sábado, 15 de julio de 2023

Cerrando círculos

Inmadurez emocional

Ese fue el "diagnóstico" que, con muy buena fe quizá, me dio una amiga hace años. Por supuesto, nunca me lo dijo directamente. Lo supe tiempo después a través de otras personas.

No sé si lo decía porque algunas situaciones me solían afectar mucho, o porque me encariñaba con algunas personas que me servían de soporte y guía en el trabajo. Y es que, para bien o para mal, fue allí donde aprendí a encontrar formas (más o menos) eficaces de relacionarme y hacer amistades (más o menos) estables.

Han pasado décadas de eso y todavía sigo siendo sensible a cosas del cotidiano. Sin embargo, aprendí varias estrategias que me ayudan a ser funcional, manejar las interacciones relacionadas con lo que hago y, de alguna forma, también a enmascarar mis emociones.

En resumen, sigo siendo el mismo de siempre, pero más "en control". Más "normal". ¡Al menos para el público!

-Cloe-

A Cloe la conozco por casi tres lustros y aun cuando hemos podido conversar en varias ocasiones, había algo que nunca me había atrevido a decirle hasta ese día.

- Sé que has venido a verme por cosas de la empresa. Como ya terminamos eso, ¿puedo hacer un paréntesis? Te quiero decir algo.

- Sí, normal. Dime.

- Nos conocemos hace tiempo...

- Sí, como 15 años.

- Algunas veces aceptaste cuando te dije para ir al cine o comer algo.

- Sí, disculpa a veces no he podido.

-  Sí, sí. Sobre eso, siempre sentí algo que no sabía cómo decírtelo...

- Tranquilo, dime no más, somos amigos.

- La semana pasada cuando me hablaste de ir al cine, te contesté: "Ok, coordinamos". Si te diste cuenta, esta vez no dije nada más. No propuse un día, ni te mandé mensajes.

- Sí, sorry de verdad. Yo tampoco te llamé..

- No, Cloe. Lo que te dije sobre coordinar, es lo que entiendo que se dice por cortesía...

- ¿Así? No me di cuenta. Pero igual, podemos ir. Esta semana creo que tengo el jueves libre. Mmmm, aunque te confirmo... Todavía está esa de "Soltera, casada, viuda, divorciada". Para que te rías.... Sí, creo que mejor el miércoles de la otra semana seguro que voy a tener un tiempito. Te aviso.


- Justo eso, Cloe. Antes yo esperaba, planificaba, me ilusionaba. Pero sucedía que nunca me confirmabas y no salíamos. O cuando podías, todo era a la apurada: nos encontrábamos en la sala cuando la peli estaba había empezado y luego, al salir, como ya era tarde, solo querías ir a tu casa... No se conversábamos nada.

- Sí pues, es que estoy con muchas cosas a veces. Tú sabes. Pero de verdad, la otra semana sí puedo.

- No comprendes, Cloe. Sé que eres una mujer ocupada. Lo que pienso es otra cosa y te lo pregunto: ¿algunas de las veces que aceptaste era porque te sobraba tiempo?

- Ehhh...

- Así lo sentí varias veces. Más cuando quería conversar y me daba cuenta de que yo era el que hablaba. Poquísimas veces lo hacías tú. Aparte, después de encontrarnos podían pasar meses sin ningún mensaje. Y si te llamaba, no contestabas.

A lo que voy es que sentí que el tiempo que me diste, de alguna forma, parecían migajas.

-¿Migajas?

-Migajas de tu tiempo.

-Mmm...

- Pero tranquila. Es como yo lo sentí; no como haya sido en realidad. Además, no creo que haya dependido siempre de ti. Mira, después de tantos años es muy poco lo que sé de ti. Te conozco apenas. No sé ni dónde vives. ¡Y está bien! Eres reservada, sé que lo haces quizá para cuidarte y lo respeto. Además, las pocas veces que me has contado algo de ti, entiendo que has tenido momentos difíciles y quizá no sientes que debas contarme más. Finalmente, y lo más bravo de todo, es que tu trabajo es demandante y cansado, super estresante; peor ahora que tienes que andar viajando. Imagino que, en medio de todo, hay días que no tienes ganas de ver a nadie más.

