…
Es blanca, con finas capas de emociones y ojos que las delatan.
Es, aunque no lo sepa, dulce y sensible… Y en eso, sí parece de algodón.
Xime va por el día…
Entre inquieta como una ardilla, y distraída como una flor.
Entre yendo y viniendo, como olas en una playa, y, a veces, como vendaval en la tempestad.
Y es que Xime es…
Explosión y calma, ¡todo en un instante!
Ternura y candor, más aún, cuando su voz se pierde en el silencio.
Y, aunque con Xime…
Sé que andamos por caminos separados…
Pareciera que es la mejor amiga que esta tormenta me pudo regalar.
Y ya ves, Xime: Sin drama, ¿eh?
(Y hasta cuando sea posible).
Post data post pandemia:
Hoy sé que todo fue un espejismo. Que como dicen, uno cree lo que quiere creer. 

sábado, 28 de marzo de 2020

Confesión

Habían pasado muchos años de andar "buscando respuestas".
En mi "Getsemaní" hube de sufrir un tiempo para por fin escucharlo...
Nadie estaba orando allí conmigo.
Fui así que lo acepté.
(febrero de 2009)

-De retiro-
Aquella mañana, muy temprano, sentado al fondo de la iglesia, no me atreví siquiera a mirarlo. Ya no sentía nada en realidad. Había llorado mucho la noche anterior.
De pronto, sentí "su voz" que me hablaba; y, extraño como suena, el mensaje ya la revelación no vino de fuera, sino desde dentro de mí:
Creo en ti y te espero -dijo
Entonces comprendí, me levanté, y volví a caminar.

-Estudiando-
Era un curso de psicoterapia que giraba alrededor del Existencialismo. Estaba a cargo de la profesora Luisa E-F, una mujer muy inteligente, guapa, culta y atea declarada.

Una vez, mientras estudiábamos a Kierkegaard, pidió a los alumnos que contáramos alguna vivencia que nos haya resultado especial en nuestra vida. Yo, no sé por qué, compartí lo que relaté antes.
Una vez que terminé, no imaginé que Luisa, mirándome por encima de la montura de sus anteojos diera: Caray, ¡debes sentirte afortunado! Muy poca gente experimenta algo así en su vida. Ese "alguien" que habló no eras tú, obviamente... Como mencioné, el hombre es una síntesis de cuerpo y alma. A través del cuerpo y el alma las personas pueden descubrir las posibilidades y las limitaciones de su propia existencia. La voz que escuchaste era algo muy fuerte, algo así como la evidencia de que es posible el encuentro de una persona con la trascendencia...

No supe esperaba una respuesta así, ¡menos viniendo de ella!

Me sentí contento de haber hablado.

-Aislado-
Han pasado varios años de esos eventos y veo mi vida desde otra perspectiva: siento que no hay nada como la salud y la libertad, siento que es bueno ser más o menos juicioso sin llegar a la exageración, siento que hay que procurar estar alerta a lo que sucede alrededor y más que nada, es importante tartar de no perderse de uno mismo en el intento.
Hoy, cuando el temor ha hecho evidente nuestra fragilidad como seres humanos y nos vemos obligados a renunciar a nuestras rutinas y placeres más sencillos; hoy, cuando cuestionamos lo que muchos tenían definido como un "plan de vida"; hoy, cuando abierta o veladamente clamamos al Cielo por un milagro.
Finalmente, hoy, en medio de la locura del aislamiento y el "trabajo remoto", siento que es tiempo para detenerme y tratar de reconectarme con "esa voz", esa que antaño me habló. Es momento de pedir por las personas que amo, que me importan y por la humanidad entera; pero más que nada, es momento de ser agradecido por las cosas que viví y añorar, por qué no, las que no viví.

¡Probablemente no haya más opción!

Nota:
A falta de una canción con letra profunda u otra más obvia como "Cómo no creer en Dios"; dejo, "Life is life" de Opus, una canción ochentera, bailable, que habla de la "fuerza" en la vida; esa que, hoy por hoy, está muy vapuleada.

