sábado, 26 de septiembre de 2015

Y l@ dejaste volar

Era una reunión donde ninguno de los dos estábamos del todo encajados. A diferencia de la joven,  yo estaba acostumbrado a estar solo; ella por su parte, separada hacía poco, parecía el cromo suelto de un álbum, ¡sin lugar!
-Te sientes rara, ¿no?
-Sí. ¿Cómo te has dado cuenta?
-Pues por tu mirada perdida y de cómo evitas mirar a las parejas.
Ella quedó sorprendida y solo asintió.
-Estás triste y mirándolos te duele estar sola, ¿no?
La mujer levantó la cara y parpadeó con rapidez como queriendo que sus ojos no se aguaran. Entonces lamenté haber hablado; para mí era tan obvio lo que vivía que no pude evitar sentir compasión por ella.
Sé que no suena muy "de hombres"pero a lo largo de mi experiencia escuchando a personas, son más las mujeres con quienes, sin decírselo, he coincidido más en saber reflejar cómo se siente la soledad.
Es curioso pero hay patrones que se repiten, seas varón o mujer.

I
Hoy lloré y, como otr@s tant@s, lo hice en la ducha, pues así no se nota... Ducharse es un ejercicio diario donde generalmente mi mente se despeja y se me ocurren muchas ideas (algunas buenas, la verdad). Esta mañana las ideas no llegaron; solo vino a mi mente ella y fue demasiado. Extrañarla me dolía y no tenerla, ¡aún más! Por eso desbordé...
Ver mis lágrimas corriendo por el piso en una mezcla de agua y jabón y ahogar un grito en mi garganta fue una sola cosa y, repito, ¡fue demasiado! Solo pedí bajito a Dios que no me alejara de ella; que cada cosa que habíamos vivido no hubiese significado nada... En realidad, la sensación de perderla estaba siempre presente. Curiosamente, solía aparecer cuando estando a su lado percibía que de alguna manera ella no estaba allí conmigo... A ratos, su mirada se perdía y sus silencios se hacían largos, ellos eran evidencia de sus temores. Y hasta su sonrisa y gestos muchas veces sabían ocultar su tristeza: Años de labor pastoral, oratorio, fiesta y espiritualidad habían forjado a pulso su "experticia" en mostrarse luminosa y en esconder lo que en realidad le dolía, ¡aún a ella misma! Hoy, siento con tristeza que eso mismo es lo que parece alejarla y me impide sintonizar del todo con lo que desea, con lo que yo también sueño y espero.
II
Hoy lloré y, como otr@s tant@s, fue de noche y en mi cama, mi único espacio privilegiado. Allí es posible desahogarme a mis anchas y reclamar; allí vale todo, hasta añorar el amor esquivo. Hoy en día, aunque no lo hago tan seguido, a veces me quiebro cuando mi lado más humano (y mundano) produce pequeños "hipos" en mi fe y en mi confianza.
Hoy, repito, lloré (Dionicio, tu oso, lo sabe) y fue extraño pues te había visto y habíamos estado bien: así, cursi como suena, Te había mirado, escuchado, mimado en lo posible y más que nada me había perdido en tus ojos, tanto, que de pronto el mundo alrededor desapareció y "lo nuestro" encontró su espacio y su sentido.
Todo eso cambió mientras tumbado en la cama, leía. El libro de Murakami hizo que me agitara. Increíble como suena, la historia de amor de la novela (una de un amor pasado) hacia que mi respiración se entrecortara pues me di cuenta de algunos detalles: hoy te había visto contenta, cantabas pero en un instante te pusiste pensativa, como atrapada en tu pensamientos. Conocía esos momentos y mi mente me traicionó: ¡Te perdería! ¡Te irías! ¡No podía soportarlo! ¡Era mi misma historia desde hacía un tiempo! La del perdedor, la del que no le toca ser feliz, la del que siente que aún esforzándose no logra lo que desea.
¡Y lloré!
III
¿Perderte o dejarte ir?
Querer no hacerlo y sentir que a veces parece que es lo que quieres sin querer.

viernes, 25 de septiembre de 2015

A mí no me tocó

Te sentías tonta, estúpida y, aunque  no lo dijeras, entendí que a pesar de todo y de alguna manera, habías seguido confiando. Comprendí que en el fondo de tu corazón había quedado un rescoldo de tu apuesta, una brizna de tu amor, una chispa de esperanza; algo así como unas ganas locas de creer que no todo había sido una mentira.
Por eso, fue tan sencillo como leer algunas líneas en un papel y luego quedar sepultada bajo el peso de la decepción.  El monstruo de tu cólera despertó y empezó a golpear sin piedad a todos; pero más que a nadie, ¡a ti misma! El dolor y las cosas del pasado volvían a perseguirte gritando: ¡ingenua tú! ¡idiota tú! ¡no mereces ser feliz! ¡no vale la pena arriesgar!
Entonces dijiste ¡basta! El engaño y la rabia te quemaban por dentro y peor aun porque no podías dejar de sentir piedad por él... Yo, sin saber qué más hacer, trataba de entender cómo, por más que quise, nunca pude llenar tu vacío.
Tú decidiste que no podías amar, que no ya podías volver creer en nadie. Y aunque muchas veces antes lo habías dicho, está vez sentí que de verdad habías tirado la toalla, te habías rendido, habías abdicado a tu felicidad. ¡habías renunciado a la batalla!
Él te había dañado, lo sé, pero lo que me dolía era sentir que su daño se convertía en tu culpa. Sé que hay quienes dicen que él "te perjudicó"; yo no lo creo así. Tu "razón" es más que una bendición. Sin embargo, sé que el sí te hirió; pero no solo a ti, sino a muchos de los que aún seguimos a tu lado. "Todos perdemos" - te dije y te lo repetí más de una vez para que entendieras.
Hoy eres como agua que escapa entre mis dedos. ¿Será que tenía una misión contigo y ya está cumplida...?
Hoy siento que de entre muchos, a mi no me ha tocado ganar. Entonces, solo me falta morir del todo pues contigo muere una parte más de mí.