Es lo que pienso, quizá esté errado. Es como lo he percibido en este tiempo. Así te he conocido y así te tengo cariño.

-Sí yo también te tengo cariño... Y sorry de verdad. No imaginaba que hubieses notado eso...

-Entiendo, Cloe. No te disculpes. Disculpa tú más bien. Te lo debí haber dicho hace tiempo.

-Xime-

Durante el encierro por la pandemia del COVID-19 hablamos horas por teléfono. En realidad, conversamos mucho y muy poco a la vez.

La última que escribí algo, fue sobre ella. Era, en realidad, el escrito era forzado y un absurdo total: "Xime es blanca, menuda y suave que se diría toda de algodón…"  y que "´pareciera que es la mejor amiga que esta tormenta me pudo regalar".

Xime, aunque si es más o menos clara, no es menuda, y menos tengo forma de saber si es suave como el algodón.

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Al quinto día de inicio de encierro la llamé por su cumpleaños y me contestó. Luego volví a hacerlo y, para mi sorpresa, lo hizo de nuevo. ¡Raro para una Millennial!

Con el tiempo hablábamos casi a diario y se convirtió en una suerte de salvavidas durante la locura que significó eso de "reinventarnos" para sobrevivir.

Pronto las llamadas se extendieron a la noche y aún recuerdo una frase que me sonó extraña:

Háblame, te escucho.

Fue el permiso que necesitaba para abrirme y empezar a contrale sobre mi vida y mis pensamientos. A veces ella comentaba algo, pero nada más. Yo era el que se quedaba hablando y hablando, hasta que Xime se quedaba dormida.

Al inicio no me importaba. Lo curioso es que por el día nunca hacía referencia a lo que decía en las noches; estas eran sobre cómo enfrentaba su nuevo trabajo en remoto y cómo la podía apoyar en algunas cosas relacionadas con él.

-Te voy contar de...

-Nooo. No hables. ¡Solo hazme dormir! 

-Pero, si tienes sueño, te corto y ya.

-¡No! Tu voz me arrulla. Pero no me cuentes nada. ¡Solo haz que me duerma!

(....)

- (Resoplidos)

clic

-¡Oye, me colgaste! ¡No pues, no me dejes!

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El ASMR fue "el descubrimiento" de la pandemia. "El término ASMR (respuesta sensorial meridiana autónoma/ Autonomous Sensory Meridian Response) es un neologismo que hace referencia a un fenómeno biológico caracterizado por una agradable sensación de hormigueo que se siente usualmente en la cabeza, cuero cabelludo o en todo el cuerpo. Se trata de respuestas a distintos estímulos visuales y auditivos con similitudes a otro fenómeno denominado “sinestesia visual-auditiva”. (Beltrán Bretones, M. T; 2016)"

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Las "conversaciones" con Xime se convirtieron en sesiones de ASMR, me limité  a decirle "duerme, duerme", hacer ciertos ruidos, iguales a los que se le hace a un bebé, "acunarla" y esperar una o dos horas hasta que la escuchara roncar.

En noviembre de 2021, después de 19 meses de conversaciones reales solo por la mañana y la tarde, y tras varias jornadas de "ayuda" en sus trabajos, se me ocurrió que Xime podría ser la persona indicada para regresar a una sala de cine. 

-Van a estrenar "Un mundo para Julius", la peli de Rossana Díaz Costa.

-Ah, ¡qué bueno!

-Es que te quería preguntar si quisieras ir.

-Tengo cosas que hacer. No sé cómo editar los videos para mi diplomado... Los necesito, ¿me ayudas?

-Sí, claro, ponlos en un drive y los miro.

- Bueno, si puedes para hoy, los subo.

Era un sábado. Había comprado las entradas y los "combos" en línea. Estaba contento porque los de Cineplanet aún me consideraban cliente "Black".

