viernes, 18 de febrero de 2011

7 meses después...

Dedicatoria:
Para todos los que, aunque sea por una vez, me leyeron, ¡gracias!
Para la niña que dejó su torre, salió por la ventana y, sin querer, me regaló la melodía final, ¡gracias!
"Esperanza"(Con el Concierto para violín Op. 35 de Tchaikovsky, del film “Le Concert” de Radu Mihaileanu – Empezó mal, pero…)
-uno-
La pregunta fue inocente y la respuesta lo fue aún más… “Pienso casarme.” – dije. Las risas de la Sister Jeannette y de mis compañeros, no se hicieron esperar. Tenía doce años y en ese rato me di cuenta que en inglés, como dice el comercial, no es que las cosas suenen mejor, sino que pueden significar algo totalmente distinto a lo que uno quiere decir en español… La ‘Sis’ no se refería a mis planes futuros, sino hablaba de asuntos más cercanos y factibles; pero yo, definitivamente, entendí otra cosa… ¡Qué ‘roche’! (habría dicho ahora) y más todavía, pues ahí estaba “la Gladys” (ver post del mismo nombre) y aunque ella ya no me daba bola, me seguía gustando, ¡y mucho!… Debo reconocer que había verdad en mi respuesta, aún ahora me resulta complicado explicarlo, pero, mirando a Gladys, me imaginaba viviendo con ella una historia de amor, de esas que se dan en los cuentos de hadas, donde al final y, a pesar de todas las desgracias y los peripecias, el chico termina junto a su princesa en un “happily ever after”… Ciertamente, no sabía casi nada de la vida por entonces…

-dos-
Hoy vi “Tangled” y, sin pensarlo, terminé “enredado” en la fantasía de la historia de esta nueva Rapunzel que, según Disney, era una princesa encerrada en su torre a causa de su cabello mágico. Sin embargo, al cumplir los 18 años, decide hacer realidad su “sueño de ilusión” y escapa; fue curioso, me rendí a la peli, reí y disfruté como un niño toda la película (¡Sorry, Geri, a mí sí me gustó!). En pocas palabras, “Enredados”, la historia de la princesa cuyos 21 metros de cabellera tienen el poder de retroceder el tiempo y el de sanación (¡Atento, Padre Rodríguez!), esconden los más caros ideales de la sociedad moderna. Durante sus aventuras, será ayudada por personajes de lo más insospechados: Un caballo con complejo de sabueso, una caterva de ‘maleantes’ y un ladronzuelo quien desencadenará un final inesperado: Rapunzel no solo perderá su blonda melena, sino con ella también el encantamiento que la hacía especial. Lo paradójico es que eso era precisamente ¡lo que necesitaba para ser feliz!

-tres-
Puedo mencionar hasta la fecha y la hora: Fue un lunes 23 de junio de 1986, a eso de las 8 de la noche, en el cine “Radio” de la ciudad de Huaraz. Era la víspera de “San Juan” y, mientras la ciudad celebraba en plazas y calles, fui a ver “El hechizo del Halcón” o “Ladyhawke”. Mis amigos y yo, tuvimos que hacer mucho esfuerzo para mirarla, pues, entre el estruendo de la calle, los fogonazos cuyas luces se colaban por el techo calamina y una pésima proyección y sonido… resultaba casi imposible seguir la trama. Sin embargo la historia me capturó por completo, lo mismo que la música de Andrew Powell, hoy convertida en una banda sonora muy cotizada por los coleccionistas.

El “Hechizo del halcón” era una historia del amor recreada en la época medieval. Isabeau d'Anjou, una mujer bellísima se había fijado en Etienne Navarra, el antiguo capitán de la Guardia, sin embargo, los ojos libidinosos del Obispo de Aquila también habían estado puestos en la doncella. Como ella no accede a los deseos “non sanctos” del religioso, éste decide pactar con el demonio y lanzar un maleficio a la pareja: Durante el día, ella será un halcón y solo por la noche, tomará su forma humana, mientras tanto, él durante el día será Navarra y por la noche un fiero lobo… Ninguno de los dos tendrá recuerdos de su vida animal y no podrán tenerse jamás…

Obviamente, Navarra, es perseguido y vive errante, huyendo del obispo y a la vez buscando venganza, con el tiempo, ya no lo mueve el poder hallar la forma de romper el hechizo… Acompañado siempre por el halcón, su dama, vive hundido en su desgracia; tiene al ser amado tan cerca, pero tan lejos a la vez…. ¡Ha perdido la ilusión!

