miércoles, 6 de octubre de 2010

Será su castigo (Rollos 1 al 3)


Rollo 1
Corrían los años de dictadura militar peruana y la censura de las películas estaba en manos del SINADI (acrónimo de ‘Sistema Nacional de Información') a través de su 'dependencia rectora', la OCI ("Oficina Central de Información").

La censura, lo afirmo hoy, era una farsa: En la práctica, las películas llegaban al Perú y los distribuidores debían entregar los “fardos” con los rollos a la entidad estatal y después no les quedaba más que esperar... ¡Y esperaban bastante! Como decía el malogrado actor cómico Alex Valle, los distribuidores ejercitaban su ‘saaanta paciencia’ hasta que los burócratas de turno se dignaran a calificar o prohibir la pélícula de turno.

La OCI, como buena dependencia oficial y peruana de corazón, se tomaba su trabajo con calma. Así, mientras “decidía” si una peli era “apta para todos” o debía tener la censura de “Mayores de 14, 16, 18 o 21 años” organizaba verdaderas ‘avant premier’ con las películas en custodia, utilizando para tal fin sus salas de prueba o, en el colmo de la desfachatez,  los  auditorios que se ‘prestaba’ de los diferentes institutos armados…  Era sabido que con las películas “fuertes” (eufemismo de mi padre), ese proceso se alargaba y las repetidas proyecciones eran casi una cuestión de ‘seguridad nacional’ pues las pasaban tantas veces que, aparte de gastar las películas, ellas cumplian el invaluable servicio de ser fuente de motivación y de  “elevacíón de la moral” de neustras valientes tropas cholas.
Así, al cabo de varias semanas, cuando la OCI devolvía los rollos, muchas películas volvían a los distribuidores listas para las salas, pero gastadas o recortadas… También había oportunidades en las que al final se terminaba por prohibir algunas por detalles nimios. Recuerdo a mi padre comentar cómo vetaron una cinta por el simple hecho que en una escena, ¡el protagonista tomaba una Coca Cola! Así funcionaban las cosas de nuestro Gobierno Revolucionario. Mi ex colega de trabajo, don Hernán, antiguo funcionario del Estado de esos años, no me podrá contradecir. Aún así, a pesar de la ‘censura’, muchas películas de contenido adulto pudieron exhibirse aunque groseramente recortadas. Allí tenemos la saga de “Emmanuelle” protagonizadas por la cuasi- mítica actriz Sylvia Kristel.  Sin embargo, hubo otras qe no tuvieron la misma suerte: Este fue el caso de “El último tango en Paris” que fue prohibida. Los más contentos con todo eso eran los del clero; sin embargo, su felicidad duró poco pues, una vez terminada la segunda fase del gobierno militar, se produjo el “boon erótico” en las salas de cine limeñas.

Rollo 2
Hacia fines de los años 70; los cines limeños exhibían versiones mutiladas de películas para adultos con huachafa censura “Mayores de 21 años con documentos probatorios”. Empero, algunos distribuidores se jactaban de estrenar su material con facilidad; era fácil sospechar que muchas de las 'aprobaciones' habrían costado, usando términos hoy en boga, más de una “aceitada” al estilo de “don Bieto”.
Hoy puedo afirmar, con conocimiento de causa, que sin ‘aceitada’, pero con gran tenacidad, la Warner Bros del Perú, pudo estrenar algunas películas cuestionadas como “El exorcista” u otras, un poco "subidas de tono", como la italiana “Malicia” protagonizada por la hermosa Laura Antonelli.

