"Ese anillo significa mucho para mí... y lo encontré (...) Dios se manifestó... lo sentí tan evidente... duro y reconfortante a la vez".
Perrito perdido
Era de una niña, yo la vi.
Mientras la profesora corregía un cuaderno, la niña se le acercó con el muñequito en la mano. Lo sostenía con cariño en la palma de su mano y con la otra lo cubría, por si acaso. Imaginaba cuánto se habría esmerado en hacerlo, con qué cariño lo había modelado esperando que "su Miss" lo guardaría como algo especial.
La maestra, mientras tanto, seguía concentrada en el cuaderno; entonces la niña, animándose le dijo:-¡Miss, disculpe, es para usted!
-Ya, (...) gracias - respondió ella.
No vi más y me fui.
Al día siguiente, en la misma mesa donde la maestra corregía, ya no había cuadernos, ni fólderes, solo unos papeles escritos, un borrador de goma mascado, un vaso desechable y el perrito amarillo. Me sentí extraño, recordé cómo, cuando era chico, guardaba muchas cosas que me regalaban: papelitos, estampitas, piedritas de pirita y alguna vez, hasta un cartucho usado de bala que, aun siendo un muchacho de segundo de secundaria, recibí como regalo de cumpleaños del profesor Medina. En ese sentido, me parezco a mi madre, a pesar de que ella reniegue del hecho de sacramentar los objetos y haber guardados tantas cosas como si fueran sagradas.
-II-
Perrito encontrado
Dos semanas después, la sala llena, todos los profesores se habían reunido para escuchar indicaciones del "jefe"; en el panel, un incauto (yo mismo) había colocado al perrito amarillo bajo un cartelito, con la esperanza de que lo recogieran.
Hacia el final de la reunión, al "jefe" se le ocurrió decir:
-¡Allí hay un "perrito" perdido!
Casi nadie se inmutó, alguno dio una mirada curiosa al muñequito. La "dueña", por su parte, ni se dio por aludida.
Solo tú, volteaste y dijiste:
-¡Ohhh!
Solo entonces, algunos te miraron y sonrieron divertidos.
Tú (para variar) te sonrojaste y tomaste el muñequito con cuidado y lo guardaste con delicadeza en tu mandil. Lo acogiste.
Anillo roto, perdido
No fui yo, y no sé con certeza las circunstancias en que el anillo de coco había llegado a ti, Solo sé que no era de "sabor nacional" como éste, aquél era hecho de coco brasileño. Lo único que dijiste es que sin querer "él lo rompió" y que encerraba un significado enorme, ¡un compromiso! ¡una ilusión!
O quién sabe si a ti misma...
O quién sabe si a ti misma...
-IV-
Anillo nuevo, lo encontraste, ¡te encontró!
Ese día insistí para encontrarnos y atender cosas muy importantes. Sentí que no querías, pero finalmente fue.
Esa noche, no pensamos caminar por allí; sentía que había sido muy intenso todo y que estabas cansada pero, como deseábamos estar un rato más juntos, finalmente fue.
Esa tarde ya te habías atrevido a decirme que no, cuando se me ocurrió que deseaba darte algo útil pero un poco costoso. Pocas veces hasta entonces te habías animado a decirme algo así, con firmeza, pero finalmente fue.
Ese momento cuando viste al señor que vendía bisutería en el suelo, me jalaste para apurar el paso (cosa rara) y solo dijiste "un anillo de coco". Y aunque parecía que no había uno como querías ("delgadito" como el anterior)... ¡finalmente fue!
-V-
La despedida.
No dijiste mucho. Compré el anillo. Recuerdo que te lo probaste, pagué y que antes que dijeras nada, lo saqué nuevamente de tu dedo, te lo volví a poner, esta vez, besando tu manita.
Seguimos caminamos y, al llegar al paradero, me dijiste que podías ir sola.
Aunque mi corazón lo sentía, primó la razón pues el colectivo que apareció providencialmente solo había un asiento y todos los demás carros estaban repletos.
Tras insistir con cariño, finalmente acepté que te fueras sola y subiste al auto.
Entonces, como en una pintura te miré: Te habías acomodado, habías puesto tu bolsa en el regazo y miraste el anillo de coco en tu mano. No sé por qué (ni puedo explicarlo aquí) pero sentí una emoción enorme y no pude moverme de allí.
Solo segundos antes de que el carro se moviera, me miraste y tuve que bajar los ojos para que no me vieras llorar.
No sé qué misterios más encierra el anillo pues tú, tan celosa de tus sentimientos, no sé cómo ni cuándo me lo dirás... ¿Lo encontraste? ¿Te encontraste?
Lo único que sé es que lo adoptaste, que lo anduviste buscando y, cuando menos lo esperabas, él vino a ti.
Lo único que sé es que lo adoptaste, que lo anduviste buscando y, cuando menos lo esperabas, él vino a ti.
Lo único que sé (ingenuo yo) es que eres linda, linda, linda, linda, linda... ¡linda!
(Eso lo sé yo, aunque veces como esta siento que quisieras volar. Y yo... yo no quiero que te vayas, ¿recuerdas?)
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