Gracias a la ayuda de “Mouse”, (otra vez) un ladronzuelo, y de un sacerdote arrepentido; Isabeau encuentra un halo de luz en medio de la oscuridad; lo único que necesitan es convencer a Navarra que no todo está perdido… Un día, justo al caer el sol,’Mouse’, logra, no sin poco esfuerzo, hacer que por un instante Navarra vea a su dama y casi pueda tocarla al momento en que todo se oscurece…. ¡Terrible! Pero es entonces cuando el soldado se convence que podrá “llegar el día sin una noche y una noche sin un día…”
-cuatro-
Hace un tiempo, conversando, alguien me preguntó por qué escribo cosas tan tristes en mi blog… ¿Tristes? – le pregunté, y añadí: “Bueno, son solo algunas cosas que me pasaron, y no sé si son tristes o no.” La persona, meditó un poco e insistió. “Es que parece que tus publicaciones son como señales de humo que dicen que estás ahí, pero siento que poco a poco estás desapareciendo debajo de tu pena… Son muchas historias de pérdida y de despedidas…. ¿Es que ya no tienes ilusión? ¿Es que no esperas a alguien?” No sé exactamente que le dije, pero me dejó pensando si era así como inconscientemente, estoy “pidiendo auxilio”...
Ahora bien; de hecho, no espero a ‘alguien’, pienso sí, que, en principio, escribo para reencontrarme con un viejo conocido: Yo. Ese ejercicio me ha ayudado mucho para reconocer los ciclos de mi vida y lo difícil que ha sido a veces, no volver tropezar con la misma piedra y procurar aprender de mis errores, que han sido varios…
Entonces, para resumir… ¿Qué me ha motivado durante estos meses? No podría decirlo con precisión, sin embrago, lo que sí podría es ensayar las consecuencias de mis escritos: En principio, me han ayudado a encontrar tranquilidad y comprobar cuán importante resulta procurar el equilibrio en la vida y no perder de vista la fe, la cual es una luz, una que uno asume y se convierte en el ‘eje’ de su existencia. No mentiré, extraño muchas cosas, hay días que se hacen más largos que los otros, pero veo, que poquito a poco, esa luz se amplia y eso me da ‘espacios’ para moverme… ¿Qué habrá más allá? Imposible decirlo, es más, no se puede ni siquiera saber si tendré otras oportunidades o más tiempo para vivir nuevas cosas… En lo que sí estoy claro es que lo peor que podría hacer es desesperarme; espero en Dios que lo que venga, sea bueno, no solo para mí, sino, sobre todo, para mi sencilla “obra” en este mundo: mis hijas, mi familia, mis amigos y, aunque no les parezca a algunos, también mi trabajo. Así pues, si la Providencia, me reserva algo más, ¡bien! Me esforzaré; y si no, ¡igual!; es ‘Su voluntad’ y la acepto.
-cinco-
He descubierto, lo importante que es luchar y lo difícil que resulta perseverar, y quizás fue por eso que vino a mi mente una escena de “Ladyhawke”, cuando la cámara enfoca los ojos de Isabeau convirtiéndose en halcón y mirando a Navarra… a continuación, la imagen de sus plumas en las manos de Navarra, mientras ella emprende el vuelo…. Sé exactamente cómo se sintió él, pero igual, al verla, durante aquel precioso instante, fue feliz y eso fue suficiente para aliviar su corazón y para alimentar su confianza.

(Hago aquí un corte. En realidad, no fue así al inicio, pero ahora, hay dos finales...)
-Final 1-
Así, he encontrado que, como los cabellos mágicos de Rapunzel, haya estado usando estas publicaciones para aliviar el dolor y “volver el tiempo atrás, a lo que fue”, hay quienes dicen que también las he usado para resucitar “muertos” y hasta para exorcizar (en vano) mis demonios. De todas formas, creo que ha sido una experiencia buena y, por lo mismo debe terminar, al menos, con el sesgo de “la mirada hacia atrás…” Por eso, hoy concluyo con esto que nació sin querer una tarde de domingo de julio del año pasado, cuando, con unos papeles en la mano y la nueva laptop de mi hija, se movió una fibra desconocida dentro de mí, y me animé a escribir algo. Desde ese día, me instalé en el ámbito de mis recuerdos, pero hoy, comprendiendo mejor a Don Julio cuando dijo que él “no vive de recuerdos” y a continuación me explicó que eso es así, pues él mismo es ‘sus recuerdos’. Ahora comprendo que todo lo que escribí es parte de mí, como mis brazos y mis piernas, y de esta forma, con el equipaje de mis memorias medio ordenado ya, procuraré vivir de la mejor manera que decida hacerlo; por ello, repito, hoy levanto mi tienda y me mudo a otro espacio, uno más pequeñito quizás, uno donde reside una compañera nueva: la Esperanza.

FIN (10-02-11)


