viernes, 24 de abril de 2015

Hoy por hoy te dije

En mucha confianza te digo:

Hoy por hoy,
no pensaba que la mar nos uniría,
mis sueños más grises de niñez fueron con ella.
Hoy por hoy,
no imaginaba que el tiempo fuera tan tirano,
mi paciencia se rebela contra la Esperanza
Hoy por hoy,
aunque digan que la melancolía es pecado.
siento que mi corazón necesita desbordarse.
Hoy por hoy,
Sin tiempo, sin ti,
sin posibilidad de un mañana.

(De "Sueños de un pasado presente")

domingo, 19 de abril de 2015

Y al frente, la mar

Hablabas de tu "lugar especial", allí donde te refugiabas para encontrarte, contigo y con Él. Sin embargo, siempre hablaste de "ella", sobre todo, cuando sentados frente al horizonte oscurecido por la noche, repetías que ese día, estuvo calmada; imagino, que no como tú.

-I-
Hasta ese día me sentí súperculpable por tu enfermedad. Según yo, la invitación de la semana pasada, había hecho que vivieras tu propia "pasión y muerte", cayendo enferma y faltando a clases. Solo cuando me invitaste a visitar tu "santuario", entendí que en tu corazón no había ni un asomo de reproche.
"Tarde-noche" dijiste y "tarde-noche" llegamos. Felizmente el sol no terminaba de ocultarse y aunque las nubes me decían que no sería el atardecer que imaginé; al bajar del auto, una suave brisa me hizo salir de esas cavilaciones y, en un instante, emociones y recuerdos volvieron raudos del pasado: ¡La playa, el malecón, los avioncitos de tecnopor que de niño mi padre me compraba y los que debías hacer volar corriendo como loco! ¡Cerré por un instante los ojos, inspiré fuerte y sonreí!

Seguimos caminamos y noté que muchas cosas habían cambiado pero otras no, aún estaban allí los pescadores que, con sedal en mano, seguían tentando con habilidad a la mar. Contemplando a uno de ellos, olvidé que era tu momento y no el mío.
Entonces te pusiste tu casaca color turquesa porque hacía frío; te detuviste y te recostaste en una baranda frente a las olas que rompían. En silencio, empezaste a contemplar y a pensar... Recién entonces entendí.

-II-
"No está muy agitada hoy". - dijiste, mirando fijamente el agua que se movía.
Yo miraba las olas que rompían en las piedras, y luchando con mi temor oculto por el mar, traté de adivinar lo que sentía tu corazón: ¿En qué pensabas? ¿Que sentías viendo la mar y aceptando lo que bullía en tu interior? ¿Era quizás que en la metáfora del mar y en la fuerza del agua, estaban reflejados tus sentimientos? ¿Sería que tu lucha era aceptar lo inevitable? Aceptar que pronto subiría la marea, también para ti.
-III-
Encontraste una banca y te sentaste;  yo me quedé de pie y me apoyé en la baranda de espaldas al mar. De esa manera extraña, finalmente pudimos hablar y descubrir cuán parecidos y "raros" éramos. La imagen era curiosa, estábamos muy lejos de ser alguna de las parejas de enamorados que habían por allí; lo nuestro era diferente: éramos dos personas que trataban de hallar una luz; una que nos permitiera encontrar en el mar la explicación de lo que te pasaba. Finalmente sucedió y de pronto me sentí como en el límite de un espejo: mientras en ti se reflejaba la mar, la esperanza; en mí, solo el mundo, la "realidad". ¡Así tenía que ser!
-IV-
Se hizo tarde y sugeriste ir al "Panarello" para tomar algo. Así, frente a una sencilla porción de pizza redonda, (¡no cuadrada!) recién pudimos encontrar un espacio para escapar de las profundidades de nuestras almas y reír.
Anocheció más y comprendí que debías regresar a tu casa. Sin embargo, caminando por la calle al otro lado de la península, se me ocurrió pedirte que nos sentáramos un momento sobre las piedras de la playa. Accediste y en ese momento, en silencio, por fin nos pudimos escuchar a nosotros mismos y sentirnos, de alguna manera, libres.

