Isabel era el nombre de mi abuela materna. ¡Mi “mamá Bel”!
- One -
Después de un tiempo había regresado a estudiar inglés al ICPNA.
Tras rendir una prueba de ubicación, me matriculé en Intermedio 1.
¡Allí te conocí, Isabel!
Eras alta, risueña, conversadora, pero poco hábil en el inglés. La verdad, nunca entendí cómo habías llegado a los ciclos intermedios.
Coincidimos en tres ciclos y creo que por eso imaginaste que sabía mucho, pues me solías esperar en la banca fuera del salón para pedirme prestado mis “homeworks” o “compositions” y así “comparar” mis trabajos con los suyos.
A veces, cuando no había tarea, me conversabas. Hablabas de cosas lejanas para mí: tu trabajo (donde te tenían envidia); también sobre tus desventuras amorosas.
- Two -
Isabel eras buena conmigo y, por alguna razón, nunca me detuve a pensar por qué me hablabas. Eras una joven muy bonita; por eso, cuando me mirabas, algo dentro mío me decía que tenía que ayudarte, aconsejarte y no sé si protegerte.
Creo que solo deseaba tu bien. Confiaba en ti y para mí eras una chica inocente. No me importaba que asistieras a clase con unas minis muy cortitas, tampoco que el “mister” que nos enseñaba, se enredara al hablar, tartamudeara o se tropezara con su pupitre cada vez que te dirigía la palabra. La verdad no reparaba mucho en esas cosas hasta cierto día que, después de regresar del baño y entrar al salón, vi que tú, Isabel, como quién no quiere la cosa, cruzabas las piernas a lo Sharon Stone y, con voz meliflua respondías al profesor: “¡I'm Sorry, mister! ¡I don’t understand!” Y el “teacher”, descarado él, no te despegaba los ojos de encima. ¡Te miraba embobado con una sonrisa tonta, pero feliz!
- ¡Oh! ¡Oh! ¡It's ok, ok, my dear!
¡No soporté que el profesor te hubiese mancillado con su mirada!
Por eso, al llegar a mi carpeta decidí que debía hacer algo. Me acordé de que alguna vez me dijiste que era para ti a "el hermanito que nunca tuviste” por eso; empecé a controlar cuántas veces más el profesor te miraba.
Así, después de una semana, lleno de amor fraternal y con el registro de las ocurrencias anotadas en mi cuaderno, había confirmado que el profesor era -como habría dicho Martita- un “ojo vivo”. Entonces, cual Lancelot du Lac, me armé de valor y en el intermedio te llamé a un lado y te dije: “Isabel, mira. ¿Ves estas rayitas? Son las veces que el teacher te ha estado mirando las piernas; y no pues, tú eres una chica buena y bla, bla, bla… debes cuidarte… bla, bla, bla… eso no está bien... bla, bla, bla, ¿qué pensará?... Y bla, bla blá.”
- Three -
Isabel, ¡cómo te habrás reído por dentro con mi “speech”! Nunca habrías adivinado cuánto me costó encontrar las fuerzas para hablarte. Aunque no era lo mío, sentí que era mi deber como cristiano y digno alumno de secundaria del colegio La Salle de Lima. Pensé que con eso te iba a salvar de aquel horrible, libidinoso y malvado profesor. Aunque mirándolo bien, el “teacher” era alto, joven, blancón, y con un porte de galán de cine que yo nunca iba a tener…
Por eso, para ti, mi casta Isabel, va esta cancioncita: “Maneater”
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