-Final 2-
Así, aunque en mi corazón siempre disfrutaré secretamente de los cuentos de hadas y de los sueños, sé que en la vida real, esa fantasía no existe. Aunque lo desee con todas mis fuerzas, de la manera más insospechada y hasta estando ‘seguro’ que no sucederá, la ilusión y la felicidad no son eternas; el dolor siempre se dará maña para entremeterse y terminar por devolver nuestros demonios a la vida. Sin embargo, esta vez, ese ‘dolor’, que no es prerrogativa de nadie, ni siquiera de “la niña de la ventana” es el que determina el punto final. Es cierto, como usted don Julio, yo también ‘soy mi pasado’, un pasado de aciertos y errores, de logros y derrotas, de grandezas y de miserias… Lo acepto e irá de mi mano el tiempo que la vida y yo mismo, procure depararme; como dice la buena de Elizabeth Gilbert, “galopamos la vida como artistas de circo que se bambolean precariamente a lomo de dos veloces caballos, un pie va sobre el caballo llamado “Destino” y el otro, sobre el caballo llamado “Libre albedrío”... y así, aun cuando no sepamos en cuál andamos cada día, cuando caemos de uno de ellos, resulta muy doloroso, nos confundimos y sentimos temor, pero, resulta también muy cierto lo que ella misma añade: “No puedes permitirte el lujo de venirte abajo, porque entonces se convertirá en una costumbre…” Hoy he comprendido que, aunque creía ser más fuerte, la ‘vida’ no dudó en mostrar mi debilidad y de un zarpazo me quitó mi equilibrio interior. Igual, sigo adelante…Igual, termino de escribir…Igual, me mudo a un espacio pequeño e incierto de Fe y de Esperanza. Dios me ayude a perseverar y aceptar lo que ahora mismo soy incapaz de entender…

FIN (17-02-11)

“Dios es luz, y no hay en Él oscuridad alguna” (1Jn 1,5)

miércoles, 16 de febrero de 2011

Colofón (antes del final)

En Lima, después de casi 7 meses, el final está decidido... El círculo se ha roto y ya no hay vuelta atrás. Este ejercicio llega a su fin para ir en pos de lo que deseo.... La vida, no es como en el cine; es cierto, sin embargo, regreso a él una vez más. Es la escena de la despedida de 'Fredo' y 'Toto' que expresa, mejor que yo, lo que siento.

15-02-2011.

"No regreses, (...), no mires atrás, no escribas (...) no te dejes vencer por la nostalgia. (...) Hazme caso, hagas lo que hagas ámalo, como amabas la cabina del "Paradiso..."

('Cinema Paradiso' - Guiseppe Tornatore - 1989)

lunes, 14 de febrero de 2011

Amor eterno


Mi madre dice que cantabas esa canción mirándote en el espejo de su tocador; yo nunca te la escuché; al menos, no cómo lo cuenta tu abuela; sin embargo, imaginándote cantar, pienso cuando te conocí. Ese primer instante en que te vi fue cuando por fin terminé de comprender lo qué significaba realmente amar a alguien… No es que no lo haya sabido antes; tus hermanas ya me habían dado la primera oportunidad de empezar a aprender; pero (triste como suena), por entonces,  aún no estaba listo. Por eso, tenías que venir tú para terminar de entenderlo.

El amor es un misterio.  Lo sé y ya no tengo fuerzas ni ganas de desentrañarlo; así será por siempre; sin embargo, si me alguien me preguntara sobre el amor verdadero, diría sencillamente lo que mi vida se encargó de enseñarme: es el amo de los padres; ese es el único,  puro, sencillo, enorme y desinteresado: ¡Es el que simplemente fluye!

Esa conclusión, es mía y van con mi manera de sentir y, aunque mis sentimientos correspondan, como dicen por ahí, a gente “simétrica”; e verdad no me imagino a qué simetría se refieren, pues mi “equilibrio” es con el que más malabares he hecho para no perderlo.  Así, la forma en que aprendí a amar desde la perspectiva de mis recuerdos; aunque fue desordenada y a veces,azarosa,  es algo que funcionó para mí, y eso ¡es suficiente!
Sé que las amo, a todas y a cada una en particular; sé también que, aun cuando no he sido el mejor padre para ustedes y me he equivocado muchas veces, ustedes han sabido ser comprensivas y buenas; por eso, no espero nada de ustedes para mí; solo anhelo que siempre se esfuercen por ser las que deseen ser. Por lo pronto, estoy orgulloso de lo que son ahora, en el continuo de la vida.


sábado, 12 de febrero de 2011

De la cápsula del tiempo...

Del año 2008...

"APRENDIENDO"

Al pasar los años..

A los 3 años aprendí que la felicidad más grande de la vida era comer, comer, dormir y dejarse querer… También, por supuesto, descubrí que había un ‘alguien’ amoroso que se preocupaba por suplir todo lo que necesitaba… ¡Era tan madre, mi madre!

A los 5 años aprendí que ordenar mis carritos, uno al costado de otro, era una diversión con la que podía pasar horas.

A los 6, aprendí que los niños también se mueren y que el lápiz no era para comer... ¡Sólo el borradorcito!

A los 7, aprendí que no habían (ni habrán) héroes más grandes que mi papá y el Topo Gigio. También aprendí que uno podía  dormirse, aun en el peldaño de una escalera, a la voz de: “¡A - la – ca – mi – ta!”

A los 8, aprendí que a veces a uno lo castigan por cosas que no ha hecho o que no ha querido hacer... Aún me duele el ‘reglazo’ que me dio Sor Celia en la pierna, y más ¡la vergüenza!

A los 9 años, aprendí que no me gustaban ni las "Matemáticas modernas” ni el peluquín de mi profe; menos eso de aprender a cantar el Himno Nacional en quechua y gritar ¡Kausachun Perú! ¡Kausachun Velasco – Revolución!

