sábado, 16 de octubre de 2010

Mi primera vez - Lado B

-Lado B-Pasaron seis años y cuando llegó el verano del 76, sentí que podía romper la promesa que me había impuesto, fruto de la vergüenza y de los bigotes nylon del Topo Gigio. Fue gracias a una cantante gordita de nombre gracioso (Tina Charles) y de una melodía fresca y pegajosa que terminó por convencerme de que podía comprar, yo solito, su "single" llamado “I love to love”… ¡Ya era tiempo de vencer mis temores!

Mi debut lo quise hacer en la tienda de discos más importante de entonces, la de la cadena “Disco Centro - Héctor Roca”, al final de la Galerías Boza, entrando por Jirón de la Unión… 

¡Fue toda una experiencia!

El día que decidí hacer la compra, salí del ICPNA donde estudiaba inglés y, para darme ánimos, visité antes a mi papá en su oficina de la Plaza San Martín; después, armado de valor y con el dinero justo en el bolsillo, caminé derechito a la tienda. En mi mente repasaba lo que iba a hacer. Como dicen los estudiosos del comportamiento humano, mi estrategia era la típica de los varones: Ir al directo al mostrador, no mirar a nadie ni revisar ningún otro producto, decir fuerte y claro lo que quería -en este caso, el disco de Tina Charles, “I love to love”, o sea “Me gusta amar”- luego pagar y dejar  inmediatamente la tienda.  Tiempo aproximado para toda la operación: 5 minutos.  Y eso sí:  Nada de distracciones, dar vueltas, ni ver otras cosas, Había que ir como "Clearasil": ¡de frente al grano!
Al principio todo anduvo bien, crucé la plaza San Martín, ingresé al Jirón de la Unión, y doblé a la derecha ingresando a la galería, caminé y vi por fin, la tienda; respiré hondo y entré… Había poca gente y, a pesar que me llamaban la atención los estantes llenos de coloridos Long Plays, fui derecho al mostrador y, poniéndome frente al vendedor, dije mi bien ensayado parlamento.
No sé si fue por los correctores que usaba en mi boca o porque mi voz siempre ha sido más bien baja, la cuestión es que el hombre no me escuchó o no entendió lo que dije y continuó con lo suyo: Estaba buscando algo debajo del tablero… De pronto se levantó y se percató de mi presencia, me miró de frente y yo… ¡me quedé mudo! ¡No había calculado repetir mi discurso dos veces! El hombre por su parte, un joven flaco, con camisa blanca y corbata, prematuramente calvo y con gruesos lentes de carey, se bajó los anteojos y con una media sonrisa, me dijo: ¿Si, joven? ¿Qué desea? ¿Algún título… algún cantante? ¿Diga no más?” Fue demasiado, yo me desubiqué totalmente, no sé cómo pero me sentí al frente de mi salón dando examen oral, de esos que tomaba el profe Del Pino en clase y, en los que no había ‘second chance’: “O hablas claro o te pongo cero”.

La cosa se puso fea; empecé a sudar a chorros y aunque hice mi mejor esfuerzo por volver a repetir lo que había memorizado, no encontraba forma de hacerlo… ¡Fuerza, Edgardo!…. ¡Fuerza! –me animaba-. Pero nada… El hombre insistía y entonces, con las gotas de sudor cayéndome a mares por la frente y picándome los ojos solo, me salieron tres palabras casi como un grito: “¡Me gusta amar!!”

Desde ahí todo empezó a suceder como en cámara lenta… mareado y con los ojos empañados, vi como el hombre ladeaba lentamente su cabeza, unas de sus cejas, la del lado derecho de su cara, se asomaban por encima del marco de sus anteojos, sus ojos miopes, que se veían enormes detrás de los vidrios, se achinaron un poquito y se posaron en mí… luego, un sutil movimiento en su nariz, que ladearon los anteojos un poco hacia la izquierda, más tarde, un tic en la comisura derecha de su labio como empezando una especie de mueca… Entonces vi cómo empezó a abrir su boca, mientras, también en “slow motion” empezaron a sonar estas palabras en cabeza: “Ssseeee vaaaa aaa rrreeeee ííírrrr…. sssseee guuuu rooo quee se vaaaa aaaa reee….” De pronto, en un segundo, el sonido de la voz del vendedor me trajo a la realidad, pasando rápidamente de “slow” a “normal play”: “Ahh, ¿la de Tina Charles? ¿Quieres el 45’ o el Long Play?"

'¡Plop!' -Dirían mis amigas hoy… Sí, pero más que” plop” fue un “splash”, pues al salir estaba hecho una sopa: Tanto había transpirado que la camisa la tenía pegada al cuerpo… y así con mi bolsita blanca de papel y el disco amarillo de la robusta Tina, en la mano salí otra vez avergonzado, con los pelos pegados a la frente y rojo como un tomate…
¡Ah Tina, Tina! Sólo respiré cuando puse ese ¡mi primer disco! en la potente radiola Emerson de mi casa… Lo malo es que a los pocos meses, cuando la adolescencia empezó a golpear fuerte mi corazón y en mis emociones, apareció la flaquita Mary McGregor cantando “Atormentada entre dos amores”

Con ese título, no tuve el valor y no me arriesgué a repetir el papelón. No miento, fueron meses de una duda terrible pensando que quería comprarlo pero sin saber si debía hacerlo, más aún si tenía tan escabroso tema: "Torn between two lovers, feeling like a fool”… Al final, nunca compré el sencillo y sólo me conformaba con esperar que lo tocaran en Radio Miraflores, 1160 o en Panamericana, cuando esas radios ¡solo programaban temas en inglés!

Con el paso de los años y varios 45 y 33 RPM después y ,con sus correspondientes discos de premio “por la compra de cada 10”… Los vendedores de Héctor Roca se hicieron mis ‘amigos’. Como me conocían, hasta me daba el lujo de hacer “pedidos especiales” como la vez que me consiguieron el casi desaparecido LP doble de los Beatles ¡el magistral “Álbum Blanco”!… ¡Cuánta camaradería! Hoy en día, esa misma amabilidad y disposición, sólo se respira en algunas de las tiendas “Phantom” y en uno que otro puesto de CD’S usados del Jirón Quilca. Sin embargo, y por increíble que suene, son las tiendas virtuales de Internet, donde el buen servicio y una especie de fraternidad, son la impronta. La comunidad vendedora y consumidora de grabaciones se encuentra extendida por todo el orbe… Comprar a través de la web es muchísimo más sencillo que hacerlo en las tiendas de Lima. Puedes acceder a tiendas de lugares tan distantes como Australia, Vietnam, Bangkok, Saigón, China, Gran Bretaña o Dinamarca; allí consigues toda la música que nuestras limitadas cadenas de discos nunca venderán. Solo es cuestión de saber buscar y de preguntar y lo mejor, todo, ¡sin pasar “roche”!

¡Gracias, Ebay!

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