-VI-
La llegada de “la Bruja” al salón algo así como “un golpe de timón”, un cambio radical de rumbo que alteró todo… Bueno, casi todo. Algunas cosas permanecieron inalterables; primero, el nombre de la asignatura y segundo, el apelativo de ‘Señorita’, el cual la profesora Dora ostentaba como un baluarte de su opción en la vida. Allí donde la veíamos era solterita y ¡a mucha honra! Sin embargo, eso nos tenía sin cuidado, pues aparte las obvias diferencias en el “kilometraje” y en la “carrocería” entre la nueva y la antigua maestra, resultaba paradójico que la ‘antigua’ pareciera ‘nueva’, y la nueva, antigua, ¡muy antigua!!!
Al final, teníamos que estar atentos pues había dos cosas que todos teníamos claras acerca de Dora: Primero que era toda una "institución" en el colegio y segundo, que era harto conocida como una profesora ‘bien verde’... Esa fama, cual olor de azufre, la precedía. En efecto, no por nada "la Bruja" enseñaba Literatura a la Promoción de 5º y era también catedrática en una importante universidad de mujeres de Lima; por tanto, no estaba a nuestro nivel y en sus clases lo trataba de dejar bien en claro: Dora no enseñaba como todos, ella hacía las cosas "diferentes". Para la "Bruja" el libro de texto no existía, el dictado era una práctica pedagógica desconocida y lo peor, tenía una forma 'sui generis' de entender la escala vigesimal de calificación, sus notas solo iban de 0 a 12 o, cuando más, hasta el 14. Con las cosas así, no nos quedó otra cosa sino adecuarnos; ¡ni modo! Así, a partir de un lunes 13 de junio de 1977 tuvimos que dejar en casa los libros de texto y enfrentar, cuaderno en mano, las ‘clases’ de Dora.
Después del choque inicial, vino la sorpresa y finalmente el desconcierto. Yo, al igual que muchos otros, nos quedábamos en Babia después de sus sesiones. No entendíamos qué pretendía con sus largos soliloquios y lo peor, no sabíamos por qué ni siquiera leíamos el libro “Cuentos Peruanos 1”. Más todavía no entendíamos por qué no se dignaba siquiera a explicarnos algo de gramática. La Bruja nos había informado desde el inicio que ella “partía de la premisa” que la gramática y muchas cosas del lenguaje ya estaban de antemano “enseñadas y aprendidas”.
La llegada de “la Bruja” al salón algo así como “un golpe de timón”, un cambio radical de rumbo que alteró todo… Bueno, casi todo. Algunas cosas permanecieron inalterables; primero, el nombre de la asignatura y segundo, el apelativo de ‘Señorita’, el cual la profesora Dora ostentaba como un baluarte de su opción en la vida. Allí donde la veíamos era solterita y ¡a mucha honra! Sin embargo, eso nos tenía sin cuidado, pues aparte las obvias diferencias en el “kilometraje” y en la “carrocería” entre la nueva y la antigua maestra, resultaba paradójico que la ‘antigua’ pareciera ‘nueva’, y la nueva, antigua, ¡muy antigua!!!
Al final, teníamos que estar atentos pues había dos cosas que todos teníamos claras acerca de Dora: Primero que era toda una "institución" en el colegio y segundo, que era harto conocida como una profesora ‘bien verde’... Esa fama, cual olor de azufre, la precedía. En efecto, no por nada "la Bruja" enseñaba Literatura a la Promoción de 5º y era también catedrática en una importante universidad de mujeres de Lima; por tanto, no estaba a nuestro nivel y en sus clases lo trataba de dejar bien en claro: Dora no enseñaba como todos, ella hacía las cosas "diferentes". Para la "Bruja" el libro de texto no existía, el dictado era una práctica pedagógica desconocida y lo peor, tenía una forma 'sui generis' de entender la escala vigesimal de calificación, sus notas solo iban de 0 a 12 o, cuando más, hasta el 14. Con las cosas así, no nos quedó otra cosa sino adecuarnos; ¡ni modo! Así, a partir de un lunes 13 de junio de 1977 tuvimos que dejar en casa los libros de texto y enfrentar, cuaderno en mano, las ‘clases’ de Dora.