A los 9, también aprendí que sólo habían dos cosas que podían acelerar mi corazón: Una, sentir el momento mágico en que las luces del cine se empiezan a apagar y se abren las cortinas y dos, descubrir qué buena podía ser la vida escuchando “A hard day’s night” de los Beatles.

A los 10,  aprendí que nada es para siempre: Mi cabello, antes rubio, me abandonó como dicen “forever and ever” ante el asombro y burla de todos… Lo bueno fue que con el rubio dije adiós al espantoso corte ‘alemán’ que por entonces fascinaba a madres y a peluqueros.

A los 11, aprendí que lo más dulce de este mundo era la literatura, pero sólo en boca de la Señorita Violeta Lara, una maestra de vestido de blanco quien, con voz angelical, nos introdujo a los cuentos de Ribeyro y Valdelomar. Creo que quería tanto a los niños, que muy pronto terminó por dejarnos pues ya había empezado a producir los propios... ¡Cómo odié entonces a su esposo!

A los 12, aprendí que las monjas y los sacerdotes eran seres de carne y hueso. También, que tantos años de haber jugado a decir la misa completita y, a pesar de los rezos de mi abuela y las burla de los demás, pensar que yo podía ser cura era solo un sueño loco de infancia que un día sencillamente desapareció.

A los 13, aprendí que a veces es mejor y más inteligente cerrar la boca y no enfrentar a la autoridad cuando no las tienes todas contigo, y menos, cuando los demás te dejan solo. Lo cierto es que enfrentar a la 'Bruja' ( así le decían a la ‘profe’), me costó mi primer rojo en la libreta y más aún, mi recién ganado gusto por la literatura se fuera como por un tubo... ¡Maldición!

A los 14, aprendí que sentirse solo es lo peor del mundo, más en un salón lleno de muchachos donde ninguno era mi amigo. Lo cierto que mi salón el 3º D había sido producto de una infeliz idea que consistía en hacer, de tres salones de segundo, cuatro de tercero. 


A esa edad aprendí que me fascinaba el dibujo lineal y arquitectónico con las proyecciones, líneas de fuga y demás… todo estaba bien hasta que el asunto del ASA y el DIN (hasta ahora no lo entiendo) que mató el encanto de un plumazo.

A los 15, aprendí que tener enamorada era cosa seria… ¡casi una cuestión de honor y de ‘status’ en un colegio de varones! Lo malo es que no aprendí conseguir conseguir una.

A los 16, aprendí que a pesar de mis pobres intentos por acercarme a las chicas, no sabía nada sobre las mujeres… Por eso, mi debut en estos avatares de la vida, fue salir corriendo del “cole” por más de un año, jalando a mi pobre amigo, el “Mono”, para tomar un ómnibus que pasaba a cuatro cuadras del colegio pudiendo tomarlo al frente del colegio; ¿la razón?, pues en él viajaba “la chica de mis sueños”. De ese modo contemplé a mi musa durante casi dos años, guardé todo los boletos del bus los días en que la encontraba, soñé con ella, fui feliz de saber que su nombre era Elisa pero… eso fue todo… nunca supe qué decirle…

A los 17, aprendí que por mi afán de tener enamorada, pronto me convirtieron en el tonto más grande del mundo... Me ilusioné, me emocioné, me decepcioné… me dejé utilizar…me humillé, todo por el ‘amor’ de una chica que con la justas me miraba. Todo lo hice de tal manera que otra chica se apiadó de mí; y así, un patriótico día del mes de junio, me hizo ver de la manera más cruda y descarnada el papelón que estaba haciendo. (¿Te acuerdas lo que me dijiste, Mariana?) Al final, me hizo despertar… ¡al menos por un tiempo!

A los 18, aprendí que aparte de querer ingresar ya mismo a la universidad, no había deseo más grande en el mundo que poder besar los labios de una linda chica vestida de blanco llenas de tules y lazos, como la Candy de la TV... Aprendí también, que para un muchacho, como era yo por entonces, eso de soñar bobadas era harto peligroso.

A los 19, aprendí (otra vez) que no sabía nada sobre las mujeres… Lo peor es que, ahora entiendo, que ningún hombre en su sano juicio, puede jactarse de de ello… Con todo, aprendí que podía interesar a alguien y así tuve mi primera enamorada.

A los 20, aprendí que nada de lo que había pensado con respecto al amor era cierto, que el amor era cosa seria… y no sé si fue por eso o por otras cosas, que se convirtió de pronto en una responsabilidad…

Y bueno, ¿para qué continuar con esto?
Al final, fue lo que aprendí o creí aprender en esos días. Muchos, fueron ciclos que empezaron y terminaron por entonces, sin embargo, varios otros siguen ocurriendo de diferente manera hoy en día.
Por eso, ahora…Sé que a veces uno aprende sin saber que lo hace.
Sé que el mayor aprendizaje y el que nunca termina es sobre el amor.
Se que amar es cada vez una experiencia nueva, un sentimiento de distinta intensidad.
Sé que amar de verdad es siempre más de lo que uno desea, piensa o imagina.
He comprendido que sólo amando de verdad, a veces, uno se olvida lo que fue o lo que cree haber sido…
¡Amar, replantea la vida!