Xime, que dice que "es vida", quizá comprenda más y me sugiera una mejor.

jueves, 26 de marzo de 2020

Goodbye my love!

Después de lo que estamos viviendo, muchas cosas van a cambiar. ¡De hecho que sí! 
Desde la forma de relacionarnos y la etiqueta social, hasta esa peregrina idea de que los seres humanos somos cuasi invulnerables y dueños de nuestro destino.
(Taras de una sociedad postmoderna).

En cuanto a cosas más prosaicas, quizá algo que lamentaría sobremanera, es que los efectos de la pandemia signifiquen el golpe de gracia para los cines.

Pensando en eso, volví sobre este texto que empecé hace dos años y relata un episodio simple de mi "amor" por el cine.


¿Parece como que vas a llorar??? -dijo Cleo extrañada.

Tuve que desviar la mirada pues me sentí descubierto. ¡Era verdad! Me sentía mal porque había llegado temprano y tuve que esperarla. Habíamos quedado en ir a la función de las seis y media. ¡Eran las 6:35 y estábamos en la cola para comprar una botella de agua!

Ir al cine es un para mí más que un buen hábito o un simple entretenimiento. Es un legado, un rito sencillo que aprendí a valorar gracias a mi padre. Anécdotas relacionadas con el cine, tengo muchas y las guardo en mi memoria desde muy pequeño.

Por eso, cuando Cleo llegó tarde...

¡Cómo decirle que, de entre mis pocos placeres, el cine era uno de los más importantes!
¡Cómo decirle que me sentía triste de no poder estar en la sala cuando las luces se apagaran!
¡Cómo decirle que sí me importa ver una película completa!

¡Como contarle que antaño se podía escuchar música de Fausto Papetti, Mantovani o Paul Mauriat antes de que se corrieran las cortinas y empezara la proyección!
¡Cómo contarle que al inicio de los setenta teníamos que soplarnos un corto propagandístico del gobierno miliar o, si tenías suerte, podías disfrutar de dibujos animados de Warner o Disney previos a la película!
¡Cómo contarle qué sucedía cuando la película, de lo gastada que estaba, se rompía y dejaba la pantalla en blanco!

¡Cómo explicarle que las películas podían retacearse ya sea por el desgaste o por la censura!
¡Cómo explicarle que una función se podía cancelar si no llegaba un rollo de los 8 o 10 que la formaban una película!
¡Cómo explicarle que una proyección podría ser pésima cuando los carbones del proyector se gastaban o que la cinta estuviese tan rayada y trajinada que verla resultaba un suplicio!


¡Como hacerle entender que en la cabinas de proyección podía haber más de un proyector y se sabía que tenían que cambiar de proyector cuando aparecía un circulo pequeño proyectado en la parte superior derecha de la pantalla!
¡Cómo hacerle entender que hoy las películas como tales, ya no existen; como tampoco existen los cines de una sola sala y miles de espectadores; ¡menos las clásicas funciones de matinée, vermouth y noche!
¡Cómo hacerle entender que las películas podían estar en cartelera de 10 a 12 semanas, primero en cines de estreno y luego en los de barrio!

Aunque, igual que las salas de antes, el cine de mi niñez y mi juventud tampoco existe, pero algo de la magia se mantiene.

Por eso, amo el cine, ¡el buen cine!
E igual: ¡amo llegar temprano y ver la película completa!

¡Cómo podía ella entender!
Y hoy:
¡Cómo entender que le podría decir adiós a "mi amor"!


lunes, 23 de marzo de 2020

Si fuera siempre hoy

En tiempos medio apocalípticos, hay quienes buscan reconciliarse, acercarse o simplemente buscar y conectarse con aquellas personas con quien sienten que quedó algo inconcluso, algo no dicho, o quizás algo nuevo por decir.

