domingo, 24 de mayo de 2015

El fondo del estanque

Siempre que Violette Morhange llegaba al internado, Clement Mathieu corría presuroso a su habitación para arreglar su pobre apariencia. Violette, madre de Pierre, vivía preocupada por su hijo y sin esperanza; por eso, buscaba al Sr. Mathieu, profesor de Pierre, quien la escuchaba con paciencia, la acogía, la animaba. Fue de esta manera, que sin desearlo quizás, algo nació en el corazón de Clement, algo que lo hizo soñar... Por eso, cuando recibió una carta de Violette, no lo podía creer; ella le agradecía por haber apoyado a su hijo y lo citaba para darle una noticia importante...
¡Cafe de la Place el 20 a las 4:00! 
-Creo que las cosas están por mejorar - dijo tímidamente Violette.
-Bueno - dijo Mathieu y una sonrisa iluminó su cara.
-Desde que lo conocí... yo.. bueno.. eh... mi vida... ¿cómo lo podría decir? -añadió nerviosa sin atreverse a completar la frase.
-¿Cambió radicalmente? -se atrevió a decir él.
-Sí - dijo ella- ¡Gracias a usted!
-¡Es una sorpresa! - replicó Mathieu.
-Yo también había perdido la fe. -dijo Violette, más relajada y sonriendo.
Mathieu, sonreía también y nervioso, quedó en silencio.
-Quizás no debería esperanzarme todavía...- volvió a decir Violette sin mirar a Clement.
-¡Pero no! -se animó a decir Mathieu - ¡Puede confiar en mí!
-Usted me trajo suerte.- replicó Violette asintiendo con la cabeza mientras Mathieu la miraba fijamente, con ilusión.
Violette le devolvió la mirada y Mathieu  no sabía qué esperar.
-¿Suerte? - dice entonces, como invitándola a continuar.
-Conocí a alguien... Es un ingeniero de Lyon...
Nunca el nombre del internado fue el más propicio: "Le fond du estanque"; pues, en el "fondo del estanque", allí quedó el buen Mathieu.

(De, "Les choristes", 2004)

Caminábamos por una calle una tranquila: Pedro de Osma en Barranco. Ya temprano, cuando bajábamos hacia el puente me habías pedido que te llevara del brazo y por eso anduvimos así esa noche. De pronto, a las mitad de  la avenida, empezaste a cantar; lo hiciste primero bajito, como solías hacer siempre que una melodía aflora o se te pega; luego, a pesar de tu tos (esa que "mejoraba" día a día) terminaste por cantar la canción enterita. Era una que hablaba del amanecer. En ese instante sentí que nada de lo que había planeado para ese día fuera perfecto y te sintieras bien, significaba tanto como ese momento. Comprendí que ese simple detalle de caminar y sobre todo, cantar (eso tan tuyo), me había llenado de tanta paz que hizo que naciera en corazón la idea que aún era capaz de ofrecer algo más.
Una semana después, tras días muy duros en los que mis sentimientos habían sido golpeados y cuestionados, y tú habías empezado a enfrontar tu realidad; decidimos encontrarnos y caminar. Esta vez quisimos ir al zoo,

Pasemos hablando de todo y de nada y solo, mientras compartíamos la comida sentados en el césped (como nunca antes había hecho), empezaste a hablar sobre tus preocupaciones. Yo te escuché y, tendiéndome en el pasto, empecé a mirar al cielo a tu lado.
Fue en ese momento cuando sentí que todo tenía sentido otra vez. Lamenté haberme angustiado y haber dudado. Lamenté haber pensado, aunque haya sido por un instante, que todos los demás podían tener razón y yo no podría afrontar. Mirando las nubes encontré que sentía exactamente lo mismo: te quería y deseaba desde el fondo de mi corazón caminar contigo.