Como siempre llegué temprano. Después de recoger los combos y llenar las bolistas del "refill", la esperé sentado en una de las bancas de madera del segundo piso del complejo.

Al verla, mi primera intención (poco común para mí), fue querer darle un abrazo. Me contuve. Más aun cuando dijo:

- Hola, ya estás acá... ¿qué sala es? ¿ya empezó?

- Sí, este es tu combo con agua y el número de sala ya te lo mandé a tu WhatsApp ayer por la noche.  La función empezó hace diez minutos.

- Pero me dijiste que era a las cuatro y diez y son las cuatro y media.

- Si ves la entrada, en realidad la peli empieza a las cuatro y treinta y cinco. Por eso quise asegurar.

- ¡Qué estresadito eres! Hey, espera un rato. ¿Ya quieres entrar? ¡Voy al baño!

- Está bien, te espero...

Xime fue a los servicios y cuando salió nos dirigimos a la sala 2.

No sé cómo, pero puede abrirle la puerta para entrar. La peli ya había empezado, me contuve y no dije nada. Le indiqué los sitios, le dije que eran desde donde se veía y escuchaba mejor. Acomodé las bandejas, desenvolví una cañita que había pedido por si acaso y se la ofrecí. Me aseguré de que la cancha no se derramara y le dejé dos tissues en la bandeja justo al alcance de su mano, pues la novedad post pandémica era que con las justas te daban dos servilletas.

La película acabó. Xime no comentó nada. Se paró antes de que yo pudiera preguntarle si le gustó, me dijo "ya vamos". 

Por el pasadizo fuera de la sala empezó a contarme sobre lo mucho que le costaba incrustar los videos en Powe Point pues, como siempre decía, era "mala en tecnología".

Bajamos al primer piso y antes de que le pudiera preguntar si deseaba tomar algo, me hizo sentar en una de las bancas del bulevar Mantaro y me dijo:

- Mira, estoy muy agradecida por el cine y tu ayuda. Pero siento que me estresas. Todo lo tienes como que ordenado, planificado. Eso de ceder el espacio, estar pendiente del tiempo, preguntarme si quiero algo sin que te lo pida, ponerte a la izquierda para que baje las escaleras por donde está el pasamanos. ¡Es mucho estrés!

-Disculpa.... es que no... no lo pensé.

-¿Te molestaste de que haya llegado tarde?

- Un poco. ¿Recuerdas que una vez te conté de una amiga que siempre cuando la invito llega cuando la peli...?

-¡Basta ahí! ¿Sabes? Me haces acordar a ese personaje... 

-¿Qué personaje?

- ¡Ese! ¡Sí! ¡Eres como Sheldon!

-¿El de "The Big Bang Theory"?

- Recién en pandemia vi los 279 cap…

-¡Sí, ese mismo! ¡Qué estrés! Sabes, te agradezco, pero ya me tengo que ir. Quedé con mi hermano para ir a visitar a una amiga.

Al ponerse de pie, quizá por costumbre, puso una mejilla y aun con mascarilla, solo acerqué mi cara. Luego, no sé por qué, la abracé apenas.

Fue como abrazar una columna, pero felizmente no dijo nada.

Bueno, sí:

- De repente te llamo por la noche. Necesito dormir.


viernes, 15 de mayo de 2020

Huir

-Citomegalovirus - dijo el médico.
Tuvo que repetirlo dos veces para entender quién o qué era el responsable de casi un mes y medio de fiebre.
-¿Y ahora? - pregunté con un hilo de voz
-¿Ahora?  Bueno, tiene que poner de su parte. Acá en el hospital lo controlamos, pero es su cuerpo el que tiene que hacer su trabajo -replicó el galeno.
- O sea - pensé - ¡Estoy frito! Yo que no me quiero ir y ellos que no pueden hacer nada.
Finalmente, después de dos semanas, luché y, gracias a una promesa (que ahora creo que fue más producto de la culpa que de mis ganas de solucionar algo), me recuperé. 
Sin embargo, mi matrimonio siguió como siempre, herido de muerte.