He comprendido que sólo amando de verdad, a uno le es fácil pensar en el otro a costa de olvidarse de uno mismo, pues, solamente el amor verdadero es desinteresado, sólo él hace dar todo de uno mismo y lo mejor, ¡se hace sin esfuerzo!

He comprendido que amar es pensar de otra forma y que pensar amar de otra forma, pues no es amar…es simplemente la antesala del engaño y al dolor. Haces daño y te dañas a ti mismo.

He comprendido que amando de verdad, uno lucha y se arriesga sin importarle si alguna vez ganará… que amando de verdad, consigues enamorarse de la vida, pero de una vida buena y mejor.

Pues amando, se aprende a conocer cuando un “alguien” es “ese alguien” y, al saberlo, ya no queda más qué decir, pues sencillamente uno lo sabe, lo siente y eso termina por completarnos, por definirnos… Ese tiempo llega, nunca uno sabrá ni cómo ni cuándo pero cuando sucede, se intuye que uno ha develado una partecita del maravilloso misterio del amor.

¡Amor! Alguna vez lo sentí…
¿Lo sentiré?
No lo sé.

Edgardo (13 –VIII- 2008 / 11 – II- 2011)

miércoles, 9 de febrero de 2011

Beethoven Virus


Hace años Héctor me contó esta anécdota: Julio de 1812. Balneario de Teplitz (Alemania). Allí había acudido Beethoven para reponer su salud. Una mañana Beethoven y su amigo Goethe realizaban un paseo por los jardines cerca de la playa cuando se cruzaron frente a frente con el carruaje de la Emperatriz acompañada de toda su comitiva. Goethe al verlos, se hizo a un lado de la vereda y se quitó el sombrero en señal de respeto. Beethoven, en cambio, no siguió a su compañero y siguió caminando tal cual sin descubrirse, obligando al carro a desviarse del camino. Cuando Goethe alcanzó a Beethoven y le preguntó por su proceder, Ludvig, fiel a su forma de ser, le recriminó por haberse comportado como un lacayo; le dijo: "Príncipes ha habido y los seguirá habiendo por millares. Pero no hay más que un Beethoven".
-1-
“Beethoven Virus”, así se llamaba aquel “dorama” que llegó a mis manos, casi por azar. La trama, como buena novela, era dramática pero con la calidad que los coreanos han logrado en sus producciones. Para mí, el "plus" de la teleserie, era obviamente, la música clásica y también el personaje principal, Kang Gun Woo, quien  me hizo rememorar a amigo Héctor pues, gracias a él aprendí mucho de música clásica; aprendí sobre todo que que para apreciar la música, primero hay que saber escucharla.
Héctor era un buen hombre, dedicado a sus hijos, perfeccionista y extremadamente celoso con su trabajo; persona de ideas fijas, fuerte carácter y muy muy orgulloso. Cumplía su trabajo con eficiencia y no se relacionaba muchas personas; casi siempre se lo veía encerrado en su oficina, ocupado y (luego lo descubrí) escuchando música. Nos hicimos muy amigos y disfrutamos de una amistad sincera por algunos años. Sin embargo, por una desafortunada secuencia de eventos, ocasionada por algunos jefes quienes literalmente nos enfrentaron, terminamos peleados sin haberlo buscarlo; al final, él entendió que la decisión que tuve que tomar aun a riesgo de mi puesto del trabajo, contradecía su idea de lealtad, por eso, sin mediar palabra, dio por terminada nuestra amistad y nunca más conversamos. Yo sabía que su posición no tenía vuelta atrás y hasta ahora lo lamento, fue inevitable, no hubo elección…
-2-De todas formas, siempre le estaré agradecido en enseñarme sobre la buena música, gracias a él entendí lo diferente que suena una misma melodía si es interpretada por una u otra orquesta, gracias a él encontré que una pieza musical esconde casi siempre una historia y que casi siempre la historia responde a la vida del músico. Héctor fue un maestro paciente, siempre que conversábamos, entendía mis limitaciones (el sí tenido formación académica) y no solo compartía "su música" sino  también  me contaba historias y anécdotas de los grandes compositores; en el fondo sentía que sus deseo iba más allá de hacerme entender tal o cual pieza sino quería que pudiera saborearlas.


Nunca olvidaré el día que me invitó a su casa y me hizo conocer lo que él llamaba su ‘bunker’, una especie de santuario dentro de su casa, donde sólo él tenía acceso y que era su sala música: Allí había, pulcramente ordenados y catalogados, cientos de LP’s, casi un millar de discos compactos, libros y revistas de música, partituras, un piano y un equipo “Pioneer” de antología, ¡algo que quizá nunca tenga!
No sé si vuelva a tener un buen amigo y camarada como él, pues además de todo, supo ser un verdadero mentor que me inició en el camino para descubrir la verdadera esencia y belleza de la música clásica; lástima que las circunstancias fueran adversas y digamos que el “destino”, jugó en contra, por eso tú, admirador confeso del gran Ludwig Van Beethoven, jamás te habrías permitido retroceder en tus decisiones, aún si hubiesen estado equivocadas.

