A raíz de haberme atrevido a compartir estos sencillos escritos, alguien me preguntó qué tanto de cierto había en lo que he publicado… Atrevido, cual trabajador de alguna empresa investigadora de medios, lancé mi repuesta: “Matemáticamente hablando, digamos que un 95%.”
En realidad, no sé cuánto de lo que escrito es químicamente puro o cuánto se ha contaminado de lirismo, fallas en mi memoria o hechos que inconscientemente se han perdido en algún vericueto de mi mente. De todas formas, he descubierto que es mi prerrogativa escribir las cosas como las recuerdo. Es el ‘derecho’ que asiste a quienes se lanzan a poner sus recuerdos en blanco y negro, aunque sean sencillos escritos como los de este blog. Eso, tal cual cantaban Mónica y Almendra, es algo así como decir: “¡Yo tengo la magia… yo tengo el poder!”
Así pues, ahí voy otra vez: Habían pasado tres días desde que lo increíble había vuelto a suceder, una chica me había aceptado para salir y sentía que la vida me daba una nueva oportunidad. Pues bien, a los tres días en que algo empezaba, ella debía irse de viaje. En realidad era un viaje con gente de su trabajo que habían programado para Fiestas Patrias. ¡Estaba todo previsto y era imposible dejarlo!
-Ella: ¡Me voy el viernes!-Yo: ¡No te vayas!-Ella ¡Me voy! ¡Ya pagué todo!-Yo: Pero…
-Ella: ¡Tengo que irme! ¡Tú sabes!-Yo: Sí, pues.
Recién empezaba ese ‘algo’ entre ella y yo y el tiempo de vacaciones de medio año habría sido propicio para tener más tiempo para nosotros y justo sucedía esto: ¡Teníamos que separarnos por una larga semana! ¿Qué podía hacer? De pensar en los días, ya sentía su ausencia.
Por entonces tener celular era carísimo; sin embargo, ya estaba disponible la Internet y el ‘messenger’. Recién estrenados en el mundo del ciberespacio, habíamos creado sendas cuentas de Yahoo y prometimos conectarnos a diario a una hora determinada…
El día señalado, ni siquiera pude ira a despedirla. Me dijo que le daba “roche” pues viajaba con su jefa y varios de sus compañeros de trabajo. Con reloj en mano, el día de su partida viví a la distancia cada detalle: “Ya se despertó… Ya salió de su casa… Seguro que ya está en el aeropuerto, y habrá chequeado… Ahora debe estar abordado… Las 10… ya despegó el avión… ¡Feliz vuelo, pequeña!... Pasó ese primer día, pero para mí parecía que habían pasado siglos.
-Ella: ¡Me voy el viernes!-Yo: ¡No te vayas!-Ella ¡Me voy! ¡Ya pagué todo!-Yo: Pero…
-Ella: ¡Tengo que irme! ¡Tú sabes!-Yo: Sí, pues.
Recién empezaba ese ‘algo’ entre ella y yo y el tiempo de vacaciones de medio año habría sido propicio para tener más tiempo para nosotros y justo sucedía esto: ¡Teníamos que separarnos por una larga semana! ¿Qué podía hacer? De pensar en los días, ya sentía su ausencia.
Por entonces tener celular era carísimo; sin embargo, ya estaba disponible la Internet y el ‘messenger’. Recién estrenados en el mundo del ciberespacio, habíamos creado sendas cuentas de Yahoo y prometimos conectarnos a diario a una hora determinada…
El día señalado, ni siquiera pude ira a despedirla. Me dijo que le daba “roche” pues viajaba con su jefa y varios de sus compañeros de trabajo. Con reloj en mano, el día de su partida viví a la distancia cada detalle: “Ya se despertó… Ya salió de su casa… Seguro que ya está en el aeropuerto, y habrá chequeado… Ahora debe estar abordado… Las 10… ya despegó el avión… ¡Feliz vuelo, pequeña!... Pasó ese primer día, pero para mí parecía que habían pasado siglos.
Por la noche dormí intranquilo solo esperando la mañana siguiente cuando empezaríamos a conectarnos. Temprano salí de casa y fui corriendo a buscar una cabina de internet. Por esos tiempos, las cabinas no eran muy comunes y los precios oscilaban entre 2 soles o 2.50 por hora. No había ofertas de minutos extra ni bonos por horas acumuladas.
