miércoles, 9 de febrero de 2011

Beethoven Virus


Hace años Héctor me contó esta anécdota: Julio de 1812. Balneario de Teplitz (Alemania). Allí había acudido Beethoven para reponer su salud. Una mañana Beethoven y su amigo Goethe realizaban un paseo por los jardines cerca de la playa cuando se cruzaron frente a frente con el carruaje de la Emperatriz acompañada de toda su comitiva. Goethe al verlos, se hizo a un lado de la vereda y se quitó el sombrero en señal de respeto. Beethoven, en cambio, no siguió a su compañero y siguió caminando tal cual sin descubrirse, obligando al carro a desviarse del camino. Cuando Goethe alcanzó a Beethoven y le preguntó por su proceder, Ludvig, fiel a su forma de ser, le recriminó por haberse comportado como un lacayo; le dijo: "Príncipes ha habido y los seguirá habiendo por millares. Pero no hay más que un Beethoven".
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“Beethoven Virus”, así se llamaba aquel “dorama” que llegó a mis manos, casi por azar. La trama, como buena novela, era dramática pero con la calidad que los coreanos han logrado en sus producciones. Para mí, el "plus" de la teleserie, era obviamente, la música clásica y también el personaje principal, Kang Gun Woo, quien  me hizo rememorar a amigo Héctor pues, gracias a él aprendí mucho de música clásica; aprendí sobre todo que que para apreciar la música, primero hay que saber escucharla.
Héctor era un buen hombre, dedicado a sus hijos, perfeccionista y extremadamente celoso con su trabajo; persona de ideas fijas, fuerte carácter y muy muy orgulloso. Cumplía su trabajo con eficiencia y no se relacionaba muchas personas; casi siempre se lo veía encerrado en su oficina, ocupado y (luego lo descubrí) escuchando música. Nos hicimos muy amigos y disfrutamos de una amistad sincera por algunos años. Sin embargo, por una desafortunada secuencia de eventos, ocasionada por algunos jefes quienes literalmente nos enfrentaron, terminamos peleados sin haberlo buscarlo; al final, él entendió que la decisión que tuve que tomar aun a riesgo de mi puesto del trabajo, contradecía su idea de lealtad, por eso, sin mediar palabra, dio por terminada nuestra amistad y nunca más conversamos. Yo sabía que su posición no tenía vuelta atrás y hasta ahora lo lamento, fue inevitable, no hubo elección…
-2-De todas formas, siempre le estaré agradecido en enseñarme sobre la buena música, gracias a él entendí lo diferente que suena una misma melodía si es interpretada por una u otra orquesta, gracias a él encontré que una pieza musical esconde casi siempre una historia y que casi siempre la historia responde a la vida del músico. Héctor fue un maestro paciente, siempre que conversábamos, entendía mis limitaciones (el sí tenido formación académica) y no solo compartía "su música" sino  también  me contaba historias y anécdotas de los grandes compositores; en el fondo sentía que sus deseo iba más allá de hacerme entender tal o cual pieza sino quería que pudiera saborearlas.


Nunca olvidaré el día que me invitó a su casa y me hizo conocer lo que él llamaba su ‘bunker’, una especie de santuario dentro de su casa, donde sólo él tenía acceso y que era su sala música: Allí había, pulcramente ordenados y catalogados, cientos de LP’s, casi un millar de discos compactos, libros y revistas de música, partituras, un piano y un equipo “Pioneer” de antología, ¡algo que quizá nunca tenga!
No sé si vuelva a tener un buen amigo y camarada como él, pues además de todo, supo ser un verdadero mentor que me inició en el camino para descubrir la verdadera esencia y belleza de la música clásica; lástima que las circunstancias fueran adversas y digamos que el “destino”, jugó en contra, por eso tú, admirador confeso del gran Ludwig Van Beethoven, jamás te habrías permitido retroceder en tus decisiones, aún si hubiesen estado equivocadas.

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