-I-
Varias veces, a lo largo de mi vida, he sentido las ganas de que "todo se acabe" o quizás, siendo iluso o cobarde, de que algo maravilloso suceda y se me "libre de todo mal". Las ocasiones en las que se me cruzaron por la cabeza tamañas tonterías han sido muchas: La primera que recuerdo era de cuando era adolescente pequeño y sacaba una mala nota. Cuando enseñaba mi libreta de notas a mis papás me decía "trágame tierra". Las otras (las peores) eran las veces en que a "él" se le ocurría tirarme al suelo y me forzaba a darle besos en la boca. Yo solo rogaba que todo terminara rápido y me dejara en paz.
Años después, debido a las responsabilidades que tocaron abruptamente a mi puerta, el deseo de huir se hizo más fuerte. Mi vida había quedado limitada al "deber ser" y "hacer lo correcto".

Curiosamente, fue el trabajo el que resultó ser mi aliado, mi refugio, y por qué no decirlo, la herramienta que utilicé para escapar y seguir adelante.

Alguna vez alguien me dijo: "¡Cuidado con usar el trabajo y menos a sus alumnos para esconderse de sus problemas!". He de reconocer que algunas veces lo hice, "usé" mis obligaciones para huir de la realidad, tener algo de equilibrio y sentirme útil, productivo, menos "equivocado".

-II-
Esa tarde, después de meditarlo y de enfrentar mis dudas, había decidido que debía dar "el gran paso": Tras vivir juntos algunos años juntos como familia, creí que había logrado cierto equilibrio entre mis sentimientos, las funciones que cumplía como papá y las exigencias del trabajo. Por eso, mientras subía por las escaleras hacia el pequeño departamento que arrendábamos en el cuarto piso de un modesto edificio, algo me decía que era posible "formalizar" mi relación. Estaba dispuesto a que la unión de "ella" y yo fuera bendecida por Dios. Nunca imaginé que, al acercarme al pasadizo, cerca de la puerta, el olor a tabaco fuera el anuncio de algo que "ella" había estado pensando. 

Al abrir la puerta del depa. estaba "ella", sentada en la cabecera de la mesa, todavía con el traje sastre que usaba desde que empezó a trabajar como asistenta personal de un adinerado empresario; fumando.

Ingenuo, terminé de dar mi discurso y su "no" fue claro y rotundo. Es más, desde esa misma noche tuve de dormir solo.

"Ella" dijo que ya no me quería.

Desde ese día, las cosas cambiaron; aunque vivíamos en el mismo lugar, "ella" empezó a tener una vida más independiente, trabajaba con ahínco y, algunas veces, llegaba, comía algo, se arreglaba y volvía a salir.

-III-
Durante semanas fue lo mismo: daba clases y a eso de la cuarta o quinta hora, la fiebre subía. Tomara lo que tomara, la calentura era inevitable.

En casa, ni "ella" ni mis hijas sabían lo que me pasaba. Yo trataba de cumplir mi rutina de siempre: salía a trabajar muy temprano, llegaba a la escuela, entraba a mi aula y esperaba a mis alumnos. Encontraba en ello sosiego, un poco de paz y ánimo.

Digamos que, como siempre, me sentía bien con mis chicos, lo malo es que mi cuerpo no respondía de la misma manera. Tenía una nueva tarea: cada día, cuando la fiebre subía, iba al Departamento Médico del colegio, descansaba y esperaba que la medicina hiciese efecto para regresar al salón y terminar las clases que me faltaran.

Como ya iba por la tercera semana de aquello, un viernes, la doc (la de frutal nombre), me dijo que me llevaría a casa.

¡Me engañó! Ya en su carro nos dirigimos a una farmacia donde compró lo esencial para el aseo y de allí a un bazar para comprar un pijama. Así, sin consultarme, me llevó al Hospital Edgardo Rebagliati.
Si no conocen el servicio de "Emergencia" del Rebagliati, solo diré que la experiencia de estar allí es inolvidable.