Encontré la primera, pero estaba cerrada… caminé… llegue a otra… Ésta se encontraba a full… ¡No me había acordaba que era sábado y víspera de fiestas! Seguí andando y al fin encontré una que no me parecía muy confiable, era estrecha y descuidada pero no había opción, la hora fijada estaba cerca. Ni bien entré, el encargado un muchacho flaco y pelucón, y de mirada inquieta me dijo: “Hola, 2:50 la hora, pago adelantado, si quieres… cabina 5. ¿Cuántas horas?” No pensé nada. Le pagué por una hora pues imaginé que sería suficiente. La cabina 5 era un espacio tan angosto como el asiento de combi; pero la incomodidad no era problema….
Encontré la primera, pero estaba cerrada… caminé… llegue a otra… Ésta se encontraba a full… ¡No me había acordaba que era sábado y víspera de fiestas! Seguí andando y al fin encontré una que no me parecía muy confiable, era estrecha y descuidada pero no había opción, la hora fijada estaba cerca. Ni bien entré, el encargado un muchacho flaco y pelucón, y de mirada inquieta me dijo: “Hola, 2:50 la hora, pago adelantado, si quieres… cabina 5. ¿Cuántas horas?” No pensé nada. Le pagué por una hora pues imaginé que sería suficiente. La cabina 5 era un espacio tan angosto como el asiento de combi; pero la incomodidad no era problema….
Según el itinerario, sabía ella estaría ese día libre a las 9. Tenía el tiempo justo. Encendí la máquina 486, esperé que cargara el viejo Windows 98 y casi sin aliento abrí el Messenger… Miré el reloj enorme pegado en la pared del frente, estaba a la hora pero el icono con ‘carita’ de su cuenta estaba tan gris como el cielo de Lima… Esperé por varios minutos y hacia las 9 y media y repetía de vez en cuando como si fuera un ‘mantra’: ¡Carita amarilla… carita amarilla… carita amarilla… por favor! ¡Nada!
Al final, la hora se pasó en un santiamén y el color del icono seguía tal cual. Dos segundos después que la hora se cumplió apareció puntualito el muchacho, me miró y casi leyendo mi mente dijo: "¿Y? Son 2,50 más…" No dije nada y pagué sin chistar. Si embargo, aburrido de mirar la pantalla y sin ganas de ver nada más (En mi mente solo estaba ella) Al cuarto de hora fui a donde estaba el muchacho y le pregunté: “¿Puedo escuchar música? Tengo un CD de audio.” El chico siguió absorto en su pantalla, hizo un gesto, sacó de un cajón unos audífonos enormes y medio sebosos y me los alcanzó.
Al final, la hora se pasó en un santiamén y el color del icono seguía tal cual. Dos segundos después que la hora se cumplió apareció puntualito el muchacho, me miró y casi leyendo mi mente dijo: "¿Y? Son 2,50 más…" No dije nada y pagué sin chistar. Si embargo, aburrido de mirar la pantalla y sin ganas de ver nada más (En mi mente solo estaba ella) Al cuarto de hora fui a donde estaba el muchacho y le pregunté: “¿Puedo escuchar música? Tengo un CD de audio.” El chico siguió absorto en su pantalla, hizo un gesto, sacó de un cajón unos audífonos enormes y medio sebosos y me los alcanzó.
Regresé a mi cubil y saqué de mi mochila tenía el disco que habíamos pirateado juntos: “El viaje de Copperpot” de LOVG. Pasó la segunda hora, y yo seguía al pie del cañón mientras las canciones de la ‘Oreja’ hacían su efecto en mi ansioso corazón...
“No sé si aún me recuerdas… nos conocimos al tiempo… tú, el mar y el cielo… y quien me trajo a ti…”
La pista 4 sencillamente me aniquiló, era “La playa” ¡Justamente! No pude evitar imaginarte junto a sus amigos en las playas de Punta Sal mientras que cada minuto que pasaba me hacía poco a poco más viejo; ¡igualito que el protagonista del video clip!
“Abrazaste mis abrazos… vigilando aquel momento… aunque fuera el primero… lo guardara para mí.”
Así transcurrió la segunda hora y tras la aparición de flaco encargado, para ‘ganar tiempo’ abrí el Word y empecé a escribir algunas cosas bonitas las cuales, haciendo “copy and paste” iba a usar ni bien me comunicara con ella en el Messenger…
“Te voy a escribir la canción más bonita del mundo…voy a capturar nuestra en tan solo un segundo… Y un día verás que este loco de a poco se olvida… por mucho que pasen los años de largo en su vida.”
Había escuchado el CD entero unas 3 veces y en un arranque de masoquismo, programé la pista 4 para que se repitiera “Ad æternum” .
“No sé si aún me recuerdas… nos conocimos al tiempo… tú, el mar y el cielo… y quien me trajo a ti…”
La pista 4 sencillamente me aniquiló, era “La playa” ¡Justamente! No pude evitar imaginarte junto a sus amigos en las playas de Punta Sal mientras que cada minuto que pasaba me hacía poco a poco más viejo; ¡igualito que el protagonista del video clip!
