domingo, 17 de noviembre de 2013

Origen


Espareaste con calma que hablara. Creo que no escuchabas, y si lo hacíste, te esforzaste en no demostrarlo ¿Estabas preparada? No lo sé. 
¡Es cierto! Es que debes cuidarte,
“Estoy mejor”, dijiste. “Ya no soy objeto”, añadiste; y de pronto, comprendí que junto a un otro, había ingresado en el mismo saco de tu pasado.
Te escuché. Hablaste, argumentaste, entraste y saliste de tu discurso. ¡De pronto te reíste! (Al menos en eso, te parecías a la paerosna que creía conocer). Traté de decir algo pero entendí que de nada habría valido. ¿Qué podía explicarte? ¿Cómo ir de vuelta al “Origen” del final? ¿De qué manera podía regresar a ese instante de desamor que borró todo de un plumazo? ¿Cómo volver a explicarme con el riesgo de, sin querer, molestarte otra vez?  Pues, aunque se había tratado de hecho fortuito, no lo entendías. Por el contrario, cada palabra que pude soltar agrandó mis "equívocos" que, la sombra de mis temores, hicieron que mis palabras, que en realidad eran explicaciones, sonaran a disculpa que resonaron en tu una cólera ¡que ni siquiera era nuestra!
 
De pronto, ya nada importaba: Busqué tu mirada, pero no estaba. Ese día nunca estuvo. Se hallaba perdida en las pizarras escritas con tiza, cuadros cursis y bolsas de papel.

Así, fue en ese lugar,  donde “tuestan su propio café”, el “Origen” del final, donde se quedó, extraída de la pepita de mi alma, una pena, esa que aun persigo para aplastarla…
Sí, mi estimada ¡así como en los cuentos!
(Ayer, curiosamente, mientras te esperaba, encontré esta canción... Dese chico me pareció una canción triste... Es triste.)