En el mejor de los casos, es posible conseguir una silla de ruedas estacionada en un pasadizo, a la espera de que el médico de turno o alguna enfermera que te "monitoree".

-III-
Como la fiebre no cedía; tras 04 horas (y gracias a las gestiones de mi amiga, "la doc") me "subieron a piso": el 10.

Ya instalado, me tuve que acostumbrar a nuevos rituales que acepté resignado.

Temprano por la mañana, eran las visitas en las que me hacían las mismas preguntas: desde la clásica sobtre en qué trabajaba; seguidas de otras como a qué lugares había viajado últimamente, o si había comido tal o cual comida.

Generalmente, eran los estudiantes de medicina los más afanosos y nom perdían la ocasión de hacer las preguntas más rebuscadas.

Pronto me habitué a los interrogatorios y a que me revisaran a su gusto. ¡Total, andaba casi siempre  medio aturdido por la fiebre!

-IV-
Tres días después se presentaron mis padres. Los médicos aprovecharon en ponerlos al día sobre sus presunciones. Obviamente, casi todas erradas.

Dos semanas después, vino "ella"

-V-
El primer reencuentro fue penoso. Casi no pude hablar. Solo la miré y esperaba que "ella" me dijera algo. Sin embargo, fiel a su forma de ser, no me dijo nada. Solo se sentó al pie de la cama y de vez en cuando su mirada se perdía mirando por la ventana del cuarto.

Llegó el  mes y una semana. Decidí que era yo quien tenía que decirle algo.

Pedí que la llamaran y "ella" regresó. Entonces, de la mejor manera que pude, traté de buscar las palabras precisas para explicarle lo que sentía y lo que quería. Le pedí perdón y le rogué que aceptara "intentarlo otra vez".
Ahora que pienso en ese momento, no sé si era consciente de lo que estaba haciendo. En realidad, la estaba presionando.

Ahí estaba yo, tomando su mano y ella no sabiendo si sostenerla o soltarla e irse sin decir nada.

Finalmente, sin mirarme, dijo:

-Está bien, pero solo con una condición.

-Sí, ¿cuál?
-Que no me preguntes nada.

-VI-
Milagrosamente, a los pocos días firmaba algo así como una "exoneración de responsabilidad". Yo mismo me di de alta y me preparé para regresar a "casa".  Nadie me recogió. Maleta en mano, tomé las 32 y me fui.

Todo pintaba mal, ¡pero no lo vi!

-VII-
Años más tarde me di cuenta de que, en vez de ir tras algo, había seguía huyendo.

En realidad, mi insistencia hizo que albergara esperanzas en base a una promesa forzada. Eso hizo que, tiempo después, por más que tratara, ni siquiera yo mismo pudiera huir de mí mismo y de mis decisiones...


domingo, 3 de mayo de 2020

Xime

Xime es blanca, menuda y suave que se diría toda de algodón…

La frase resonó en mis oídos aquella mañana al despertar. Fue justo al amanecer de una noche en que no hablamos. Y, aun cuando no tenía ningún sentido (salvo alguna remembranza “juanramónjiimeniana”); me hizo pensar en cuánto puedes aprender a conocer a una persona, solo escuchándola.
 

Xime, desde mi recuerdo…
Es blanca, con finas capas de emociones y ojos que las delatan.
Es, aunque no lo sepa, dulce y sensible… Y en eso, sí parece de algodón.
Xime va por el día…
Entre inquieta como una ardilla, y distraída como una flor.
Entre yendo y viniendo, como olas en una playa, y, a veces, como vendaval en la tempestad.
Y es que Xime es…
Explosión y calma, ¡todo en un instante!
Ternura y candor, más aún, cuando su voz se pierde en el silencio.
Y, aunque con Xime…
Sé que andamos por caminos separados…
Pareciera que es la mejor amiga que esta tormenta me pudo regalar.
Y ya ves, Xime: Sin drama, ¿eh?
(Y hasta cuando sea posible).
Post data post pandemia:
Hoy sé que todo fue un espejismo. Que como dicen, uno cree lo que quiere creer. 

