jueves, 26 de marzo de 2020

Goodbye my love!

Después de lo que estamos viviendo, muchas cosas van a cambiar. ¡De hecho que sí! 
Desde la forma de relacionarnos y la etiqueta social, hasta esa peregrina idea de que los seres humanos somos cuasi invulnerables y dueños de nuestro destino.
(Taras de una sociedad postmoderna).

En cuanto a cosas más prosaicas, quizá algo que lamentaría sobremanera, es que los efectos de la pandemia signifiquen el golpe de gracia para los cines.

Pensando en eso, volví sobre este texto que empecé hace dos años y relata un episodio simple de mi "amor" por el cine.


¿Parece como que vas a llorar??? -dijo Cleo extrañada.

Tuve que desviar la mirada pues me sentí descubierto. ¡Era verdad! Me sentía mal porque había llegado temprano y tuve que esperarla. Habíamos quedado en ir a la función de las seis y media. ¡Eran las 6:35 y estábamos en la cola para comprar una botella de agua!

Ir al cine es un para mí más que un buen hábito o un simple entretenimiento. Es un legado, un rito sencillo que aprendí a valorar gracias a mi padre. Anécdotas relacionadas con el cine, tengo muchas y las guardo en mi memoria desde muy pequeño.

Por eso, cuando Cleo llegó tarde...

¡Cómo decirle que, de entre mis pocos placeres, el cine era uno de los más importantes!
¡Cómo decirle que me sentía triste de no poder estar en la sala cuando las luces se apagaran!
¡Cómo decirle que sí me importa ver una película completa!

¡Como contarle que antaño se podía escuchar música de Fausto Papetti, Mantovani o Paul Mauriat antes de que se corrieran las cortinas y empezara la proyección!
¡Cómo contarle que al inicio de los setenta teníamos que soplarnos un corto propagandístico del gobierno miliar o, si tenías suerte, podías disfrutar de dibujos animados de Warner o Disney previos a la película!
¡Cómo contarle qué sucedía cuando la película, de lo gastada que estaba, se rompía y dejaba la pantalla en blanco!

¡Cómo explicarle que las películas podían retacearse ya sea por el desgaste o por la censura!
¡Cómo explicarle que una función se podía cancelar si no llegaba un rollo de los 8 o 10 que la formaban una película!
¡Cómo explicarle que una proyección podría ser pésima cuando los carbones del proyector se gastaban o que la cinta estuviese tan rayada y trajinada que verla resultaba un suplicio!


¡Como hacerle entender que en la cabinas de proyección podía haber más de un proyector y se sabía que tenían que cambiar de proyector cuando aparecía un circulo pequeño proyectado en la parte superior derecha de la pantalla!
¡Cómo hacerle entender que hoy las películas como tales, ya no existen; como tampoco existen los cines de una sola sala y miles de espectadores; ¡menos las clásicas funciones de matinée, vermouth y noche!
¡Cómo hacerle entender que las películas podían estar en cartelera de 10 a 12 semanas, primero en cines de estreno y luego en los de barrio!

Aunque, igual que las salas de antes, el cine de mi niñez y mi juventud tampoco existe, pero algo de la magia se mantiene.

Por eso, amo el cine, ¡el buen cine!
E igual: ¡amo llegar temprano y ver la película completa!

¡Cómo podía ella entender!
Y hoy:
¡Cómo entender que le podría decir adiós a "mi amor"!


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