Después del choque inicial, vino la sorpresa y finalmente el desconcierto. Yo, al igual que muchos otros, nos quedábamos en Babia después de sus sesiones. No entendíamos qué pretendía con sus largos soliloquios y lo peor, no sabíamos por qué ni siquiera leíamos el libro “Cuentos Peruanos 1”. Más todavía no entendíamos por qué no se dignaba siquiera a explicarnos algo de gramática. La Bruja nos había informado desde el inicio que ella “partía de la premisa” que la gramática y muchas cosas del lenguaje ya estaban de antemano “enseñadas y aprendidas”.
-VII-
Como ya dije, con Dora, todo se volvió diferente, sobre todo las evaluaciones. A pesar de considerarse la excepción entre todos los problemas, Dorita era profesora y así, quizás obligada por los Directores, estaba obligada a cumplir con la formalidad de preparar y tomar exámenes escritos cada mes. Estas pruebas, lo entendimos luego, encerraban para nosotros un verdadero misterio: ¿Sobre qué nos podría preguntar, si no explicaba casi nada en sus clases?
De todas formas, como estudiantes bien entrenados al fin, optamos por no desanimarnos y estudiar lo que creíamos que nos podría preguntar. Sin embargo, nunca acertábamos, cuando llegaban las hojas de examen nos imaginábamos un recetario de pócimas que debíamos preparar satisfactoriamente… ¡Qué preguntas más raras! ¡Qué instrucciones más enrevesadas! La pregunta general era: "¡Qué quiere decir con esto! o ¡Cuándo rayos nos había enseñado esto otro!” De todas formas lo más extraño sucedía luego, cuando después de unos días, sin devolvernos los exámenes, ‘recibíamos’ nuestras notas (casi todas jaladas, por cierto), una a una, leídas por la Bruja, casi con deleite y con su insufrible voz.
Con el tiempo, comprendimos que era cierto lo que Dora nos repetía a diario: Para ella la verdadera evaluación era nuestra ‘participación’ y los ‘aportes’ trajéramos en cada clase. De esta manera se podía entender mejor la dinámica de sus clases y la razón por la que cualquier idea o noticia, por peregrina que fuese, si llegaba a sus oídos y le sonaba convincente, inmediatamente se constituía en el tema de las siguientes clases y el detonante de su eterna frase mágica: ‘Bueno, señores, ¡investiguen!’
Como ya dije, con Dora, todo se volvió diferente, sobre todo las evaluaciones. A pesar de considerarse la excepción entre todos los problemas, Dorita era profesora y así, quizás obligada por los Directores, estaba obligada a cumplir con la formalidad de preparar y tomar exámenes escritos cada mes. Estas pruebas, lo entendimos luego, encerraban para nosotros un verdadero misterio: ¿Sobre qué nos podría preguntar, si no explicaba casi nada en sus clases?
De todas formas, como estudiantes bien entrenados al fin, optamos por no desanimarnos y estudiar lo que creíamos que nos podría preguntar. Sin embargo, nunca acertábamos, cuando llegaban las hojas de examen nos imaginábamos un recetario de pócimas que debíamos preparar satisfactoriamente… ¡Qué preguntas más raras! ¡Qué instrucciones más enrevesadas! La pregunta general era: "¡Qué quiere decir con esto! o ¡Cuándo rayos nos había enseñado esto otro!” De todas formas lo más extraño sucedía luego, cuando después de unos días, sin devolvernos los exámenes, ‘recibíamos’ nuestras notas (casi todas jaladas, por cierto), una a una, leídas por la Bruja, casi con deleite y con su insufrible voz.
Con el tiempo, comprendimos que era cierto lo que Dora nos repetía a diario: Para ella la verdadera evaluación era nuestra ‘participación’ y los ‘aportes’ trajéramos en cada clase. De esta manera se podía entender mejor la dinámica de sus clases y la razón por la que cualquier idea o noticia, por peregrina que fuese, si llegaba a sus oídos y le sonaba convincente, inmediatamente se constituía en el tema de las siguientes clases y el detonante de su eterna frase mágica: ‘Bueno, señores, ¡investiguen!’