sábado, 28 de marzo de 2020

Confesión

Habían pasado muchos años de andar "buscando respuestas".
En mi "Getsemaní" hube de sufrir un tiempo para por fin escucharlo...
Nadie estaba orando allí conmigo.
Fui así que lo acepté.
(febrero de 2009)

-De retiro-
Aquella mañana, muy temprano, sentado al fondo de la iglesia, no me atreví siquiera a mirarlo. Ya no sentía nada en realidad. Había llorado mucho la noche anterior.
De pronto, sentí "su voz" que me hablaba; y, extraño como suena, el mensaje ya la revelación no vino de fuera, sino desde dentro de mí:
Creo en ti y te espero -dijo
Entonces comprendí, me levanté, y volví a caminar.

-Estudiando-
Era un curso de psicoterapia que giraba alrededor del Existencialismo. Estaba a cargo de la profesora Luisa E-F, una mujer muy inteligente, guapa, culta y atea declarada.

Una vez, mientras estudiábamos a Kierkegaard, pidió a los alumnos que contáramos alguna vivencia que nos haya resultado especial en nuestra vida. Yo, no sé por qué, compartí lo que relaté antes.
Una vez que terminé, no imaginé que Luisa, mirándome por encima de la montura de sus anteojos diera: Caray, ¡debes sentirte afortunado! Muy poca gente experimenta algo así en su vida. Ese "alguien" que habló no eras tú, obviamente... Como mencioné, el hombre es una síntesis de cuerpo y alma. A través del cuerpo y el alma las personas pueden descubrir las posibilidades y las limitaciones de su propia existencia. La voz que escuchaste era algo muy fuerte, algo así como la evidencia de que es posible el encuentro de una persona con la trascendencia...

No supe esperaba una respuesta así, ¡menos viniendo de ella!

Me sentí contento de haber hablado.

-Aislado-
Han pasado varios años de esos eventos y veo mi vida desde otra perspectiva: siento que no hay nada como la salud y la libertad, siento que es bueno ser más o menos juicioso sin llegar a la exageración, siento que hay que procurar estar alerta a lo que sucede alrededor y más que nada, es importante tartar de no perderse de uno mismo en el intento.
Hoy, cuando el temor ha hecho evidente nuestra fragilidad como seres humanos y nos vemos obligados a renunciar a nuestras rutinas y placeres más sencillos; hoy, cuando cuestionamos lo que muchos tenían definido como un "plan de vida"; hoy, cuando abierta o veladamente clamamos al Cielo por un milagro.
Finalmente, hoy, en medio de la locura del aislamiento y el "trabajo remoto", siento que es tiempo para detenerme y tratar de reconectarme con "esa voz", esa que antaño me habló. Es momento de pedir por las personas que amo, que me importan y por la humanidad entera; pero más que nada, es momento de ser agradecido por las cosas que viví y añorar, por qué no, las que no viví.

¡Probablemente no haya más opción!

Nota:
A falta de una canción con letra profunda u otra más obvia como "Cómo no creer en Dios"; dejo, "Life is life" de Opus, una canción ochentera, bailable, que habla de la "fuerza" en la vida; esa que, hoy por hoy, está muy vapuleada.

Xime, que dice que "es vida", quizá comprenda más y me sugiera una mejor.

jueves, 26 de marzo de 2020

Goodbye my love!

Después de lo que estamos viviendo, muchas cosas van a cambiar. ¡De hecho que sí! 
Desde la forma de relacionarnos y la etiqueta social, hasta esa peregrina idea de que los seres humanos somos cuasi invulnerables y dueños de nuestro destino.
(Taras de una sociedad postmoderna).

En cuanto a cosas más prosaicas, quizá algo que lamentaría sobremanera, es que los efectos de la pandemia signifiquen el golpe de gracia para los cines.