Ese no es mi caso. 
Debo ser respetuoso con ella.
Si bien la recuerdo, siento que lo que tenía que decir ya lo dije. Sin embargo, como si fueran dos caras de una misma moneda, quiero dejar constancia de dos escritos del mismo año: uno, de cuando yo mismo no sabía lo que se estaba gestando en mi corazón y otro, de cuando era evidente que los sentimientos, aun siendo sinceros, no tenían futuro.

Febrero (En medio de una clase de "Literacidad", sin ella)


Si fuera..
Si fuera tu camino, sería el más largo.
Si fuera tu compañero, tu aroma.
Si fuera un deseo, sería el más oculto.
Si fuera yo, sería contigo
(28.03)

Noviembre (En medio de día bueno, con ella)


Siempre (microrrelato)
Por más que luchó por evitarlo, las lágrimas saltaban de sus ojos.
La tristeza, implacable, había terminado por abrasarlo.
¿Quién te hizo tanto daño? - preguntó.
Sin querer, sus ojos se detuvieron en su brazo y en el tatuaje que decía: "Siempre es hoy".
A pesar de que antes ella había tratado de explicarle lo qué significaba la frase para ella; de pronto, esta tuvo otro sentido para él.
¡Y lloró!
(23.11)

domingo, 22 de marzo de 2020

No es el fin, pero...

Quizá no es la mejor película pera ver en la cuarentena, pero tengo a quién culpar. Su indicación fue simple: "Ahora no tienes excusa para no grabar en un disco todos esos DVD que guardas. Ten lista una bolsa para mandarlos a reciclaje después". 

Poco a poco la bolsa va quedando lista, pero mis emociones no.
Durante esta semana de distanciamiento social he recibido mensajes de todo tipo; desde informativos, alarmistas, ingeniosos u otros que rayan en el humor negro. La mayoría, sin embargo, han sido de esperanza, de aliento, de confianza en Dios y en la Providencia. Lo curioso es que en ninguno de ellos ha aparecido las palabras temor o incertidumbre. Aunque, estoy casi seguro, de que ambas emociones están allí.
"Buscando un amigo para el fin del mundo" es para muchos una película olvidable. La casualidad ha querido que la regrese a ella en lo que parece será un largo periodo de soledad.

Así, hoy la he vuelto a ver con ojos de miedo.

La historia es simple: un asteroide de 112 km caerá sobre la Tierra en tres semanas y eso significará el final de la humanidad. En ese contexto Dodge conocerá a Penny.
Hacia el final de la película dos escenas resultan conmovedoras:

La primera, cuando Dodge, junto a Penny, va a buscar a su padre quien lo abandonó de niño.

El fondo musical de "The air that I breath" de The Hollies acompaña la escena del reencuentro y también la confesión  de Dodge a Penny: "Eres el amor de mi vida".

La segunda, que termina su corta historia juntos, llega el final de todo, ¡literalmente! 
Penny: Solo quiero estar contigo.
Dodge: Y yo también contigo.
Penny: Sin ti no podría vivir, no importa hasta cuándo.
(...)
Penny: ¿Qué hacemos ahora?
Dodge: Solo quiero estar contigo, quiero estar hablando contigo.
(...)
Penny: ¿Sobre qué quieres hablar?
Dodge: ¿Dónde creciste?
Penny: Nací en Surrey... Toda mi familia es de allí... y, mi mamá fue periodista antes de su matrimonio. Nunca pelearon o nunca los oí pelear. Charlie es el mayor, después Benny y después yo. Y, tenía una hermana, pero al nacer murió. Aún pienso en ella.
(Se escucha una explosión, probablemente el primer impacto del asteroide sobre la Tierra.)
Penny: ¡Oh, Dios!
Dodge: ¿Cuál era su nombre? ¿Cuál era el nombre de ella?
Penny: Patricia... Patricia Hope Lockhart
Dodge: ¡Qué hermoso! Es un nombre hermoso.
(...)
Penny: ¡Ojalá te hubiera conocido hace mucho! ¡Cuando niños!
Dodge: No habría pasado de otra manera. Tenía que pasar ahora.
Penny: Pero es poco tiempo...
Dodge: Nunca habría sido suficiente.
(Una nueva explosión)
Penny: ¡Tengo miedo!
Dodge: Yo... estoy muy enamorado de ti, Penny. Eres lo que más quiero en el mundo entero.
Penny: ¡Creí que nos salvaríamos uno al otro!
Dodge: Así fue.... Penny, estoy feliz de haberte conocido.