-VIII-
Imaginen una clase regular de Dora: “Buenos días, señores. He escuchado que "fulanito de tal" pretende hacer un viaje en globo alrededor del mundo, cual Phileas Fogg de "la vuelta al mundo en 80 días". Pues bien, señores, investiguen sobre los preparativos del viaje, las características y medidas de la nave, la posible ruta y el reporte diario de su bitácora de su vuelo… O, “ya sabrán, muchachos, que Vicente Aleixandre ha ganado el premio nobel de literatura… Pues bien, señores, investiguen sobre la obra poética de Alexaindre, sus influencias y, por supuesto, deben traer, para la próxima clase, su poemario “Ámbito” leído y comentado… O tal vez, esta otra: “Como les decía, señores, durante mi último viaje a Arequipa, leí un periódico local que el Misti es un cono perfecto… Investiguen pues, señores y me traen medidas exactas del volcán, su altitud, ubicación exacta en latitud y longitud. Además, el reporte de los últimos 50 años sobre eventos sísmicos relacionados con el volcán… ¡Ah, es para mañana! También pueden traer alguna foto que tengan del volcán, ¿sí? Y, la última: “Ah, señores, sería fascinante filosofar sobre la teoría sobre la inmortalidad del mosquito, ¿no les parece? Pues, investiguen, señores...¡Investiguen!
Imaginen una clase regular de Dora: “Buenos días, señores. He escuchado que "fulanito de tal" pretende hacer un viaje en globo alrededor del mundo, cual Phileas Fogg de "la vuelta al mundo en 80 días". Pues bien, señores, investiguen sobre los preparativos del viaje, las características y medidas de la nave, la posible ruta y el reporte diario de su bitácora de su vuelo… O, “ya sabrán, muchachos, que Vicente Aleixandre ha ganado el premio nobel de literatura… Pues bien, señores, investiguen sobre la obra poética de Alexaindre, sus influencias y, por supuesto, deben traer, para la próxima clase, su poemario “Ámbito” leído y comentado… O tal vez, esta otra: “Como les decía, señores, durante mi último viaje a Arequipa, leí un periódico local que el Misti es un cono perfecto… Investiguen pues, señores y me traen medidas exactas del volcán, su altitud, ubicación exacta en latitud y longitud. Además, el reporte de los últimos 50 años sobre eventos sísmicos relacionados con el volcán… ¡Ah, es para mañana! También pueden traer alguna foto que tengan del volcán, ¿sí? Y, la última: “Ah, señores, sería fascinante filosofar sobre la teoría sobre la inmortalidad del mosquito, ¿no les parece? Pues, investiguen, señores...¡Investiguen!
-VIII-
Es un hecho casi histórico que para los alumnos de 2º de secundaria del Colegio La Salle del año 1977, las clases de Lenguaje se convirtieron en una lucha diaria que ponía a prueba su resistencia... algo así como una "precuela" de “Retroceder nunca, rendirse jamás". De todas maneras, jóvenes y animosos al fin, sea por "vergüenza deportiva" o por simple ensayo y error, al final terminamos por diseñar una estrategia que nos ayudaría a enfrentar a la Bruja y sobrevivir a algunas de sus prácticas propias de su estilo pedagógico: La ‘solución’ consistía en llevar cada día la mayor cantidad de recortes posibles, ya sea de periódicos, revistas, o hasta hojas arrancadas a la mala (y sin permiso) de alguno de los libro de la biblioteca familiar, el objetivo era cubrir la mayor parte de los temas pedidos y tener otros de respaldo que eventualmente servirían para "apantallar"· a la profe... En realidad, una tarea harto difícil.... ¡Qué ingenuos éramos!
