- Ella: “Toma… Lo tenía hace tiempo en mi bolsa… aprovecho ahora para dártelo… es un regalo… Como dices que tienes tu ‘lado femenino’ (ver post Nº 1)… Bueno… ahí está.”
- Yo: “Ummm… ¿Cómo?.... Pero, esto es un arete.”
- Ella: Sí, el otro se perdió… y bueno…es de fantasía… tampoco alucines… ja ja
- Yo: “Esteee…”
-Ella: Es que no entiendes…ahora es tuyo…Mira, es la clave de Sol.”
- Yo: “Sí, pero… es que… yo…”
- Ella: “Es para tu dama… para tu ‘lado mujer’ y ya…¡Chau!”
- Yo: (Silencio).
Es de madrugada y el silencio se terminó (¡otra vez, Andrés!), ¡a las 3 de la mañana!!! ¿Por qué, mi estimada, tuviste que hacer que el pasado vuelva? Y tú, pasado; ¿por qué (maldición) tienes que volver justo a ESTA misma hora? Una vez, en una película, llamaban a las tres de la mañana como “la hora del demonio” ¡Cuánta razón tenían! ¡Son las tres y 10, estoy totalmente asaltado por mis ‘demonios’ y escribiendo!
Parte II
Hace muuuuuhos años, cuando aún celebraba mi ‘cumple’, recibí mi primer regalo como recién estrenado enamorado. Yo esperaba algo especial de parte de ella; no sé… digamos que un disco de
En realidad, cuando chico, había tenido “mala suerte” con los regalos. Sin embargo, pensé que ahora que tenía enamorada, mi suerte podía cambiar. No había aprendido que ese asunto de los regalos es todo un problema; el cual, mi padre, sabio como siempre, hacía tiempo lo había solucionado, de manera práctica, con esta sencilla frase: “Yo no regalo para que nadie se preocupe por regalarme.” Y así, ‘san-se-acabó’… Pero, como estaba ‘in love’ de 6 meses, mi ilusión había renacido a pesar de la experiencias, sobre todo, con mi madrina…
Parte III
Para los niños, los regalos son una cosa seria. Los pequeños esperan que la gente cercana le dé algo. Que nadie se olvide... Como en mi caso, mi familia era más bien corta, aparte de los regalos de mis padres, pensaba que mis padrinos si o sí me tenían que hacer un presente. No contaba con la tacañería de mi madrina…
Mi madrina de bautizo era una señora medio loca y parlanchina a la que nunca entendí (Sorry, pero es la verdad). Además, yo sé que a ella, yo tampoco le caía muy en gracia como ahijado. El compadrazgo había sido unas de esas cosas que los grandes arreglan entre ellos que se parecen a las bodas por compromiso… Yo sentía que ella se sentía realmente obligada conmigo… Por eso hoy, tú ‘tranqui’, madrinita; sigue no más haciéndote pasar por mexicana allá en los United States donde vives ahora. Yo estoy bien.
Entonces fue mi madrina quien poco a poco y con mucho empeño, casi llegó a eclipsar mis ganas por recibir regalos. Recuerdo que cada vez que cumplía años, se aparecía en casa trayendo cualquier juguete baratito como un ‘Ludo’, sin embargo, la más de las veces, llegaba y, ni bien le abría la puerta, me miraba, soltaba una carcajada y luego, sus consabidas frases: “Hola ahijadito. Tu regalo…ummm… te lo debo, ¿ya?” o “Uy, ahijado… justo salía apurada y se me olvidó en la sala; la otra semana sin falta te lo traigo…” o, “Ay, ahijadito. No saludas. Interesado eres…. Ya, cambia de cara ¿ya? o “¿No me vas a dejar pasar… ¡ Qué renegón! ¡A quién habrás salido! Ya pues, ¿me dejas entrar? Que quiero comer mi torta… Ja ja ja…”
Parte III
Mayo de 1984, era un jueves y esperaba que el primer regalo de cumpleaños de mi chica. En verdad quise que fuera especial y así olvidar las decepciones de mi infancia. Obviamente, deseaba algo diferente al muñequito de peluche que me había dado la ‘Chinita’, como prenda de nuestro amor, en nuestro “primer mes”.
En fin, eran las 7 y 15 de la mañana y, ni bien llegaste al salón, me saludaste con un abrazo y, cosa rara, un beso apurado (no te gustaba mucho esas demostraciones pública de afecto). Te quedé mirando, fuiste a tu sitio y te sentaste… No me diste nada. Yo, me quedé callado y como te miraba ‘significativamente’, sonreíste diciendo: “Ya, ya…No me he olvidado; a la salida te lo doy”. ¡Qué tiempos aquellos en los que todavía podías adivinar todos mis pensamientos!
Pasó la mañana y, una vez que terminaron las clases, salimos del aula, llegamos a la puerta de la universidad y entonces me diste una cajita cuadrada bien envuelta en papel de regalo de flores anaranjadas… “¡Mi regalo! ¡Gracias!” - te dije emocionado. Pero, como estaba bien entrenado por mi madre, no podía abrirlo delante tuyo; lo tenía que hacer en casa. ¡Fue lo mejor!
Después que te dejé en tu casa, me fui a la mía. Ni bien llegué, subí corriendo las escaleras y me encerré en mi cuarto… Saqué con cuidado el papel… ¿Qué será?, ¿qué será…? –Me decía.
Han pasado 26 años y hasta ahora suena la melodía del “Tema de Laura” (¡La favorita de Ani!), en ese joyerito colorado que aún guardo… ¡Gracias, Chinita!
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