(Un fuerte destello detrás de Penny termina por iluminarlo todo.)

Es bueno valorar tu vida, la de un otro.
Pocos, sin embargo, tienen la oportunidad de valorar su vida junto a un otro.

domingo, 1 de marzo de 2020

Por ellas (un sueño)

Alguna vez pensó que estos posts eran como mensajes en una botella, una forma de dejar algo de él para ellas. 
Hoy, se dio cuenta que se habían convertido en una suerte de "salvavidas" para seguir adelante con su realidad.
 Curiosamente, hoy escribiría sobre un sueño, uno que  fue muy vívido y ocurrió días antes del inicio de su final.
-I-
Desde la ventana del edificio miraba el horizonte. Era una vista hermosa. De pronto algo le llamó la atención: Decenas de sombras nadaban hacia la playa. ¿Eran delfines? ¿Qué hacían nadando hacia la orilla? De pronto, su lógica funcionó. ¡Están huyendo! ¡Había que salir de allí!

Llamó a una de las gemelas que jugaba con su sobrina. ¡Hay que salir! - le dijo.  Por alguna razón, al mirar a su padre, ella entendió. Fuera de la habitación se percibía un ruido sordo que fue muy claro al abrir la puerta: gritos y llanto de decenas de personas que corrían escaleras abajo.

-¡El mar se está retirando! - decían. 

-¡Avisa a tus hermana! ¡Yo aviso a la pequeña!

Desesperado, bajaba el hombre, con una mano sujetando a su nieta, y con la otra procuraba escribir un mensaje con su celular, sin mayor éxito.

-¡Ya viene, papá! ¡Mi hermana está abajo! ¡Está abajo!! ¡No la sueltes!!! ¡Agárrala bien! Sentía que su pedido era un pedido de angustia y una llamada de atención, pues él no se resignaba: Quería contactar a la más pequeña.

-¡Papá, no la sueltes!! ¡Dásela a su mamá!!! Fue lo último que escuchó al llegar al primer piso. Tras eso no hubo sonido alguno. Por alguna razón todo quedó en absoluto silencio... no gritos, no ruidos. ¡Nada!

Miró hacia atrás y solo había rostros desencajados, personas que corrían, pero ¡ya veía no a su hija! Se detuvo, a pesar de los empujones. ¿Dónde estás? -se preguntó. Entonces, un fuerte tirón del brazo lo sacó de su repentino letargo. Vio a su nieta que señalaba a alguien mientras decía algo y entendió: ¡Su mamá estaba al fondo del corredor!

-¡Quería escuchar y nada! ¿Qué pasa? ¡Mi hija!!! Otro tirón más fuerte lo llevó a mirar de nuevo los ojos grandes y medio achinados de su nieta, esos que siempre le recordaban a su exesposa. Tenía que seguir y mientras cargaba a la niña, su cerebro explotó, ¡ya había perdido a dos de sus hijas! ¡Había que salvar a una al menos!

Frente a él su otra hija luchaba por acercarse, empujando, gritando; pero en un instante quedó oculta tras una violenta corriente de agua que súbitamente ingresó atravesando de lado a lado el corredor. 

El hombre solo atinó a abrazar con fuerza a ese único ser que tenía algún sentido para él, a la única persona que lo mantenía con vida o que lo acompañaba a la oscuridad.