Sin embargo, si hago un balance de mis recuerdos, aparentemente, fueron las películas francesas las que tuvieron mejor fortuna con la censura; asumo que el lema 'Liberté, Égalité, Fraternité' habría ido más a tono con los ideales revolucionarios de los censores del gobierno. Por eso, aunque siempre tenían su toque provocativo, desfachatado o ‘sensualón’, se pudieron exhibir en Lima, desde cintas jocosas como “Les Aventures de Rabbi Jacob” (“Locuras de un rabino”) de 1973, con Louis de Funès, o pícaras como “La moutarde me monte au nez” (“Se me subió la mostaza”) con el alocado Pierre Richard en 1974, que podían ser vistas por los mayores de 14 o 16 años. Por supuesto, no pude ver esas películas entonces; lo más turbador para un púber como yo lo veía en la tele en algunas series británicas sobre todo: Tengo en la retina las imágenes en B&N de las minifaldas que lucía la británica Diana Rigg lucía en algunos de los capítulos de “Los Vengadores” (The Avengers) o más aún, los provocativos vestidos ‘futuristas’ que aparecían en la compleja serie “OVNI” (UFO) la cual veía a escondidas, con un terrible sentimiento de culpa. Sin embargo, como es bien cierto eso de que “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”, llegado el año 76 y, a través del colegio, mis compañeros y yo pudimos ver una de esas películas francesas de tono abiertamente picaresco. Nadie lo pudo prever, pero, ese filme sirvió para echar por tierra en un dos por tres, todos los mitos que el buen Hermano Ernesto Rosas se empeñaba en construir para nosotros en sus mojigatas “clases de Ecuación Sexual”.

Rollo 3
No la razón, pero hacia la mitad de los 70’s, todos los años en mi colegio se premiaba a los salones llevándolos a los cines cercanos a ver películas…. En principio, esa era una oportunidad única para no ver la misma película de siempre en la que Mel Ferrer personificaba a nuestro santo fundador, Juan Bautista De La Salle.
El primer año, fuimos felices. Pusieron, para los niños de 5º año, una simpática cinta de dibujos animados de algún país europeo… Me parecía que el contacto para conseguir esos filmes eran las Embajadas… Al final, poco nos importaba con tal de perder unas cuantas clases.

Al segundo año, asistimos animosos al Cine Capitol (recientemente demolido) a lo que sin saberlo, sería nuestro Némesis: La venganza de la ‘musa’ del sétimo arte, si hubiese habido alguna: Nos endilgaron una película rusa, larguísima y aburridísima como ella sola, era una cinta de casi tres hora de duración donde unos actores disfrazados de animales se la pasaron bailando ballet en un bosque de utilería ¡Una tortura total! Tanto así, que hasta nuestro más diligente profesor, al que llamábamos “Redondito”, cayó privado a media función. Para todos, esa fue una “experiencia traumática” que no quisimos repetir nunca jamás. Hasta hubiésemos preferido mil veces ver la peli del “Señor de La Salle” por enésima vez sentados en las duras bancas de madera de nuestro viejo teatro.
Por eso, cuando al año siguiente, nuestro Titular nos dijo que se había programado el día del cine, todos gritamos como locos: “¡Noooooooo…!” ¡Pobre, nuestro profe! A él no le habíamos confesado nuestra pesadilla del año pasado y eso que, además de maestro, era sacerdote; uno muy educado, por cierto, además de pulcro, bien hablado y, aunque suene redundante, bien religioso y pío: Así era el R.P. Guarderas quien a pesar de ser un “siervo de Dios”, lo era más de La Salle, por lo tanto, a poco le importó nuestra negativa y nuestro berrinche; es más, se molestó con nosotros, tanto así que, con la voz de trueno que tenía, nos dijo, que no nos estaba consultando, sino que simplemente nos informaba; así que, aunque siguiéramos berreando ¡igual teníamos que ir! Y peor aún, por nuestro desorden y por la rabieta colectiva, ya con la cara colorada finiquitó el asunto diciendo fuerte y haciendo énfasis en cada palabra: “¡Será su castigo!”
No había vuelta atrás, el sacerdote nos había condenado y como “lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo”, tuvimos que callarnos en siete idiomas.

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