Así, al salir, lleno de emoción y en paz nuevamente, cometí un error. Ridículo como suena a mi edad, me abrí demasiado y le dije lo que sentía. Tú, cauta, no respondiste directamente pero dejaste claro que aún no se sentías completa, bien contigo misma y que no deseabas ni se te ocurría ofrecer nada a nadie. Eso no estaba en tu horizonte.
Cuando nos despedimos, aparte del dolor de siempre al separarme de ti, sentí un hueco en el corazón. Caminé, procurando que nadie notara que lloraba; aunque en realidad a nadie le importaba, olvidaba que Lima es una ciudad de solitarios. Aun así, cuando me detuve un rato y miré hacia atrás sentí como que caía de nuevo en el fondo, allí donde nada tenía sentido, salvo tú.
Esa noche entendí que algunas personas y momentos te marcan y también que estos meses y "lo nuestro" tan sencillo y puro como es, se convirtió en lo más cercano a lo que nunca tuve en mi juventud. 
Hoy, una semana después, cuando sigo caminando a tu lado, sé que es un riesgo enorme para ambos. Nada sería más triste que dañarte y sé que a ti tampoco te gustaría hacerme daño; por tanto, es nuestra decisión y será Él, a quien le hemos ofrecido lo que vivimos, quien finalmente dispondrá qué es lo mejor.
Y, si al final solo soy un puente para que tú avances, lo acepto.
Igual, hoy agradezco, hoy confío. ¿La razón? Ya te dije: te quiero y por eso te quiero bien.

sábado, 23 de mayo de 2015

Lavando el corazón

"Cuando las lágrimas lavan el corazón porque hay amor, son una bendición".
(lo dijiste Tú)

Llegaste tarde, raro en ti. No podía mirarte pues había mucha gente atenta en la sala. Sin embargo, desde temprano sentí que estabas mal.

Esa semana habíamos compartido un trabajo juntos y fue casi una bendición. Fue un espacio que Dios había permitido para que el hecho de estar a tu lado se convirtiera en algo natural y posible. Nunca, hasta entonces, había pasado tantas horas contigo.

Las actividades pasaron rápido; tu trabajo fue bueno y me sentí muy feliz por ayudarte. Sin embargo, aunque huno muchos momentos en que te veía alegre, animosa y tranquila, había otros en los que te sentía apagada y como distraída. Claro que solo yo lo notaba; para los demás estabas como siempre, solo yo sabía que estabas esforzándote. Los muchos años de aprender a "nunca dar problemas", a siempre "ofrecer lo mejor de ti", a reír y "estar bien, de verdad"; aunque, como dicen, puedas estar "de pena en el corazón"... Todo eso, había logrado su fruto.

Finalmente, al tercer día, cuando terminamos nuestra labor, hubo que bajar (a la realidad) y el golpe fue duro. Gracias a tanto exigir, pude acompañarte a casa (gracias a tanto exigir, pues tú te negabas a "darme problemas") y mientras estábamos en el taxi, un impulso que había permanecido reprimido, afloró, volteé y quise abrazarte... Por un instante sentí que tú querías lo mismo; pero, otra vez te tensaste y solo estuviste en mis brazos un ratito. 

Te pedí comer algo, compartir algo sencillo (en mucha confianza) y así nos pusimos en camino. Paré un taxi y subimos. Solo entonces me animé: Quería abrazarte y esta vez, tu pesar pudo menos que mi sentir, y lo hice. Felizmente, no me rechazaste y fue hermoso.

Llegamos a nuestro destino, nuestro refugio y ahí estaba el mar, esa playa que he llegado a querer tanto como a ti. Y ese día, si había algo que queríamos (lo intuí) era solo verla y por fin respirar.
Caminamos por las piedras, nos sentamos los tres: tú, yo, y Bombón (y él). La tarde pintaba triste, esta vez no había colores solo tu gris.

-Mojémonos los pies - sugerí.
Dudaste, no querías. Curiosamente, sentí que yo sí deseaba hacerlo y cerrar por fin mi separación con el mar. A pesar de tu pedidos de "¡Cuidado!"; me descalcé, entré y lo toqué. 

Entonces algo recorrió mi cuerpo, no de los pies hacia arriba, sino de arriba hacia abajo... respiré profundo y, mirando el horizonte, me di cuenta cuánto tiempo había perdido.