-II-
A diferencia de otras ocasiones en que olvidaba un sueño; esta vez, aún después de varios días pensaba en él, más cuando estaba con sus hijas. En los últimos meses, en medio de la enfermedad, ellas se habían acercado más a él y, sin esperarlo, redescubrió algo que hasta ese tiempo estaba como oculto o medio desdibujado: ¡sus hijas lo querían de verdad!

Mirándolas ahora, pensaba que todo había sido bueno, aun saber que lo que quedaba era tan solo arribar, con algún donaire, al final de su vida; y qué mejor sintiendo el amor más real y desinteresado.

¡Eso era bueno!

jueves, 27 de febrero de 2020

Nosotros que...

Hay historias que, aun siendo hermosas, vienen de antemano destinadas al fracaso.
Quizás esta es una de ellas.


Un día "x" meses antes del final...
No sabes cómo soy cuando me molesto - dijo Mimi
Umm, creo que sí, una vez te vi molesta. - repliqué
¡Nooooo! ¡No lo sabes! ¡No lo sabes, ni lo querrás saber! - contestó ella, mientras hacía aquel gracioso mohín que tanto me gustaba. Ese que completaba su bella sonrisa, el movimiento de su nariz "de pituca" y el hoyuelo que asomaba en una sus mejillas. En momentos como ese, mi cerebro "se apagaba", el universo parecía estar en armonía conmigo y nada me preocupaba, menos la "gran pregunta" que de vez en cuando me solía atormentar: ¿Qué hacía una chica como ella andando con un tipo como yo?

Mimi solía zanjar el tema diciendo que ese era mi "rollo" no el suyo.

Hoy, a casi dos meses después de aquel día...
De pronto, llegué a la conclusión que, para variar, Mimi había tenido razón en eso de nunca haberla visto realmente molesta.

Ciertamente, nunca la había visto así; y quizás de manera casi inconsciente, había forzado las cosas para que fuese ella quien me alejara, me dejara fuera de su vida y "cerrara por dentro" la puerta de una relación que nunca había terminado de creer que en realidad existía... al menos no, de la manera en que Mimi la quería entender.

-No te la crees y NUNCA TE LA VAS A CREER!!!- me había escrito muchas veces cuando después de  mucho cavilar y rumiar mis pensamientos, emergía el "drama boy" que llevo dentro y le enviaba extensos mensajes por Whatsapp que buscaban que Mimi se diera cuenta de "la realidad", que reaccionara y evaluara por qué me dedicaba tiempo, por qué me escuchaba, por qué le interesaba lo que pensaba, por qué aguantaba mis quejas, por qué sentía que estaba allí para mí; y, más aún, ¡por qué tanto cariño y paciencia conmigo!

¿Es que era un tonto? ¿Es que simplemente no podía disfrutar de lo que la vida me daba? Quizás sí, pero no podía olvidar aquella tarde de verano cuando, entre lágrimas, Mimi abrió su corazón y me contó sus temores y también deseos. El más preciado de todos era que Mimi, la melosa, y de lejos la mujer cálida que he conocido, ¡deseaba ser mamá!

Ayer, antes de aquel lunes 30...
El año terminaba muy mal. Una operación había sido el penoso colofón de meses de medicinas, gastos innecesarios y tratamientos inútiles. La gran paradoja era que, gracias a Mimi, mi vida se había llenado de espacios de confianza, de ganas de arriesgar, de muchísima tranquilidad.

Ahora entiendo que lo que vivía era como una delicada burbuja de algo parecido a la "felicidad", inmersa en de un mar de estrés, el mismo que terminó por enfermarme.

Aunque vivir dentro de aquella burbuja no era del todo "malo", sobre todo los domingos por la mañana, despertaba atacado brutalmente por "la realidad" y escribía esos largos mensajes que buscaban que Mimi recapacitara, que no dejara de lado sus  sueños y, dicho de manera más clara, que no renunciara a la oportunidad que yo no podía darle.