sábado, 5 de febrero de 2011

Palo, palo, palo, palo a “Palito”

De muchacho era muy tenso, recuerdo que el solo hecho de estar en un bus lleno de gente, hacía que sudara a mares, ¡aun en invierno! La misma cosa era cuando, al tener que caminar hacia algún sitio, sentía que llegaba fuera de hora…
-1-
¡Estaba ‘atrasado’! Iba lo más rápido que podía haciendo mi ruta de siempre a través del centro de Lima, yendo desde la universidad hasta el ICPNA. Había cada vez más autos, ómnibus micros y ambulantes… ¡Cada vez más ruido y suciedad! No lo sabía, pero había empezado, inexorable, la decadencia del centro histórico… Hacía mi mejor esfuerzo por ir más rápido, cuando, de pronto, para variar, ¡un calambre!... “¡Avanza!”, me decía. "¡No te detengas!" , pero el dolor en la piernas me molestaba; paraba un momento, respiraba y luego seguía la marcha. “Ya falta poco… “Doblas esa esquina, llegas a Azángaro y luego al Jirón Cusco, ¡y ya!” A la mitad de la cuadra, pasando despacito, ya fastidiado por el hormigueo en las piernas, lo único que me distaría era voltear a mi izquierda y encontrar al buen Mejía Baca sentado al fondo de su librería. ¡Percibía algo admirable en aquel hombre solitario en medio de la decadencia social y cultural que se avizoraba! “¡Ya llegas! ¡Falta poco!” –pensaba. Sin embargo, mis piernas no perdonaban, ¡se agarrotaban cada vez más! El punto era que, según yo, debía que llegar temprano, o sea ¡20 minutos antes…! Mala costumbre la mía, que aún ahora, ya mayor, aún me acompaña.
Fue así, que con mis últimas energías traté de apurar el paso. Miré mi reloj (ese huachafo con la esfera de color verde eléctrico que me había regalado mi madre) y me di cuenta de la hora: “¡Pucha! ¡Faltan 17 minutos para las clases y yo, aún no llegaba! ¡No puede ser!” Me molesté y traté de dar un paso más, pero, increíble como suene, las piernas no me lo permitían y fue entonces que me quedé parado en medio de la vereda, medio agachado, con las manos en mis muslos y fue también cuando escuché una canción…

Por aquellos años, la novedad eran los casetes, esos que apuraron la muerte de los vinilos y que produjeron la aparición de la piratería en forma de unas carretillas llenas de cintas piratas que con tocacintas y parlantes adosados a las mismas, ponían su cuota festiva y casi de pueblo a las calles limeñas… Así, con un sonido terrible que “taladraba” los oídos, llegó a mí la canción que terminó por completar el cuadro de mi desgracia: mientras me sobaba las piernas por la punzadas que sentía, transpiraba y me había quedado detenido a media cuadra del ICPNA, Palito Ortega cantaba: “Caminando por la calles voy cantando…. Voy cantandoooo… Caminando por la calles voy cantando…. Voy cantando… Voy cantandoooo… mi canción…” ¡Cómo te odiaba; “Palito”!…Y no era la primera vez…

¿Por qué era tan endemoniadamente alegre y “positivo” ese hombre? ¿Cómo se le ocurría a “nuevaolero” y feliz cantante gaucho cantar eso,¡mientras yo iba a llegar “tarde” a clases y tenía las piernas tan crispadas que casi no podía ni dar un paso! “Voy cantando, voy canción… mi canción…. Mi canción es la canción que cantan todos… los que sienten… el amor…. Porque tiene la simpleza y la alegría… la alegría y la simpleza de una flor” – seguía la canción a lo lejos.

Felizmente, para atemperar mi cólera y seguir adelante, vino a mi mente la historia del inefable Bryce Echenique, quien una vez dijo que tras el éxito de “Un mundo para Julius” Bryce había caído en una depre tan fuete, que solo escribiendo los cuentos de la “La felicidad… ja ja” (otra canción de Palito) y que así, riéndose de sus propias desgracias, puedo sobrevivir a la fama producto de su primera obra, convirtiéndose para la posteridad una especie de “humorista triste”…. Si a él le sirvió para eso, ¡entonces, yo podía, al menos, llegar al instituto!

-2-
Por eso, mi estimado Palito; no te quería mucho que digamos, y esa antipatía, que sé que te tiene sin cuidado, llegó a su nivel más alto cuando una vez quedé como un reverendo tarado frente a una chica. Te explico, con ella estudiaba ya tres ciclos en el ICPNA. Para mi suerte solíamos salir juntos y tomar el mismo bus, la “61”. Como ya me empezaba a gustar, quise decirle algo, y no sé por qué se me vino a la mente “Jenny”, ese 45 que se tocaba mucho en casa: “Fulanita”-le dije- “tengo que hablar contigo… Siempre hablé como amigo…. Hoy quiero hablar de amor….” ¡La chica se rió en mi cara y se bajo del bus matándose de la risa! ¡Maldición! Desde entonces, fui para ella, no un potencial enamorado, sino el payasito del salón… ¡Y un payasito cantor! ¡Triste, triste! -3-
Nunca compré ningún disco de Palito Ortega y, acaso que si cuando me mude “al otro barrio”, encuentran uno por ahí, dejo expresa constancia que fue un regalo… Creo que usted, José, también odiaba al tipo por ser tan ‘feliz’, ¿no?

miércoles, 2 de febrero de 2011

Orientado al oriente...

