Era una reunión donde ninguno de los dos estábamos del todo encajados. A diferencia de la joven, yo estaba acostumbrado a estar solo; ella por su parte, separada hacía poco, parecía el cromo suelto de un álbum, ¡sin lugar!
-Te sientes rara, ¿no?
-Sí. ¿Cómo te has dado cuenta?
-Pues por tu mirada perdida y de cómo evitas mirar a las parejas.
Ella quedó sorprendida y solo asintió.
-Estás triste y mirándolos te duele estar sola, ¿no?
La mujer levantó la cara y parpadeó con rapidez como queriendo que sus ojos no se aguaran. Entonces lamenté haber hablado; para mí era tan obvio lo que vivía que no pude evitar sentir compasión por ella.
Sé que no suena muy "de hombres"pero a lo largo de mi experiencia escuchando a personas, son más las mujeres con quienes, sin decírselo, he coincidido más en saber reflejar cómo se siente la soledad.
Sé que no suena muy "de hombres"pero a lo largo de mi experiencia escuchando a personas, son más las mujeres con quienes, sin decírselo, he coincidido más en saber reflejar cómo se siente la soledad.
Es curioso pero hay patrones que se repiten, seas varón o mujer.
I
Ver mis lágrimas corriendo por el piso en una mezcla de agua y jabón y ahogar un grito en mi garganta fue una sola cosa y, repito, ¡fue demasiado! Solo pedí bajito a Dios que no me alejara de ella; que cada cosa que habíamos vivido no hubiese significado nada... En realidad, la sensación de perderla estaba siempre presente. Curiosamente, solía aparecer cuando estando a su lado percibía que de alguna manera ella no estaba allí conmigo... A ratos, su mirada se perdía y sus silencios se hacían largos, ellos eran evidencia de sus temores. Y hasta su sonrisa y gestos muchas veces sabían ocultar su tristeza: Años de labor pastoral, oratorio, fiesta y espiritualidad habían forjado a pulso su "experticia" en mostrarse luminosa y en esconder lo que en realidad le dolía, ¡aún a ella misma! Hoy, siento con tristeza que eso mismo es lo que parece alejarla y me impide sintonizar del todo con lo que desea, con lo que yo también sueño y espero.
II
Hoy lloré y, como otr@s tant@s, fue de noche y en mi cama, mi único espacio privilegiado. Allí es posible desahogarme a mis anchas y reclamar; allí vale todo, hasta añorar el amor esquivo. Hoy en día, aunque no lo hago tan seguido, a veces me quiebro cuando mi lado más humano (y mundano) produce pequeños "hipos" en mi fe y en mi confianza.
Hoy, repito, lloré (Dionicio, tu oso, lo sabe) y fue extraño pues te había visto y habíamos estado bien: así, cursi como suena, Te había mirado, escuchado, mimado en lo posible y más que nada me había perdido en tus ojos, tanto, que de pronto el mundo alrededor desapareció y "lo nuestro" encontró su espacio y su sentido.
Todo eso cambió mientras tumbado en la cama, leía. El libro de Murakami hizo que me agitara. Increíble como suena, la historia de amor de la novela (una de un amor pasado) hacia que mi respiración se entrecortara pues me di cuenta de algunos detalles: hoy te había visto contenta, cantabas pero en un instante te pusiste pensativa, como atrapada en tu pensamientos. Conocía esos momentos y mi mente me traicionó: ¡Te perdería! ¡Te irías! ¡No podía soportarlo! ¡Era mi misma historia desde hacía un tiempo! La del perdedor, la del que no le toca ser feliz, la del que siente que aún esforzándose no logra lo que desea.
¡Y lloré!
III
¿Perderte o dejarte ir?
Querer no hacerlo y sentir que a veces parece que es lo que quieres sin querer.
Hoy, repito, lloré (Dionicio, tu oso, lo sabe) y fue extraño pues te había visto y habíamos estado bien: así, cursi como suena, Te había mirado, escuchado, mimado en lo posible y más que nada me había perdido en tus ojos, tanto, que de pronto el mundo alrededor desapareció y "lo nuestro" encontró su espacio y su sentido.
Todo eso cambió mientras tumbado en la cama, leía. El libro de Murakami hizo que me agitara. Increíble como suena, la historia de amor de la novela (una de un amor pasado) hacia que mi respiración se entrecortara pues me di cuenta de algunos detalles: hoy te había visto contenta, cantabas pero en un instante te pusiste pensativa, como atrapada en tu pensamientos. Conocía esos momentos y mi mente me traicionó: ¡Te perdería! ¡Te irías! ¡No podía soportarlo! ¡Era mi misma historia desde hacía un tiempo! La del perdedor, la del que no le toca ser feliz, la del que siente que aún esforzándose no logra lo que desea.
¡Y lloré!
III
¿Perderte o dejarte ir?
Querer no hacerlo y sentir que a veces parece que es lo que quieres sin querer.
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