Fuera porque mis mensajes eran confusos, o porque Mimi simplemente no quería entenderlos pues era inmune al drama; casi siempre su respuesta me dejaba sin argumentos: Decía que entendía todo, pero que me quería.

Hoy, más cerca de los "2 meses después" y hace una semana...
La última conversación con Mimi fue lo más parecido a un camino sinuoso y pesado, lleno de polvareda y harto calor. 

Para variar, había vuelto a mi discurso que buscaba convencerla de todos los "en contra" que tenía conmigo: desde darme su tiempo, hasta que entendiera que era tan solo un lastre en su camino, una pared que la separaba de la oportunidad de lograr sus deseos. Fue en medio de esa conversación cuando, como en las películas, la trama dio un giro inesperado y Mimi escribió:
-No hagas eso otra vez!!!
-Vuelves con lo mismo...
-Te leo y creo que eres tú el que quiere que sea yo quien te borre, que te olvide...
- Pues si eso quieres, ¡ESO HARÉ!!!

¡Y lo cumplió! En pocos segundos su foto de perfil cambió por un icono gris...
¡Mimi había desaparecido!

Solo algunos días después, comprendí que fui yo quien lo provoqué y que (otra vez) Mimi había acertado pues, aunque me consolaba tontamente repitiéndome que "era lo que tenía que pasar", y que "era lo justo para ella"; en realidad había sido una forma triste de perder algo (o a alguien) que era bueno para mí...

Hoy, más cerca de los "2 meses después"...
En medio de una reunión de inicio del año escolar, sonó la alarma de mensajes del celular. Lo vi pero no pude responder. ¡Era Mimi!

Solo después de liberarme del yugo del trabajo, intenté escribir, pero fue en vano. ¡Otra vez estaba bloqueado!

Si en medio del dolor debo rescatar algo, no es solo valorar lo buena mujer que era Mimi, sino que, con su infinita paciencia hizo que me volviera a atrever a construir un espacio de confianza con alguien. ¡Algo que aún ahora me resulta difícil de creer!

Y es que confiar es un oficio peligroso (de hecho, ambos lo sabíamos), y eso hace que ahora que no está, me sienta incapaz de imaginar que pueda volver a hacer eso con otra persona.

Por otro lado, hace que me duela mucho más la pérdida o, mejor dicho, el costo de haber renunciado a algo que, de hecho, nunca supe que tenía. Quizás ignorar eso, fue lo que logró que Mimi se molestara conmigo, que perdiera la calma, se irritara, terminara por explotar y tomara la iniciativa de borrarme literalmente de su vida.

Lo curioso es que hoy me doy cuenta de que fui yo quien tuvo ese poder y lo usó.

Ahora que mis días han vuelto a ser pesados y rutinarios: ya no espero una conversación, un encuentro, un abrazo, una llamada, un mensaje. La presencia de Mimi, era una bocanada de oxígeno fresco que me hacía sentir vivo, pero que ya no está... ¡Se terminó! 

En realidad, "me terminó", y lo más triste es que nunca me di tiempo para aceptar que la vida pudiera ser nuevamente generosa conmigo.

-Soy radical en muchas cosas, tú no sabes. Cuando soy yo la que termino algo, ¡se acabó!
-Umm, creo que eso sí no sé...
No lo sabes! ¡No lo sabes, ni lo querrás saber!
-...

Il finale
Tras leer su mensaje de despedida, solo tuve unos segundos para ver de nuevo su rostro... Sobre su mensaje, aparte de darme las gracias por hacerle entender que debía pensar más en ella que en mí, escribió que iba a "iniciar una relación", que no sabía lo que iba a pasar, pero que igual lo intentaría.

Yo, por mi parte, entendí que todo estaba dicho y que solo me quedaba reconciliarme conmigo y también con mi trabajo, el mismo que me había dañado... Y es que hoy más que nunca, ¡soñar duele!

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(Nunca imaginé que el antiguo bolero sonara tan actual)