miércoles, 11 de agosto de 2010

¡Arriba las manos! (Parte 1)

-I-
Eran los años de furor de la música “Disco”, cuando Donna Summer era su reina indiscutible (¡Ave, Donna!). Allí apareció una banda de jóvenes negros, cuyo primer éxito fue una canción que, de alguna manera, alababa las “hazañas” de la mítica “Ma’ Baker”, famosa criminal del "old Chicago Town": Los “Boney M”.

Hacia finales de esa época, de enormes zapatos de plataforma, patines de cuatro rueditas y llena de una música pegajosa, feliz, pero deleznable; un dúo francés, los “Ottawan”, lanzaron otra canción que, para variar, tenía tintes de asalto a mano armada: “Hands up!” Esa cancioncita, mi querida SR, cuando la música todavía no era bulla para ti, fue una de tus favoritas…. En realidad, tuya y la de tu hermanita, que pronto nos dejó…

-II-

Ser enamorado de una “cerebrito” era un peso que tuve que aprender a sobrellevar. Mi chica, la “chinita”, había ingresado a la “uni” sin pecado original, es decir, sin el trauma del examen de admisión. Para más señas, llegaba precedida por no sé cuantos diplomas y fotos en los Cuadros de Honor y, lo peor, es que estaba genéticamente mejor preparada que yo para el éxito académico. ¡Toda la sapiencia de la milenaria cultura oriental la respaldaba!

Gracias a sus habilidades innatas y sin hacer mucho esfuerzo, sacaba excelentes notas. ¡Ah, SR! Como eras “de pocas palabras”, al principio pensé que carecías de vanidad… La verdad, la saben nuestras hijas, es que el conocimiento fue siempre tu mayor vanidad… Recordemos no más, cómo años después, tras resolver en pocos minutos los Geniogramas del Comercio, tus ojitos medio rasgados nos decían: Ja, ja… ¡Ya está! ¡Fácil!

-III-Como primerizos en estos afanes del enamoramiento, deseábamos compartir todo el tiempo posible, por eso empezamos a estudiar juntos. ¡Cómo me esforzaba para estar a tu altura! Quedar bien contigo era mi impronta. Hasta hacía lo imposible para guardar el poco dinero que la espartana economía de mi padre me permitía, para comprar aquellos benditos libros de Editorial “Oveja negra”, devorarlos rápidamente y no pasar por un ignorante frente a ti…

Y así fue, en aquel tercer ciclo de universidad, cuando quise demostrarte que podía alcanzarte e incluso superarte y como pensaba, iluso yo, que Lógica era mi fuerte, se me metió entre ceja y ceja que le podía ganar en ese curso.

Estudié como nunca. Hasta me compré “Introducción a la lógica” de Irving Copi, una edición con tapa de color plomo; usadito, pero servicial como el libro gordo de Petete... Con él, me sumergí en el mundo de las falacias… Así, mientras tú tranquila estudiabas un poco también preparabas lonche o atendías a tus hermanitos… Mientras tú tomabas las cosas con calma oriental… (‘¡Ob-vio!’, diría Hong, hoy)…yo, dale que dale con las falacias: La “ad baculum”, la “ad verecundiam”, la “ad hominem”, la “de la causa falsa”… la de “no sé qué”… la de “no sé cuántos”.

Llegó el día del examen, yo me sentía un “Rocky Balboa” al final de sus películas (Fanfarria de ‘Rocky’, por favor): ¡Había sufrido, pero estaba listo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.