Pensando en eso, volví sobre este texto que empecé hace dos años y relata un episodio simple de mi "amor" por el cine.


¿Parece como que vas a llorar??? -dijo Cleo extrañada.

Tuve que desviar la mirada pues me sentí descubierto. ¡Era verdad! Me sentía mal porque había llegado temprano y tuve que esperarla. Habíamos quedado en ir a la función de las seis y media. ¡Eran las 6:35 y estábamos en la cola para comprar una botella de agua!

Ir al cine es un para mí más que un buen hábito o un simple entretenimiento. Es un legado, un rito sencillo que aprendí a valorar gracias a mi padre. Anécdotas relacionadas con el cine, tengo muchas y las guardo en mi memoria desde muy pequeño.

Por eso, cuando Cleo llegó tarde...

¡Cómo decirle que, de entre mis pocos placeres, el cine era uno de los más importantes!
¡Cómo decirle que me sentía triste de no poder estar en la sala cuando las luces se apagaran!
¡Cómo decirle que sí me importa ver una película completa!

¡Como contarle que antaño se podía escuchar música de Fausto Papetti, Mantovani o Paul Mauriat antes de que se corrieran las cortinas y empezara la proyección!
¡Cómo contarle que al inicio de los setenta teníamos que soplarnos un corto propagandístico del gobierno miliar o, si tenías suerte, podías disfrutar de dibujos animados de Warner o Disney previos a la película!
¡Cómo contarle qué sucedía cuando la película, de lo gastada que estaba, se rompía y dejaba la pantalla en blanco!

¡Cómo explicarle que las películas podían retacearse ya sea por el desgaste o por la censura!
¡Cómo explicarle que una función se podía cancelar si no llegaba un rollo de los 8 o 10 que la formaban una película!
¡Cómo explicarle que una proyección podría ser pésima cuando los carbones del proyector se gastaban o que la cinta estuviese tan rayada y trajinada que verla resultaba un suplicio!


¡Como hacerle entender que en la cabinas de proyección podía haber más de un proyector y se sabía que tenían que cambiar de proyector cuando aparecía un circulo pequeño proyectado en la parte superior derecha de la pantalla!
¡Cómo hacerle entender que hoy las películas como tales, ya no existen; como tampoco existen los cines de una sola sala y miles de espectadores; ¡menos las clásicas funciones de matinée, vermouth y noche!
¡Cómo hacerle entender que las películas podían estar en cartelera de 10 a 12 semanas, primero en cines de estreno y luego en los de barrio!

Aunque, igual que las salas de antes, el cine de mi niñez y mi juventud tampoco existe, pero algo de la magia se mantiene.

Por eso, amo el cine, ¡el buen cine!
E igual: ¡amo llegar temprano y ver la película completa!

¡Cómo podía ella entender!
Y hoy:
¡Cómo entender que le podría decir adiós a "mi amor"!


lunes, 23 de marzo de 2020

Si fuera siempre hoy

En tiempos medio apocalípticos, hay quienes buscan reconciliarse, acercarse o simplemente buscar y conectarse con aquellas personas con quien sienten que quedó algo inconcluso, algo no dicho, o quizás algo nuevo por decir.

Ese no es mi caso. 
Debo ser respetuoso con ella.
Si bien la recuerdo, siento que lo que tenía que decir ya lo dije. Sin embargo, como si fueran dos caras de una misma moneda, quiero dejar constancia de dos escritos del mismo año: uno, de cuando yo mismo no sabía lo que se estaba gestando en mi corazón y otro, de cuando era evidente que los sentimientos, aun siendo sinceros, no tenían futuro.