Junto a mi “tío Ale”, el “loco”, aprendí mucho... Alejandro Casas Casas, "Ale", era un hombre habilidoso, gracioso, bueno como el pan, casi siempre desaliñado y con pinta de cómico mexicano de los años 50's. Era una mezcla de carpintero, dibujante, mecánico, electricista y lo mejor de todo, mitad científico loco y mitad niño como yo. Cuando chico, Ale fue mi cómplice en varias de mis propias locuras; él era quien, guiñándome el ojo y sonriendo (con cada vez menos dientes), me secundaba en algunas de mis disparatadas ocurrencias...
Y es que Ale me entendía, por eso fue quien me ayudó a diseñar y construir mi primer proyector casero de retazos de película usando una caja de zapatos pintada de negro por dentro, mi lámpara de noche, conos usados de papel higiénico, unas lupas y unos soportes de los muñequitos que venían en las lastas de "Nescao" y que servían como apoyo a mis artesanales "diapositivas"; fue "Ale" quien me ayudó a hacer una maqueta a escala de una ciudad llena de rascacielos, eran cajas de remedios que él pintó a mano simulado edificios y los colocó en calles que tenían autos en miniatura; él fue también quien respondiendo una inocente pregunta mía, me dijo cómo podía hacer que los "edificios" se incendiasen igual que en la película "Infierno en la torre": ¡Les echas un poquito de alcohol y ya! (Ahora, madre, ¡ya sabes cómo quemé un poco del piso vinílico de mi cuarto!)
Finalmente, gracias a a mi Tío "Ale" descubrí el poder de la electricidad. Fue cuando me regaló un pequeño motor eléctrico que funcionaba a pilas; era un carcasa de plástico donde había montado un motorcito que movía unas hélices de cartón y, a un lado, había un foquito rojo que se encendía... Me dijo que era la base de un avión, que no lo encendiera mucho pues las pilas acumulaban poca electricidad, si lo usaba mucho la hélice se movería menos y la lucecita ni encendería, por eso, mientras más electricidad mejor para el motor y parta el foco... Aunque un dispositivo simple, yo alucinaba verlo convertido en un avión, así que, cuando la pila se agotó, no tuve mejor cosa que conectar el aparatito de marras al tomacorriente de mi cuarto para que "funcionara mejor".... ¡Ese día casi termino electrocutado!
El tío Ale fue mi gran ayuda para trabajos del colegio, pues aparte del móvil en triplay con la imagen de mi querido Topo Gigio, el pintó las hermosas láminas que yo presentaba orondo al para colgarlas y adornar mi salón de clases. Y es que los profesores valoraban mucho el arte de Ale: Gracias a él presenté los más bonitos trabajos en Arte y manualidades que podía imaginar; pero gracias él descubrí algo insospechado aprendía a apreciar y casi enamorarme de lo oriental... Casualidad o no, el tío tenía muchos amigos de origen asiático y a través de él conocí a varias personas de ascendencia china o japonesa…. ¡Tengo un montón de amigos "jalados"! - decía riendo.
Andaba entre los 7 o 8 años y, de vez en cuando, cundo íbamos con mi mamá a visitar al “tío Ale", a veces nos decía: “¿Quieren comer chifa?" Yo, que por entonces era un tragón, encantado decía que sí. Así, a veces íbamos al chifa del mercado de Lince (donde vivía), o a uno de aquellos chifas que aún tenían “reservados”, unos cubículos donde uno podía comer alejado de la mirada de los otros comensales. Pero lo que más recuerdo, era cuando el tío me decía "ven" y entrábamos a  la cocina conversaba con su amigos (cantoneses supongo), por el dejo característico y la forma aparentemente tosca de comunicarse; de ellos, aparte de sus modos tan exagerados y de sus forma de hablar casi gritando (que a ratos parecían verdaderas discusiones), guardo recuerdos de aromas exóticos y de verdaderas coreografías al cocinar usando "woks’, cuchillos, machetes y fogones… El tío se había hecho amigos de varios dueños de los chifas, por eso, me podía entrar a la cocina; la que más recuerdo era la del mercado que en realidad era simplemente el otro lado del mostrador, allí atendía una pareja, un chinos flacos que no paraba de hablar mientras cortaba, freía y sazonaba y su mujer, una joven seria que servía los platos, callada, pero con lo velocidad del rayo. ¡Mientras ellos hacían lo suyo yo era feliz de verlos!