Volteé a mirarte y ahí estabas tu, sentadita, como un pájarito herido, gris también.

-Mojémonos los pies - te pedí otra vez.
-¡No, no quiero! - dijiste y las lágrimas empezaron a brotar
-¡Anda! Vamos, yo voy contigo - insistí ingenuo.
-Es complicado, ¡no puedo! Son muchas cosas.¡No puedo! - repetías mirando las olas que suaves rompían.
Entendí que esta vez el mar no te hablaba y peor aún, que tú no te atrevías a decirle nada. Era como que algo de lo que se estaba quebrado en ti tenía que ver... ¿con Dios?

-¿Quieres decirle algo al mar? -pregunté
-¡No puedo! - dijiste haciendo esfuerzos por no llorar.
-Pero, tú quieres decirle algo ¿Qué es? ¡Dime, por favor! - insistí

Noté que ya no podías mirarlo como tantas veces conmigo lo hiciste, esta vez (como cuando algunas veces conmigo mismo) solo bajabas los ojos y las pocas lágrimas que te permitiste, brotaron y rodaron por tus mejillas.

-¡Toma! - dije alcanzándote un paquete de toallitas.
-¡No quiero llorar! ¡No está bien! -dijiste tomando, educada, solo una.
-¿Por qué no? dije yo levantando con delicadeza tu carita y buscando tu mirada.
-Mírame, por favor. - te pedí
-No, ¡disculpe! ¡No puedo!
-¿Es que que quieres decirle algo? - pregunté.
-¡No puedo! - respondiste

Volteé a la playa y vi el mar inmenso. Te miré de nuevo y, por un instante me encontré con lo profundo que se esconde en tus bellos ojos. Así, sin casi pensarlo, te dije:

-A veces siento que el mar, es para ti, ¡Dios!
Fue cuando te desbordaste, lloraste  aún cuando querías reprimirlo. Bajabas tu cabeza y cerraste tus ojos pero no lo lograste.

-Dime, ¿quieres decirle algo? - pregunté por tercera vez.

Con mucho esfuerzo dijiste varias cosas bajito que no entendí. Lo que sí oí es cuando terminaste diciendo:

-¡Es que no quiero ser feliz!

-Sin avisarte, me paré, y contraviniendo mi naturaleza y vergüenza, bajé a la playa y con mi pobre voz, grité. "¡Dice que no quiere ser feliz!!!

A la mar le dije eso, pero dentro de mi corazón mirándola otra vez me dije: 
Pero... ¡Yo sí quiero que seas feliz! ¡Te quiero! ¡A ambos!

domingo, 10 de mayo de 2015

No soy el "Mondongo"

La sonrisa más amable, la gentileza al atender un pedido, el parecer paciente para enfrentar al impaciente; todo en unos minutos; todo aprendido
Son formas estudiadas, partes de un protocolo de atención, poses fingidas quizás, pero importantes de aprender, útiles para poder sobrevivir.