De todas maneras, por entonces, imaginábamos que con un pequeño discurso bien memorizado y sonando seguro, convincente y complaciente al hablar, todo eso serviría para logar un "punto positivo" de parte Dora. Había que estar alerta; siempre listos cono los boy-scouts, pues si por esos "acasos del destino" te tocaba decir algo, debía ser un "aporte digno de un buen lasallista que haría que la Bruja lo reconociera a pesar de su peculiar toque de "humildad": “Muy bien dicho, señor.... Aunque, claro, usted simplemente ha cumplido con ampliar lo que yo había explicado…" "Muy oportuna su exposición, joven alumno, sin proponérselo, nos ha dado algunas luces sobre detalles que si usted ha notado, intencionalmente omití…" "Perfecto, señor, su aporte complementa mi punto de vista…" "Es correcto, señor, me ha quitado las palabras de la boca, lo que usted afirma, solo confirma mi teoría…" Muy bien, tomaré nota de su aporte, aunque es lo mismo que yo había dicho. Claro, en otras palabras….” Y bueno... así más o menos pasaban las horas de clase: Por un lado, nosotros, con nuestros pequeños discursos súper aprendidos y, por el otro, la Bruja, escuchando con su pose típica (la mano en la cadera, la cabeza bien tirada hacia atrás y su cara de palo), algunas veces, interrumpiendo para terminar con sus comentarios y otras con enfrascada en sus largos monólogos… Pero, ¡ay de aquel que la osara contradecirla o dijera algo que sonara como un insulto a su sapiencia! “¡Sustente, argumente! ¡Es inconsistente lo que dice, joven alumno! ¡No especule, señor! ¡Hechos, documentos, las opiniones son solo palabras! Sino ¡silencio!!! Así gritaba la Bruja y al hacerlo fruncía el ceño de tal manera que su cara semejaba un garabato con líneas y puntos.
Es un hecho casi histórico que para los alumnos de 2º de secundaria del Colegio La Salle del año 1977, las clases de Lenguaje se convirtieron en una lucha diaria que ponía a prueba su resistencia... algo así como una "precuela" de “Retroceder nunca, rendirse jamás". De todas maneras, jóvenes y animosos al fin, sea por "vergüenza deportiva" o por simple ensayo y error, al final terminamos por diseñar una estrategia que nos ayudaría a enfrentar a la Bruja y sobrevivir a algunas de sus prácticas propias de su estilo pedagógico: La ‘solución’ consistía en llevar cada día la mayor cantidad de recortes posibles, ya sea de periódicos, revistas, o hasta hojas arrancadas a la mala (y sin permiso) de alguno de los libro de la biblioteca familiar, el objetivo era cubrir la mayor parte de los temas pedidos y tener otros de respaldo que eventualmente servirían para "apantallar"· a la profe... En realidad, una tarea harto difícil.... ¡Qué ingenuos éramos!
De todas maneras, por entonces, imaginábamos que con un pequeño discurso bien memorizado y sonando seguro, convincente y complaciente al hablar, todo eso serviría para logar un "punto positivo" de parte Dora. Había que estar alerta; siempre listos cono los boy-scouts, pues si por esos "acasos del destino" te tocaba decir algo, debía ser un "aporte digno de un buen lasallista que haría que la Bruja lo reconociera a pesar de su peculiar toque de "humildad": “Muy bien dicho, señor.... Aunque, claro, usted simplemente ha cumplido con ampliar lo que yo había explicado…" "Muy oportuna su exposición, joven alumno, sin proponérselo, nos ha dado algunas luces sobre detalles que si usted ha notado, intencionalmente omití…" "Perfecto, señor, su aporte complementa mi punto de vista…" "Es correcto, señor, me ha quitado las palabras de la boca, lo que usted afirma, solo confirma mi teoría…" Muy bien, tomaré nota de su aporte, aunque es lo mismo que yo había dicho. Claro, en otras palabras….” Y bueno... así más o menos pasaban las horas de clase: Por un lado, nosotros, con nuestros pequeños discursos súper aprendidos y, por el otro, la Bruja, escuchando con su pose típica (la mano en la cadera, la cabeza bien tirada hacia atrás y su cara de palo), algunas veces, interrumpiendo para terminar con sus comentarios y otras con enfrascada en sus largos monólogos… Pero, ¡ay de aquel que la osara contradecirla o dijera algo que sonara como un insulto a su sapiencia! “¡Sustente, argumente! ¡Es inconsistente lo que dice, joven alumno! ¡No especule, señor! ¡Hechos, documentos, las opiniones son solo palabras! Sino ¡silencio!!! Así gritaba la Bruja y al hacerlo fruncía el ceño de tal manera que su cara semejaba un garabato con líneas y puntos.
