domingo, 10 de abril de 2016

Dicen de mí - reflejos

-I-
El espejo de tres cuerpos existe hasta ahora.
El espejo es parte del tocador de mi madre.

Frente a él mi hermano mayor y yo, en un gesto de audacia extrema, alguna vez saltamos sobre la cama de mis padres, jugando a la guerra y mirándonos como si fuera una gran pantalla.
Frente a él, sin que nadie me vea, imitaba a mi grupo favorito con una fonomímica insulsa y loca.
Frente a él, finalmente, entendí que de alguna manera saus reflejo me permitieron comprender que "dentro suyo" podría encontrar a mis "otros yo", los de antes y, quién sabe, si a los de hoy.

-II-
Cada vez que mi familia decidía salir los domingos, yo prefería quedarme en casa. Varias veces aproveché eso para retirar los adornos, cosméticos y joyeros de mi madre, entrecerrar los aleros laterales del mueble, dejando al centro el espacio justo para introducir la cabeza.

Era extraño cuando con los ojos cerrados y casi conteniendo la respiración, metía poco a poco mi cabeza. Al abrirlos sentía que estaba en un espacio diferente, una dimensión diferente donde cientos de imágenes mías se perdían hasta el infinito; desaparecían, y lo que me rodeaba ya no era más.
-III-
Décadas después, se me ocurrió repetir la experiencia. Entré al cuarto -que ahora solo lo ocupa mi madre-, y aún con los rezagos de mi (mala) educación, me aseguré de que nadie me pudiera pillar. Retiré los pocos objetos que ahora había y repetí el ritual de cuando era niño.
Pero ¡oh, sorpresa!, la magia se había ido.
Lo único que vi era el reflejo de mi rostro repetido una y otra vez. No sé bien por qué, pero fue un momento incómodo.
De pequeño, dentro del esapacio que creaba con el espejo encontraba "personas amables" que seguían mis movimientos, que no me cuestionaban si estaba serio o sonreía. Lo que encontré más tarde es que mi imagen se había vuelto medio gris y que me reconocía manchado, extraño, deforme, diferente en el peor sentido y hasta ¡malo! 
Así comprendí que mi autopercepción era la que se había deformado. Estaba empañada y rota, gracias al efecto de "los demás".
Lo cierto era que fui yo mismo quien permitió que así sucediera, dejando que "los demás" controlaran mi reflejo, algunas de mis decisiones y quizá parte de mi vida. 
Era un hecho que si decía que las cosas "iban bien" era porque "los demás" así lo determinaban. Si eran oscuras y complicadas, era también cuando dejaba que "los demás" me devolvieran imágenes terribles de mí mismo.
Supongo que no todos lo hacían con mala intención. Había gente cercana. Pero también otras que manipulaban a su antojo sus "reflejos" cargados de crítica, reclamo, burla y sarcasmo.
-IV-
Fue un tiempo complicado en el que poco hice por evitar que opiniones, expectativas, especulaciones y opiniones de los demás se volvieran "mi medida" y de alguna manera, mi desgracia.
Así, como Sísifo, ciego y resignado, cargué una y otra vez la roca de mi culpa, de mi negativismo y mi duda. Lo peor era que aceptaba mi castigo y hasta imaginaba que lo merecía, pues "así tenía que ser".
Limpiarme me costó mucho. Igual que reconciliarme con mi "reflejo".
Felizmente, hoy, ya no cansé de mirarme en el espejo de "los otros".
Hoy, me tengo a mí, lo tengo a Él, y a ti que en tus ojos me veo.