-I-
En el histórico de la pequeña "familia lasallista", muchos recuerdan al "Mondongo", aquel profesor sin nombre, de rasgos andinos, baja estatura y responsable de aquella (también pequeña) expresión: "No mi lo rispetan".
Pero, ¿quién era el "Mondongo"? ´Él era un profesor de Historia de apellido Rojas que en el colegio "La Salle" de Lima, cuando éste era todavía una institución que recibía a "otra clase de personas", hijos de familias de "rancio abolengo", "gente bien" que le decían. Quizás por eso, se entendía que al "Mondongo" se lo criticara, no se le perdonara una y que hasta los alumnos se atrevieran a burlarse e hicieran escarnio de él. Por eso también, era natural que "Mondongo" solo contara con uno que otro defensor; una yo conozco y que lo defendió tímidamente (casi, sotto voce) fue mi madre.
Recuerdo las veces cuando mi madre regresaba de alguna reunión con las otras mamás (encopetadas mujeres ellas),y llegaba muy disgustada; no entendía por qué hablaban mal del "Mondongo", por qué no lo consideraban a pesar de ser un esforzado profesor, por qué no respetaban el hecho que había estudiado para ser docente. Lo cierto es que ella no entendía que el arma principal de aquellas señoronas (una oscura y muy peruana), se la daba el mismo profesor: su apariencia, su descuidado vestir, y lo peor, sus desafortunadas expresiones, entre ellas "No mi lo rispetan", esa misma que yo  le escuché en un clase; todo eso les había dado la excusa perfecta para lanzar contra el profe sus más crueles dardos, los que dejaban en claro su "no igualdad", su no "ser como nosotros". Sin embargo, lo que ni siquiera mi mamá sospechaba era que, de alguna forma, todo lo que sucedía señalaba lo evidente: el profesor Rojas tenía una pobre autoestima.
Hoy, caminando por las calles, veo que el mundo ha cambiado, En las calles lo mestizo, la andino y lo antaño "no adecuado", resulta normal; sin embargo, el "no mi lo rispetan"· sigue firme en mi mente por otros motivos, ¡mis motivos!  Esos mismos que aparecen por mi manera de ser, esa que, de alguna manera, empodera a los otros y me hace aparecer como si fuera menos.

-II-
"Ya sabía que era Usted el que hablaba. Mucho "por favor", Edgardito, Usted ordene no más; no pida por favor, ¡ordene!" - me aconsejaba hace tiempo don Julio. Y si bien sus palabras tenían la mejor intención, me chocaban; y aún lo hacen, pues se topan con ese "chip" llamado "ser bien educado", el mismo que mis padres y sobre todo mi madre instaló en mí y que esconde (triste como suena) una pequeña dosis de "yo soy menos que tú".
Hace meses, en una notaria, mientras hacía unos trámites, tuve la mala suerte de necesitar un cambio de horario en una cita. Por eso, se me ocurrió ir tempranito, con la mejor disposición de pedir el cambio y con la esperanza de lograrlo. El resultado fue muy diferente a lo que imaginé; fui maltratado por la administradora, un mujer amargada y déspota, que entendió mi manera de pedir las cosas, mi ser educado y la cortesía como un solapado sentimiento de inferioridad... Gritó, vociferó, y, finalmente, no accedió. Yo solo atiné a callar. Esa fue una de las veces que aún habiendo superado varias cosas me volví a preguntar si de verdad ser educado era parecer o ser un tonto.
Hoy, saliendo de su casa, (la misma que pago aunque parezca visita) volví a sentir los remanentes de mi propio "no mi lo rispetan".  Esta vez no fue la maldita culpa, sino el hecho que (he de reconocerlo) ando medio distraído.
Y es que, querida amiga, las olas han removido el mar de mis prioridades; que caminando contigo me encuentro cambiado, me he reencontrado. Pero, curiosamente, ratos como el de hoy, cuando me encuentran con la guardia baja (pensando en ti), mi "soy menos que"·se reedita, se cuela y vuelve... y lo peor, reaparece mezclado con el el amor y por un momento ya no sé si soy quien soy o si soy el mismo de antes...

Pero, ¿sabe qué, pequeña? ya no lo quiero más.
La razón...

¡Es guau!

Complicado, raro, extraño, como dices...
Voy conociendo tus "jas", tus "jijis" y tus pocos "jejes".
Voy empezando a entender que siempre estás bien (de verdad, bien).
Voy reconciliándome con el mar, y sin querer, conmigo mismo.
Voy comprometiéndome y sintiendo la alegría en el esfuerzo.
Y aunque soy también un simple ratón (yo, uno más), empiezo a creer que es verdad, que "Dios sembró muchas semillas en la Tierra... Y, curiosamente, en esa inmensidad, nos vinimos a encontrar".
Me hace tanto bien estar a tu lado...
Sé lo que implica.
Eso sí es complicado.
Aunque en realidad, es magia; si queremos.

