martes, 9 de diciembre de 2014

Viaje a Tombuctú o el rescate de la memoria desde el corazón

"Comunicación sin emoción / una voz en off con expresión deforme / busco algo que me saque este mareo / busco calor en esa imagen de video / Nada, nada personal…”
La letra de Soda Stereo no puede ser más elocuente para reflejar el sentir de una década. Sin embargo, el estribillo final ("nada, nada personal") suena a contradicción cuando lo escuchamos en “Viaje a Tombuctú”, la película de Rossana Díaz Costa.
Estrenada hace unos meses con inusitado éxito, “Viaje a Tombuctú”, la ópera prima de Rossana Díaz Costa, es sin duda una película personal; es una cinta que ofrece la oportunidad de mirar a Lima y a los limeños de los ochenta a través de los ojos de Ana (la protagonista) y de ver resumidos en ellos el desconcierto, el temor; y también, la esperanza de quienes somos ahora "sobrevivientes" de aquella época.
Para Rossana Díaz (escritora, docente universitaria y cineasta) llevar "Viaje a Tombuctú" a la pantalla no fue una tarea fácil. Si queremos determinar el inicio del proyecto, lo encontraríamos en varios cuentos de “Los olvidados (no los de Buñuel, los míos)”, que publicó en 2005, el cual trasunta un deseo enorme de contar una historia; en cierta forma, su historia. Quizás por eso, los personajes saltaron del libro al guion cinematográfico y de allí al cine. Sin embargo, este último paso no se concretó inmediatamente; fue recién en 2007, gracias al apoyo de IBERMEDIA cuando se empieza a desarrollar el proyecto como película.
Fue entonces cuando se inició un trabajo titánico: de pronto, Rossana Díaz se vio embarcada en la necesidad de reaprender el oficio de hacer cine; ya no bastaba con ser guionista, había que trabajar como productora y directora, era necesario atender todos los detalles: desde grabar, editar, corregir el color, estar pendiente de hacer las mezclas de audio, seleccionar las canciones adecuadas, hacer la postproducción, buscar cómo distribuir la película y, lo más complicado, hacer que la película se exhiba y confiar que guste…
En agosto de 2013, "Viaje a Tombuctú" se presentó en el Festival de Cine de Lima y de pronto, la película empezó a mostrar su potencial: era capaz de sintonizar emocionalmente con los espectadores y muchos se sintieron identificados con la historia de Lucho y Ana. Esto coincidió con otro hecho afortunado que fue el espaldarazo final: en octubre del mismo año, "Viaje a Tombuctú" ganó el Premio de Distribución y Exhibición del Ministerio de Cultura del Perú y con eso la posibilidad de estrenar comercialmente la película a mediados del 2014.
Así, el 29 de mayo de 2014, en medio de una suerte de "boom" del cine nacional, y peleando de igual a igual con películas comerciales, “Viaje a Tombuctú” se estrenó en varias salas de Lima. Los amantes del cine ya conocíamos algo de la cinta y de las emociones que había despertado en el Festival de Lima; sin embargo, nadie adivinaba lo que sucedió luego. Digamos que fue una cuestión de “feeling”. Lo cierto es que “Viaje a Tombuctú” logró mantenerse cinco semanas en cartelera, no solo gracias a su calidad, sino también, a la cercanía que logró con las personas: Frente a la maquinaria promocional de las "grandes producciones" y "blockbusters" norteamericanos, “Viaje a Tombuctú” apostó por mecanismos más sencillos; una estrategia de promoción que reflejó la conexión de la película con los espectadores quienes, de alguna manera, reflejaban la relación afectiva de Rossana Díaz, no solo con el cine, sino con su película y sus personajes.
Podemos decir que lo que sucedió fue una suerte de “crush” con el público, el mismo que se reflejó desde las pintas del “avioncito a Tombuctú”, que días antes del estreno aparecieron en varias paredes de distritos cercanos a los cines, (muchas en los alrededores de la PUCP donde Rossana Díaz es profesora). También la participación en el Facebook oficial; primero con el concurso con la música de los ochenta, luego con las fotos de los asistentes en la primera semana junto a sus boletos. Siempre la respuesta del público fue cálida, pues, al margen de ganar el “merchandising” de la película, se notó que la gente se iban enganchando más y más con el proyecto. Luego siguieron las fotos, las mismas que invitaban a desempolvar viejos objetos de los ochenta y fotografiarse con ellos; finalmente, la distribución de pelotas “Viniball” con el logo del “avioncito amarillo” que muchos se llevaron felices tras acudir a una función. Todo esa inusitada maquinaria funcionó e hizo que la propaganda boca a boca fuera la mayor evidencia de que “Viaje a Tombuctú” se había conectado con los espectadores; sobre todo, con los mayores de 40, quienes sentimos no solo la necesidad de participar, sino de apoyar el proyecto de Rossana Díaz que, de alguna forma, se había convertido en nuestro.
A pesar de eso, sabemos que “Viaje a Tombuctú” fue concebida como una película para los jóvenes (lo ha dicho Rossana Díaz en muchas entrevistas). Y aunque para algunos de ellos la cinta resulte sencilla en su forma, muy pronto encuentran en el fondo una enorme riqueza. Para los mayores la cuestión fue más fácil: Lucho y Ana demostraron ser buenos compañeros de viaje hacia nuestros recuerdos, a pesar de que muchos de ellos estaban teñidos de zozobra y de la insania del terrorismo; la película fue útil para clarificar y comprender mejor nuestras experiencias y también para que de alguna manera, nos reconciliemos con nuestro pasado.
"Viaje a Tombuctú" constituye así algo más que una simple metáfora, también es una oportunidad para desagraviar a aquellos que optaron por irse y al mismo tiempo, revalorar a quienes se quedaron y se refugiaron en sus amigos, los libros, las películas y sobre todo en la música; elementos que juntos terminaron por rescatarlos y darles el aire que les faltaba para seguir y no perderse en la desesperanza.
Por eso, presentar "Viaje a Tombuctú" a nuestros estudiantes es una ocasión propicia para que puedan entender lo que vivieron sus padres o abuelos en los años ochentas, para que puedan comprender cómo lucharon a su manera y, lo más importante, cómo de alguna manera siguieron caminando (como “Billy the Kid”) en medio de la incertidumbre y el miedo. “Viaje a Tombuctú” nos permite explicar la realidad de hoy a la luz de la experiencia colectiva de un pasado cercano, esa misma que para algunos resulta inútil, posible de ignorar o negar. Por eso, por si no (te) lo dijeron, te invitamos a compartir la historia de Lucho y Ana y su esfuerzo por negarse a no tener sueños aun en medio del terror...
Hay películas que se aman y creemos que “Viaje a Tombuctú” es una de ellas. Méritos tiene muchos, sin embargo, el mayor, es que de alguna manera nos enseña a aprender a vivir.
Artículo original publicado en:
http://www.lasallelima.edu.pe/tombuctu/
(No sé hasta cuándo esté disponible, por eso lo publico aquí.)

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