-IX-
Los meses se sucedían uno tras otro, estábamos vivos, mejor dicho, sobreviviendo gracias a nuestra estrategia. Sabíamos bien que todo dependía de nuestras participaciones y de la pesada tarea de conseguir la mayor cantidad de recortes posibles sobre los temas más inverosímiles. Lo malo es que un servidor, tenía sus reparos y pensaba que las cosas no debían ser así: En primer lugar, mi papá solo comparaba un periódico al día: “La Prensa” de lunes a sábado, y “El Comercio” los domingos. En segundo lugar, no parecía eso de decir las cosas de tal manera que ‘sonaran bien’ y, al mismo tiempo tener que ser ‘convincentes’; me molestaba que tuviéramos que complacer y concordar en todo con la profe; al fin y al cabo, si bien alguna libertades civiles estaban suspendidas en el Perú de entonces, creía (¡iluso yo!) que al menos sí se mantendrían al interior del colegio….
-x-
Los sobones son especímenes peculiares. Ellos no nacen sino se hacen a punta de esfuerzo y de poca vergüenza.
Sobón, empeñoso y pegado a la letra, así era mi amigo José Luis. Hasta entonces nunca me había molestado su forma de ser, pero en la coyuntura del año 77, las cosas empezaron a cambiar. Como se dice, José Luis estaba en el mismo vaivén que todos, sin embargo, no sé cómo haría, pero cada día se las arreglaba para conseguir todo lo que la Bruja pedía; era increíble verlo sacar de su maletín color marrón sendos sobres ‘manila’ con decenas de recortes del “Comercio”, “La Prensa, “La Crónica”, “El Expreso”, “El Correo”, “Caretas”, “Gente” y, a veces, hasta algunos del “Time” o hasta del "Newsweek” bien organizados y hasta subrayados… De esta forma el inefable José Luis se convirtió rápidamente en el “alumno estrella” y la "niña de los ojos" de Dora... Esto nos daba un poco de rabia pero intuíamos que no dependía de él. Así lo habían formado y además que yo recuerde, siempre había sido refinado y muy respetuoso de las normas, por eso (supongo) sintonizo con el gusto señorial de la Bruja… ¡Te recuerdo, amigo José Luis! Eras todo un gentleman de la Lima de los 70’s. Casi puedo verte en medio del salón, hablando… Un pequeño y exaltado Napoleón parecías, con tu pecho bien hinchado, tus ojos medio cerrados, gesticulando y moviendo tus brazos y manos con galanura, recitando con tu voz de tiple tu aprendido discursito.
Los meses se sucedían uno tras otro, estábamos vivos, mejor dicho, sobreviviendo gracias a nuestra estrategia. Sabíamos bien que todo dependía de nuestras participaciones y de la pesada tarea de conseguir la mayor cantidad de recortes posibles sobre los temas más inverosímiles. Lo malo es que un servidor, tenía sus reparos y pensaba que las cosas no debían ser así: En primer lugar, mi papá solo comparaba un periódico al día: “La Prensa” de lunes a sábado, y “El Comercio” los domingos. En segundo lugar, no parecía eso de decir las cosas de tal manera que ‘sonaran bien’ y, al mismo tiempo tener que ser ‘convincentes’; me molestaba que tuviéramos que complacer y concordar en todo con la profe; al fin y al cabo, si bien alguna libertades civiles estaban suspendidas en el Perú de entonces, creía (¡iluso yo!) que al menos sí se mantendrían al interior del colegio….
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Los sobones son especímenes peculiares. Ellos no nacen sino se hacen a punta de esfuerzo y de poca vergüenza.
Sobón, empeñoso y pegado a la letra, así era mi amigo José Luis. Hasta entonces nunca me había molestado su forma de ser, pero en la coyuntura del año 77, las cosas empezaron a cambiar. Como se dice, José Luis estaba en el mismo vaivén que todos, sin embargo, no sé cómo haría, pero cada día se las arreglaba para conseguir todo lo que la Bruja pedía; era increíble verlo sacar de su maletín color marrón sendos sobres ‘manila’ con decenas de recortes del “Comercio”, “La Prensa, “La Crónica”, “El Expreso”, “El Correo”, “Caretas”, “Gente” y, a veces, hasta algunos del “Time” o hasta del "Newsweek” bien organizados y hasta subrayados… De esta forma el inefable José Luis se convirtió rápidamente en el “alumno estrella” y la "niña de los ojos" de Dora... Esto nos daba un poco de rabia pero intuíamos que no dependía de él. Así lo habían formado y además que yo recuerde, siempre había sido refinado y muy respetuoso de las normas, por eso (supongo) sintonizo con el gusto señorial de la Bruja… ¡Te recuerdo, amigo José Luis! Eras todo un gentleman de la Lima de los 70’s. Casi puedo verte en medio del salón, hablando… Un pequeño y exaltado Napoleón parecías, con tu pecho bien hinchado, tus ojos medio cerrados, gesticulando y moviendo tus brazos y manos con galanura, recitando con tu voz de tiple tu aprendido discursito.