Ocaso

En el horizonte una nube añeja se resiste a morir...
Soy yo.
(10-05-2015)
Las voces al unísono sonaban escépticas, incrédulas y, sin ellas sospecharlo, hasta burlonas. ¿Tú? ¿A tú edad? ¿No sabes lo en lo que te metes? ¿Yo no quiero eso? ¿Eso necesita mucha energía?
Entonces callé; no me animé a explicarles. Sentí que era inútil decirles que eso y más ya lo había pensado. Además, para qué decirles que lo que me pasaba. Eso que aún siendo hermoso, a veces me torturaba. Alguna vez escuché que el tiempo es cruel, pero, nunca hasta entonces lo había sentido así tan fuerte.
Ya en la calle, mientras caminaba vi a lo lejos las nubes que se pintaban de colores. Quiero volver al mar -pensé; sin embargo, regresaba a una soledad que ya no deseaba porque había visto que existía algo más... Algo que había olvidado que quería, algo que nunca pude concretar. 
¿Por qué me costó tanto comprenderlo? No lo sé. Sé que fue mi responsabilidad, fruto de mis errores y mi culpa, de buscar mil refugios: el trabajo, los estudios, el debe ser. Por eso, me perdí.

Hoy, ya no quiero escuchar mi deseos en la boca de otros; el agua, el viento, tu candor, tus ojos, tus manos, tu voz y, en medio de todo, tu corazón, me dicen que aún existe un amanecer.
Y curiosamente, un amanecer nunca hemos visto, siempre ha sido el sol ocultándose. Tal vez por eso, los demás vean en mí solo "tarde noche", "tarde noche" donde el mar y el cielo se funden, "tarde noche" donde desaparecen igual que mi ilusión.
Sin embargo, hoy, quiero creer, sobre todo en mí. Y, desde el fondo de mi corazón, te ofrezco persistir, creer, no dejar, luchar y apostar por la esperanza; por un mañana a la luz de Él, con la protección de Ella.
Hoy, desde el fondo de mi corazón, te pregunto: ¿Dejarás que te acompañe?
Aun cuando no lo hicieras, ya me diste la mar; y nadie está solo allí, ¿recuerdas?


domingo, 3 de mayo de 2015

¡Estás allí!

-Ayer-
Fue un golpecito débil en la palma de mi mano, un leve empujoncito en la barriguita de tu madre lo suficientemente intenso para conmoverme.
¡Está allí! -dije mirándola, mirándote. Ella bajó los ojos, pero solo por un instante. Enseguida los levantó, nos miramos y sonrió. Entonces, amorosa, cruzó sus brazos sobre su vientre y suspiró.
¡Estaba sucediendo!
Ella está cambiando, como cambias tú allí dentro. Yo, humilde intruso de este tiempo, de alguna forma también soy diferente; pero más ella; Pues ella, quien gesta la maravilla que eres tú, hoy siente con más fuerza ¡que te espera!
-Hoy-
No he visto a tu mamá. Pero, por mi parte, te regalo estas simples líneas; son para ti, por ella:

I
No lo crees,
pero estoy aquí.
No me ves,
pero yo te siento.
No me escuchas,
pero yo sí.
No, no, no
¡Sí, sí, sí!

II
El mar me trajo
en su misterioso vaivén
por eso esperas
que mi nombre llegue a tus pies.

La brisa me dice
con extraña y melodiosa voz
que muy pronto lo que deseas sucederá
me llamarás, me recibirás, me amarás.

III
A ti,
mami que me tienes,
mami que me intuyes,
mami que me quieres
Conserva tu corazón.
no lo dejes.

Y como estoy casi seguro que serás musical como tu mamá...

