domingo, 19 de abril de 2015

Y al frente, la mar

Hablabas de tu "lugar especial", allí donde te refugiabas para encontrarte, contigo y con Él. Sin embargo, siempre hablaste de "ella", sobre todo, cuando sentados frente al horizonte oscurecido por la noche, repetías que ese día, estuvo calmada; imagino, que no como tú.

-I-
Hasta ese día me sentí súperculpable por tu enfermedad. Según yo, la invitación de la semana pasada, había hecho que vivieras tu propia "pasión y muerte", cayendo enferma y faltando a clases. Solo cuando me invitaste a visitar tu "santuario", entendí que en tu corazón no había ni un asomo de reproche.
"Tarde-noche" dijiste y "tarde-noche" llegamos. Felizmente el sol no terminaba de ocultarse y aunque las nubes me decían que no sería el atardecer que imaginé; al bajar del auto, una suave brisa me hizo salir de esas cavilaciones y, en un instante, emociones y recuerdos volvieron raudos del pasado: ¡La playa, el malecón, los avioncitos de tecnopor que de niño mi padre me compraba y los que debías hacer volar corriendo como loco! ¡Cerré por un instante los ojos, inspiré fuerte y sonreí!

Seguimos caminamos y noté que muchas cosas habían cambiado pero otras no, aún estaban allí los pescadores que, con sedal en mano, seguían tentando con habilidad a la mar. Contemplando a uno de ellos, olvidé que era tu momento y no el mío.
Entonces te pusiste tu casaca color turquesa porque hacía frío; te detuviste y te recostaste en una baranda frente a las olas que rompían. En silencio, empezaste a contemplar y a pensar... Recién entonces entendí.

-II-
"No está muy agitada hoy". - dijiste, mirando fijamente el agua que se movía.
Yo miraba las olas que rompían en las piedras, y luchando con mi temor oculto por el mar, traté de adivinar lo que sentía tu corazón: ¿En qué pensabas? ¿Que sentías viendo la mar y aceptando lo que bullía en tu interior? ¿Era quizás que en la metáfora del mar y en la fuerza del agua, estaban reflejados tus sentimientos? ¿Sería que tu lucha era aceptar lo inevitable? Aceptar que pronto subiría la marea, también para ti.
-III-
Encontraste una banca y te sentaste;  yo me quedé de pie y me apoyé en la baranda de espaldas al mar. De esa manera extraña, finalmente pudimos hablar y descubrir cuán parecidos y "raros" éramos. La imagen era curiosa, estábamos muy lejos de ser alguna de las parejas de enamorados que habían por allí; lo nuestro era diferente: éramos dos personas que trataban de hallar una luz; una que nos permitiera encontrar en el mar la explicación de lo que te pasaba. Finalmente sucedió y de pronto me sentí como en el límite de un espejo: mientras en ti se reflejaba la mar, la esperanza; en mí, solo el mundo, la "realidad". ¡Así tenía que ser!
-IV-
Se hizo tarde y sugeriste ir al "Panarello" para tomar algo. Así, frente a una sencilla porción de pizza redonda, (¡no cuadrada!) recién pudimos encontrar un espacio para escapar de las profundidades de nuestras almas y reír.
Anocheció más y comprendí que debías regresar a tu casa. Sin embargo, caminando por la calle al otro lado de la península, se me ocurrió pedirte que nos sentáramos un momento sobre las piedras de la playa. Accediste y en ese momento, en silencio, por fin nos pudimos escuchar a nosotros mismos y sentirnos, de alguna manera, libres.

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