Febrero (En medio de una clase de "Literacidad", sin ella)


Si fuera..
Si fuera tu camino, sería el más largo.
Si fuera tu compañero, tu aroma.
Si fuera un deseo, sería el más oculto.
Si fuera yo, sería contigo
(28.03)

Noviembre (En medio de día bueno, con ella)


Siempre (microrrelato)
Por más que luchó por evitarlo, las lágrimas saltaban de sus ojos.
La tristeza, implacable, había terminado por abrasarlo.
¿Quién te hizo tanto daño? - preguntó.
Sin querer, sus ojos se detuvieron en su brazo y en el tatuaje que decía: "Siempre es hoy".
A pesar de que antes ella había tratado de explicarle lo qué significaba la frase para ella; de pronto, esta tuvo otro sentido para él.
¡Y lloró!
(23.11)

domingo, 22 de marzo de 2020

No es el fin, pero...

Quizá no es la mejor película pera ver en la cuarentena, pero tengo a quién culpar. Su indicación fue simple: "Ahora no tienes excusa para no grabar en un disco todos esos DVD que guardas. Ten lista una bolsa para mandarlos a reciclaje después". 

Poco a poco la bolsa va quedando lista, pero mis emociones no.
Durante esta semana de distanciamiento social he recibido mensajes de todo tipo; desde informativos, alarmistas, ingeniosos u otros que rayan en el humor negro. La mayoría, sin embargo, han sido de esperanza, de aliento, de confianza en Dios y en la Providencia. Lo curioso es que en ninguno de ellos ha aparecido las palabras temor o incertidumbre. Aunque, estoy casi seguro, de que ambas emociones están allí.
"Buscando un amigo para el fin del mundo" es para muchos una película olvidable. La casualidad ha querido que la regrese a ella en lo que parece será un largo periodo de soledad.

Así, hoy la he vuelto a ver con ojos de miedo.

La historia es simple: un asteroide de 112 km caerá sobre la Tierra en tres semanas y eso significará el final de la humanidad. En ese contexto Dodge conocerá a Penny.
Hacia el final de la película dos escenas resultan conmovedoras:

La primera, cuando Dodge, junto a Penny, va a buscar a su padre quien lo abandonó de niño.

El fondo musical de "The air that I breath" de The Hollies acompaña la escena del reencuentro y también la confesión  de Dodge a Penny: "Eres el amor de mi vida".

La segunda, que termina su corta historia juntos, llega el final de todo, ¡literalmente! 
Penny: Solo quiero estar contigo.
Dodge: Y yo también contigo.
Penny: Sin ti no podría vivir, no importa hasta cuándo.
(...)
Penny: ¿Qué hacemos ahora?
Dodge: Solo quiero estar contigo, quiero estar hablando contigo.
(...)
Penny: ¿Sobre qué quieres hablar?
Dodge: ¿Dónde creciste?
Penny: Nací en Surrey... Toda mi familia es de allí... y, mi mamá fue periodista antes de su matrimonio. Nunca pelearon o nunca los oí pelear. Charlie es el mayor, después Benny y después yo. Y, tenía una hermana, pero al nacer murió. Aún pienso en ella.
(Se escucha una explosión, probablemente el primer impacto del asteroide sobre la Tierra.)
Penny: ¡Oh, Dios!
Dodge: ¿Cuál era su nombre? ¿Cuál era el nombre de ella?
Penny: Patricia... Patricia Hope Lockhart
Dodge: ¡Qué hermoso! Es un nombre hermoso.
(...)
Penny: ¡Ojalá te hubiera conocido hace mucho! ¡Cuando niños!
Dodge: No habría pasado de otra manera. Tenía que pasar ahora.
Penny: Pero es poco tiempo...
Dodge: Nunca habría sido suficiente.
(Una nueva explosión)
Penny: ¡Tengo miedo!
Dodge: Yo... estoy muy enamorado de ti, Penny. Eres lo que más quiero en el mundo entero.
Penny: ¡Creí que nos salvaríamos uno al otro!
Dodge: Así fue.... Penny, estoy feliz de haberte conocido.

(Un fuerte destello detrás de Penny termina por iluminarlo todo.)

Es bueno valorar tu vida, la de un otro.
Pocos, sin embargo, tienen la oportunidad de valorar su vida junto a un otro.