-X-
Dada la capacidad de oratoria y las dotes histriónicas de José Luis y de alguno otro de mis compañeros, los demás quedamos eclipsados, en especial yo, que era un avergonzado de primera... Sabía que no tenía la menor posibilidad de destacar. Por eso, cada día esperaba resignado las clases de Lenguaje y casi adivinaba lo que mi destino me deparaba. Ahora bien, si por Dios y por la nota, tenía que hablar, sabía que iba a titubear, estaba seguro que me mostraría tan inseguro y poco convincente con los dos o tres tristes recortes de periódico que la Bruja, rápidamente me haría callar con alguna de sus clásicas frases: “Hable claro, señor. Defienda su punto de vista… Justifique lo dicho… ¿Qué pasó? ¿Enmudeció de pronto…? “¡Inmobilus!”
Dada la capacidad de oratoria y las dotes histriónicas de José Luis y de alguno otro de mis compañeros, los demás quedamos eclipsados, en especial yo, que era un avergonzado de primera... Sabía que no tenía la menor posibilidad de destacar. Por eso, cada día esperaba resignado las clases de Lenguaje y casi adivinaba lo que mi destino me deparaba. Ahora bien, si por Dios y por la nota, tenía que hablar, sabía que iba a titubear, estaba seguro que me mostraría tan inseguro y poco convincente con los dos o tres tristes recortes de periódico que la Bruja, rápidamente me haría callar con alguna de sus clásicas frases: “Hable claro, señor. Defienda su punto de vista… Justifique lo dicho… ¿Qué pasó? ¿Enmudeció de pronto…? “¡Inmobilus!”
Por esos años, yo imaginaba que algún hechizo de Dora hacía que las lenguas de los alumnos se inmovilizaran cada vez que tenían que participar…. Me parecía que cuando identificaba a alguno levantando la mano, aparte del consabido “Sí, señor fulanito, ¡inúndenos con su inteligencia!” agregaba rápidamente un hechizo... (“!Mimblewinble!”) Así, ¡pobre del que intervenía! Yo, solo puedo contar mi experiencia: Sentías que tu mente se borraba ‘en un triz’, que lo único que quedaba frente a ti eran los ojos pequeñitos e inquisidores de la Bruja mirándote cual insecto. ¡Esos ojos! ¡No podía soportarlos! Luego, poco a poco, sentías cómo tu lengua se convertía en un estropajo húmedo y enredado y lo único que te llamaba la atención era el rostro de la Bruja transformándose en una extraña mixtura de arrugas y cientos de pequitas que pululaban cual antifaz por sus mejillas y alrededor de sus ojos... Más tarde, ya casi con la boca descolgada, la saliva cayendo y (me imagino) con mirada de carnero degollado, lo único que quedaba era perderse en su amplia frente coronada por su decimonónico peinado… Solo cuando el encantamiento estaba por terminar, notabas que te encontrabas de pie como un tonto, contemplando, ahora sí, la imagen completa de Dora, impecable como siempre, con su archiconocido 'style' brujeril'. ¡Allí estaba ella, con su típica pose de auto suficiencia, muy erguida y sin preocuparse por su pancita que asomaba! ¡Allí estaba, preparada para evaluarme! ¡Terrible! ¡Y mientras me sermoneaba por mi triste intervención, su voz hería mis tímpanos. ¡Era demasiado! Solo esperaba que terminara. “¡Siéntese, señor! Comprenderemos sus limitaciones y seremos generosos. Tiene 07”
(¡Socorro!)
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