El tío, tenía además varios amigos japoneses, éstos no tenían restaurantes, sino tiendas o salones de té... Eran parecidos a los otros pero, siendo un niño aún, perciba una diferencia: Los varones, de movimientos rígidos y aparentemente toscos, parecían herméticos y me daban un poco de miedo. Las mujeres, en cambio, eran más delicadas, sutilmente cálidas, pero, al mismo tiempo, inescrutables y misteriosas; aún así, me hacían sentir bien. Comprendí que tanto, tras sus sonrisas y leves venias, nunca se podía adivinar lo que realmente sentían… ¡Nunca! Por eso, si mi ‘tío’ aún viviera y le preguntara sobre eso; estoy seguro que él tampoco me sabría explicar, aunque lo que sí me podría decir es cómo se llamaba aquella señora, joven aún, que tenía una tienda en una esquina de una de las tantas cuadras avenida José Leal; esa a la que solíamos ir los dos después de ira a su taller a ver "nuestros trabajos" .
Como yo era el más entusiasta en pedirle cosas al tío, mientras mi mamá visitaba a la hermana de Ale, mi tía "Chola" con mi hermano, íbamos al taller a ver la creación del momento: una pintura reproducción artesanal de un afiche de película, unos muebles hechos con cajitas de fósforos y retazos de madrera... en fin. Recuerdo bien que el tío no decía nada y salíamos a la tienda de las esquina donde cada vez que entrábamos, la mujer nos recibía con ojos alegres, mucha cortesía, y invariablemente nos ofrecía una tacita de ‘cha’ y ‘okashis’ (unos pastelitos con formas geométricas…) Siempre era un plato para el tío y otro, especial, para mí. Era raro, yo era muy pequeño para que alguien me atendiera así… Aunque esos recuerdos se me presentan brumosos en mi mente infantil, aún tengo clara la sensación rara de ese sencillo ritual que se repetía igual vez tras vez… Es que había algo en la manera en que nos ofrecía los pastelillos; una cosa particular que iba más allá de las formas y los modos… ¿Sería simple amabilidad? ¿Respeto? o ¿quizá un homenaje a quien lo recibía? Aun ahora pienso que no podría haber sido eso; no creía merecer un trato obsequioso ni tan gentil de un adulto y más de una dama. Era solo un niño entonces.
A pesar del tiempo sigo sin entender… el cha, y los pastelitos se repitieron muchas veces como una ceremonia profana sobre el mostrador de aquella tienda… Cierro mis ojos e imagino que la mirada de la mujer me decía: “Toma, pequeño; es mi homenaje a ti que me visitas”. En fin, como escribiera el Hermano Guillermo Dañino en una dedicatoria de uno de sus libros, quizás mi vida, de alguna manera estaba signada como “orientada al oriente” y por eso, de alguna forma, repito,  me enamoré de aquella cultura tan singular y maravillosa.
Lo que empezó con mi “tío” prosiguió a través de los años con los libros de cuentos de “Ediciones en Lenguas Extranjeras de Beijing" que animoso compraba junto la “chinita”; luego, las traducciones del Hermano Guillermo, no solo de cuentos populares chinos sino de un universo distinto y sutil con la poesía de Li Tai Po o Wang Wei. También, las novelas de Kawabata o de Mishima o las actuales de Yu Hua, Ai Mi o Geling Yan.
Sin embargo, fue con la música donde hice mi mejor aprendizaje: Gracias a la generosidad de gente muy diversa; al inicio, con mi querida amiga Neko – Chan desde Oyama (小山市) y ahora, con Thomas K. de Honolulu, y alguna vez, a través de la honorable Minako; creo tener la suerte de haber aprendido a escuchar la música de las “12 Girls Band”, de Jian Peng Fang, Yu Homgmei y  Joe Hisaishi, gracias a la internet y al "todopoderoso" Google, por su parte, pude conocer a Bua Chompoo Ford, Joey Yung, Boa, Lee Sun-Hee; sin embargo, siempre termino por volver a los orígenes y me deleito, como con un buen vino, con las canciones de Momoe Yamaguchi, Kobayashi Sachiko, Rimi Natsukawa y, en especial, mi bien amada Teresa Teng, las mismas que me hizo escuchar por primera vez Neko-chan.
Así, debo reconocer que lo oriental me ha ‘jalado’ desde siempre y lo hecho a través de cosas simples e insospechadas como los “animes” que veía de chico o los que ya adulto, compartí con mis hijas. Y, aun ahora, con los ‘doramas’ coreanos, los dramas de Zhang Yimou y las películas de los estudio Ghibli. De alguna manera siento que son el anzuelo perfecto, ese que atrapa y hace "morir" con deleite…
Por todo eso y más, el oriente está en mi vida, ya no tanto con la comida “chifa” (que se ha hecho tan común), sino, dentro mío, en una forma de ver y de sentir la vida.

AVISO DE CIERRE

"Yo no vivo del pasado..." -dijo don Julio.... Él, con mucha más éxperiencia y, hombre sabio al fin, me hizo reflexionar y, aunque añadió algo más que decido reservar por ahora, eso terminó por decidirme a anunciar (después de 7 meses), el final de esta "Blogollorona" (gracias, por el nombrecito que le alguna vez le diste, mi estimada... =)" )
Así pues, pronto terminará esta bitácora de vuelo con "mirada hacia atrás", no sin antes publicar algunas cosillas que, casi casi, se quedaron "en el tintero". ...
¡Gracias!