“Abrazaste mis abrazos… vigilando aquel momento… aunque fuera el primero… lo guardara para mí.”
Así transcurrió la segunda hora y tras la aparición de flaco encargado, para ‘ganar tiempo’ abrí el Word y empecé a escribir algunas cosas bonitas las cuales, haciendo “copy and paste” iba a usar ni bien me comunicara con ella en el Messenger…
“Te voy a escribir la canción más bonita del mundo…voy a capturar nuestra en tan solo un segundo… Y un día verás que este loco de a poco se olvida… por mucho que pasen los años de largo en su vida.”
Había escuchado el CD entero unas 3 veces y en un arranque de masoquismo, programé la pista 4 para que se repitiera “Ad æternum” .
Llegó la una de la tarde y con ella el flaquito que, adivinando por mi cara mi felicidad, solo estiró su mano para recibir su 2.50 y me dejó. ¡Por fin había sonado la campanita característica del Messenger! ¡Era ella! Rapidito maximicé la ventana de Word donde había preparado mis escritos, unas frases almibaradas, inflamadas de afecto, correctamente escritas con sus signos de admiración y demás. Ahora, tenía las manos alertas, el nervio firme… “Hola, amor” –escribió ella. Hola! – respondí. Entonces, ya me disponía a hacer CONTROL +V para ‘pegar’ una cosa bonita que había escrito cuando empezó a aparecer en la pantalla: “Toy un toke no mas… no teng tiemp - tqm – d’re va ser dificl conktrns… dond stams no hay mas que una cabina... me vy almorzar – tqm - cuídate…. chau y tqmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm…” Y tras eso, otra vez la carita gris… Nunca llegué a poner usar Control + V, me quedé con la miel en el documento de Word que avergonzado eliminé de inmediato de la máquina. No pude escribirle nada; de hecho, ni chau le había dicho, era la una y cinco minutos de la tarde y, de pronto, me había quedado otra vez como un tonto mirando la pantalla…
“Si pudiera volver a nacer… te vería cada día amanecer…. sonriendo como cada vez… como aquella vez”
“Te voy a escribir la canción más bonita del mundo…voy a capturar nuestra en tan solo un segundo… Y un día verás que este loco de a poco se olvida… por mucho que pasen los años de largo en su vida.”
“Si pudiera volver a nacer… te vería cada día amanecer…. sonriendo como cada vez… como aquella vez”
“Te voy a escribir la canción más bonita del mundo…voy a capturar nuestra en tan solo un segundo… Y un día verás que este loco de a poco se olvida… por mucho que pasen los años de largo en su vida.”
Como tenía una hora pagada, aguantando el nudo que tenía en la garganta repetí hasta el cansancio “La playa” mientras mi chica, de seguro estaría devorando un cebiche mixto con calamares con bastante ají y mayonesa. Hacia las dos de la tarde, antes que el flaco reapareciera, apagué la maquina y salí. Pequeña, ¡nunca más te extrañaría tanto como entonces!
“El día de la despedida, de esta playa de mi vida, te hice una promesa, volverte a ver así.”
“Más de 50 veranos, hace hoy que no nos vemos, ni tu ni el mar ni el cielo, ni quién me trajo a ti…”
Advertencia:
Los hechos de esta historia han sido falseados: Los tiempos están cambiados, los nombres han sido omitidos y hasta el escenario es irreal; todo, para proteger la identidad del inexistente flaquito con ojos avispados que fue quien más me habló ese día… Ahora bien, lo cierto, es que en aquella semana, de echarte de menos, tú sabes que sí lo hice y que la música de la “Oreja” fue la banda sonora de la pena de no verte. Pero como dice don Julio, quien “tiene el poder” cuenta las cosas como quiere y así lo he hecho.
“El día de la despedida, de esta playa de mi vida, te hice una promesa, volverte a ver así.”
“Más de 50 veranos, hace hoy que no nos vemos, ni tu ni el mar ni el cielo, ni quién me trajo a ti…”
Advertencia:
Los hechos de esta historia han sido falseados: Los tiempos están cambiados, los nombres han sido omitidos y hasta el escenario es irreal; todo, para proteger la identidad del inexistente flaquito con ojos avispados que fue quien más me habló ese día… Ahora bien, lo cierto, es que en aquella semana, de echarte de menos, tú sabes que sí lo hice y que la música de la “Oreja” fue la banda sonora de la pena de no verte. Pero como dice don Julio, quien “tiene el poder” cuenta las cosas como quiere y así lo he hecho.
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