domingo, 10 de mayo de 2015

No soy el "Mondongo"

La sonrisa más amable, la gentileza al atender un pedido, el parecer paciente para enfrentar al impaciente; todo en unos minutos; todo aprendido
Son formas estudiadas, partes de un protocolo de atención, poses fingidas quizás, pero importantes de aprender, útiles para poder sobrevivir.

-I-
En el histórico de la pequeña "familia lasallista", muchos recuerdan al "Mondongo", aquel profesor sin nombre, de rasgos andinos, baja estatura y responsable de aquella (también pequeña) expresión: "No mi lo rispetan".
Pero, ¿quién era el "Mondongo"? ´Él era un profesor de Historia de apellido Rojas que en el colegio "La Salle" de Lima, cuando éste era todavía una institución que recibía a "otra clase de personas", hijos de familias de "rancio abolengo", "gente bien" que le decían. Quizás por eso, se entendía que al "Mondongo" se lo criticara, no se le perdonara una y que hasta los alumnos se atrevieran a burlarse e hicieran escarnio de él. Por eso también, era natural que "Mondongo" solo contara con uno que otro defensor; una yo conozco y que lo defendió tímidamente (casi, sotto voce) fue mi madre.
Recuerdo las veces cuando mi madre regresaba de alguna reunión con las otras mamás (encopetadas mujeres ellas),y llegaba muy disgustada; no entendía por qué hablaban mal del "Mondongo", por qué no lo consideraban a pesar de ser un esforzado profesor, por qué no respetaban el hecho que había estudiado para ser docente. Lo cierto es que ella no entendía que el arma principal de aquellas señoronas (una oscura y muy peruana), se la daba el mismo profesor: su apariencia, su descuidado vestir, y lo peor, sus desafortunadas expresiones, entre ellas "No mi lo rispetan", esa misma que yo  le escuché en un clase; todo eso les había dado la excusa perfecta para lanzar contra el profe sus más crueles dardos, los que dejaban en claro su "no igualdad", su no "ser como nosotros". Sin embargo, lo que ni siquiera mi mamá sospechaba era que, de alguna forma, todo lo que sucedía señalaba lo evidente: el profesor Rojas tenía una pobre autoestima.
Hoy, caminando por las calles, veo que el mundo ha cambiado, En las calles lo mestizo, la andino y lo antaño "no adecuado", resulta normal; sin embargo, el "no mi lo rispetan"· sigue firme en mi mente por otros motivos, ¡mis motivos!  Esos mismos que aparecen por mi manera de ser, esa que, de alguna manera, empodera a los otros y me hace aparecer como si fuera menos.

-II-
"Ya sabía que era Usted el que hablaba. Mucho "por favor", Edgardito, Usted ordene no más; no pida por favor, ¡ordene!" - me aconsejaba hace tiempo don Julio. Y si bien sus palabras tenían la mejor intención, me chocaban; y aún lo hacen, pues se topan con ese "chip" llamado "ser bien educado", el mismo que mis padres y sobre todo mi madre instaló en mí y que esconde (triste como suena) una pequeña dosis de "yo soy menos que tú".
Hace meses, en una notaria, mientras hacía unos trámites, tuve la mala suerte de necesitar un cambio de horario en una cita. Por eso, se me ocurrió ir tempranito, con la mejor disposición de pedir el cambio y con la esperanza de lograrlo. El resultado fue muy diferente a lo que imaginé; fui maltratado por la administradora, un mujer amargada y déspota, que entendió mi manera de pedir las cosas, mi ser educado y la cortesía como un solapado sentimiento de inferioridad... Gritó, vociferó, y, finalmente, no accedió. Yo solo atiné a callar. Esa fue una de las veces que aún habiendo superado varias cosas me volví a preguntar si de verdad ser educado era parecer o ser un tonto.
Hoy, saliendo de su casa, (la misma que pago aunque parezca visita) volví a sentir los remanentes de mi propio "no mi lo rispetan".  Esta vez no fue la maldita culpa, sino el hecho que (he de reconocerlo) ando medio distraído.
Y es que, querida amiga, las olas han removido el mar de mis prioridades; que caminando contigo me encuentro cambiado, me he reencontrado. Pero, curiosamente, ratos como el de hoy, cuando me encuentran con la guardia baja (pensando en ti), mi "soy menos que"·se reedita, se cuela y vuelve... y lo peor, reaparece mezclado con el el amor y por un momento ya no sé si soy quien soy o si soy el mismo de antes...

Pero, ¿sabe qué, pequeña? ya no lo quiero más.
La razón...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.