viernes, 17 de abril de 2015

Fabulando

Una fábula:
El conejito bajaba por la ladera del bosque antiguo sin miedo a tropezarse. De pronto, encontró al oso que calmoso regresaba a su cueva.
El oso aprovechando que era la hora de agradecer a la Madre Tierra por su bondad, detuvo al conejito y le dijo: Es hora de agradecer, no corras.
El conejito abrió los ojos y rió. 
Ambos, bajo el sol del mediodía, tuvieron un momento de paz y armonía.
Regresaba a mi salón; había ido a comprar algo, cuando la vi. Bajaba apresurada por la escalera del pabellón antiguo; temí que en cualquier momento tropezara y cayera. No fue así. La niña siguió corriendo por el patio sujetando bien su guardapolvo. Me vio y se sonrojó, yo le sonreí; siempre sucedía así cuando la miraba. De pronto, sonaron las campanadas que anunciaban el rezo de Ángelus.
¿Rezamos? -le dije. Ella, dócil, asintió. 
Allí, en medio del patio, oramos a la Virgen por ti, por ella, por todos; pero sobre todo, por la vida.
En ese momento, aquel día tuvo sentido.

sábado, 4 de abril de 2015

Dicen que son buenos...

Quedará en la historia, (¿nuestra historia?)
Si hubiera una, sería de unas horas sencillas en un otoño que no llega.
Quedará en la historia como un golpe (¿un golpe tuyo?)
Si hubiera habido uno, no sería un golpe, de seguro.

En mi poca experiencia (y en mis muchos años), cada vez me convenzo más que, en algunas ocasiones lo imprevisto encierra muchos matices y lo previsto, inusitadas oportunidades.
Fue un error involuntario, un comentario inocente mientras te mostraba uno a uno los discos de los "cuatro grandes de Liverpool". ¡No los reconociste! Ni siquiera cuando te mostré el CD que tiene una de sus imágenes más icónicas: la del album "Abbey Road". ¡Nada! Solo cuando mencioné el nombre, dijiste ¡Ah... jiji... dicen que son buenos! 
¿Dicen que son buenos...? ¡Auch! Esa frase fue demoledora, dio de lleno en lo más hondo de mi "alma beatlemaníaca". Pero, sabes, a pesar de que me dolió, no pude molestarme. Ese día (al igual que los anteriores) lo único que me enervó fue el espantoso calor y también el chasco con las papitas fritas que se te habían antojado; las mismas que no pudiste terminar de lo secas que estaban.
Todo lo demás estuvo bien: las muñecas Pepas ("Josefas"), los peluches medio locos y despeinados, el libro "No, no hace calor aquí" que estaba al fondo del horno, perdón, al fondo de la librería sin aire acondicionado; también la caminata, las falsas (y flacas) Tortuninjas. Todo lo demás, insisto, fue bueno, hasta el tiempo loco y los quiebres de la vida.
Por eso, cuando en la tienda de discos me quedé parado con una decena de CD's Beatle en la mano, mientras tú, colorada, te deshacías en disculpas ("Oh, perdón", "Dios, lo siento"); créeme, ¡no me molestó! En realidad, solo sentí el golpe de la realidad, la misma que, de pasada, me hizo un "recordaris" de mi mayor kilometraje...
Hoy, son tiempos de tormenta para ti, y yo, solo te ayudo con mi pobre sombrilla. Hoy, repito, no me debes nada, porque en realidad soy yo quien aprendo de ti. Y así, aunque medio en broma no pierdo ocasión para recordarte la malhadada frase; lo cierto es que ni tú, ni Tomás el perro, ni siquiera Eustaquio el ángel;  ninguno tenía la obligación de que reconocer "por default" a los "fab four", Los Beatles, mi "adoración". Y además, porque para ti solo tengo agradecimiento, pues, sin saberlo, das más de lo crees. Quizás se deba a tu manera de querer a tus amigos, y quizás por eso ahora me siento de alguna manera, privilegiado: He hecho un descubrimiento "raro", he encontrado en este mundo, un corazón puro; el tuyo.  
Finalizo este post sintiendo los efectos de esta ola de calor; los mismos que en esta noche dejo de lado. Hoy, el único calor que importa el que alude el beatle George cuando dice:  Allí llega el Sol y añade "está bien". Y, si él lo dice, lo está... Disfrútala, es para ti.