viernes, 1 de mayo de 2015

Celos

Mis padres eran muy diferentes: mientras ella era alegre, todo un cascabel, él era más bien serio y parco. Aunque se amaban, les costó acostumbrarse uno al otro. Cuando mi padre enfermó y fue hospitalizado, mi mamá lo acompañaba casi a todas horas; de hecho, mi papá la tenía casi "capturada", aunque lo cierto era que ella no quería dejarlo. Así, cada vez que ella salía de la habitación, él empezaba a preguntar: "¿A qué hora viene la vieja? ¿Tardará mucho? ¿Por qué demora tanto?" Si alguien quisiera entrever qué se escondía detrás de ese interés, podría encontrar que quizás mi papá era muy exigente y demandante con mi mamá (y lo era); sin embargo, en ese baile (que es para mí es lo más cercano al matrimonio), ambos se complementaban: mientras él reclamaba más la presencia de ella; ella más sentía que debía apurarse para estar a su lado. Ambos, como esposos, eran como Fred Astaire y Ginger Rogers, ¡sincronía total! y obvio que, este "Fred", no quería perder a su "partenaire"; por eso, si alguien osaba acercarse, los celos de mi padre afloraban. Así, a lo largo de su vida tuvieron algunos episodios donde los celos de mi padre provocaban desavenencias entre ellos; el último (que yo sepa) sucedió en el hospital y demostró que, aunque mi papá aunque enfermo, nunca bajó la guardia, no con ella.
He de decir, y esto no será infidencia ya, pues mi madre me lo confirmó hace poco, que mi tío, esposo de mi tía, siempre guardó una especial estima por ella. Yo, cuando niño, lo olía; por eso, una vez boté literalmente a mi tío de mi casa, y algo así sucedió una vez en el cuarto de hospital donde mi padre yacía.
Reconozco que mi tío siempre respetó a mi papá y su manera de expresar su aprecio por mi madre era estar siempre presto a ayudarla. Finalmente, fueron mi mamá y mi tío fueron buenos amigos.
Mi papá llevaba ya varias semanas internado y mi mamá permanecía firme a su lado. También el tío... Así, una de esas veces en que mi papá notó que mi tío se quedó después de que todas la visitas se habían ido, supongo que se puso en alerta y cuando vio que cabeceaba medio adormilado sentado al lado de su cama, cerca a mi mamá. En una de esas, mi padre, aspirando con dificultad el aire, llamó a mi tío y le dijo muy a su estilo: "¡Oiga, García! Ya que tanto hace aquí, ¿no tiene su casa para dormir?"
Así era mi padre, medio celoso, ¿será que eso pasa cuando uno halla su tesoro?

Ya no se estila

Dicen que ya no se estila...
Pedir pan tolete en la panadería,
Tomar el "busing" y jalar la cuerdita para escuchar el "clin" de la campanilla antes de bajar.
Dicen que ya no se estila...
Ir al cine en terno y corbata.
Pedir una "Lulú", la "chaposa más sabrosa", Bimbo o una "Pasteurina" (la favorita de la abuela).
Dicen que ya no se estila...
Usar "Ray-O-Vac" o "Lux", la "pila chola".
Llamar a la Marina de Guerra y saber la Hora oficial peruana (con una aproximación de un milésimo de segundo).
Dicen que ya no se estila...
Peinarse raya al costado y hacerse "montaña".
Sintonizar una radio AM, y escuchar "Radioprogramas del Perú", "Victoria", "Libertad", "Miraflores", "Moderna", "Aeropuerto" o "Reloj".
¡Dicen que ya no estila tantas cosas!
Pero a tu lado,
caminar, conversar, reír, callar, rezar
¡sí se estila! Tanto como 
confiar, creer, soñar, ser valiente, esperar.
Y también, cantar valses, como esos que cantaste bajito de bajada.

Trabajando

Hoy, decidí volver dentro mío,
hoy la barba está crecida, el pelo revuelto,
hoy no como, solo espero;
hoy, trabajo en mí mismo.

Una vez más he vuelto a mi hábitat; a mi guarida, mi refugio.
Siento, sin embargo, que ya no soy el mismo.
Estoy solo, es cierto, pero de alguna manera "extraña", alguien camina conmigo.
Hoy, he tocado la tierra pero mi corazón (¡extraño!) desea tocar el mar.
 
Sé que lo que quiero es más que desear.
Sé que lo que espero es más que confiar.
Hoy, pienso, espero, sueño, escribo; ¿no debo?
Y sí, te pienso, te espero, te sueño, te escribo. Confío.

Sólo Él lo sabe.