Cada viaje a los recuerdos es una larga travesía a lugares donde estuvimos, donde no quisimos estar, donde no pudimos estar. Finalmente, un viaje a donde nos guste o no, no estaremos más.
(Yo, ayer y siempre)
"Eres medio "stalker", papá. Tantas cosas que andas publicando de la película."- me dijo como quien no dice nada importante mientras se servía un té. "Creo que te gusta la chica... Pero, no está a tu alcance... Te lo digo porque te quiero... Ya deja de estar rebotando sus cosas del Face... La vas a asustar..."
Hola, Yola
La veía por la televisión sólo cuando podía. Nunca mientras rondaba mi hermano mayor, ni tampoco con el menor, quien por esos tiempos estaba más interesado en las aventuras del asombroso Hombre Araña o en las locuras de la Tortuga D'Artagnan. En el colegio nadie sabía, ninguno de mis compañeros se habría imaginado que me gustaba la chica; mucho menos se les habrían ocurrido pensar que, aparte de verla casi de manera clandestina en su programa de la tarde, a veces iba al mercado, donde (¡tiempos aquellos!) había una tienda de discos, y me quedaba mirando en su vitrina de exhibición el miniplay (marca "Odeon") de Yola Polastri . Quería ese disco y conseguirlo me tomó casi medio año; no solo porque la palabra "propina" no estaba en el vocabulario de mis padres, sino sobre todo por purita vergüenza. ¿Cómo haría para comprarlo?
Como el disco tenía un papelito con el precio pegado, sabía cuánto debía conseguir; así que sol a sol, centavo a centavo, al final logré juntar el dinero, ¡Lo iba a comprar! Llego el día y si alguien me hubiese visto cuando fui al mercado con la plata bien apretada en mi mano, le hubiese parecido que andaba perdido o quizás medio trastornado; rodeé la tienda cientos de veces, estuve parado con la cara casi pegada al vidrio del escaparate; en tres ocasiones me detuve en el mismo vano de la puerta, pero no me decidía a entrar. Para animarme, decidí ir a la iglesia que estaba cerca y pedir (al mejor estilo de mi madre) que la Virgen Santa y las ánimas del purgatorio me acompañasen. Solo así, con paso firme y la mirada puesta en el suelo, entré al local.
- Buenas tardes señor. ¡Me vende... el... disco... de Hola... Yola...!
- ¿De Holayola? ¿Cuál? ¿El de "Las palmaditas" o el de "La semillita"? - dijo el señor gordo mostrándome dos discos que sacó de un estante.
- ¡Quiero... el... disco... de Hola... Yola!
- ¡Todos son de Holayola! - añadió el señor gordo, mira, estos recién me los han traído.
¡Quiero... el... disco... de Hola... Yola...! - dije casi sin voz y señalando la vitrina, porque yo quería ese en el que la chica de la tele me miraba.
- ¡Ah, bueno! El que TÚ quieres el primero de Holayola...
Lo que dije después fue lo que sin querer tenía ya preparado por si acaso el señor gordo me decía algo así.
- Yonoloquiero noesparamí espara mihermanito... ael....legusta... amínomegusta... amí...mihermanomemandóacomprar...noesparamí....noesparamí... no...
El señor gordo me miró divertido, metió el disco en una bolista de papel, y yo prácticamente le dejé el dinero en el mostrador y salí corriendo... Bueno, solo llegué a dos metros después de la puerta, puesto que mis piernas (como me solía pasar por entonces) se agarrotaron tanto que no pude dar un paso más... No importaba, ya tenía mi disco, y, lo mejor, Yola "la inmortal" me miraba con ojitos tiernos. ¡Me miraba solo a mí!
Casi cuarenta años después, Yola creció, floreció y se resiste a marchitar; sin embargo, yo me quedé con la de "¡ecooooo!!! ¡eco-co-co!! ¡ecoro-co-có!!!", pues más tarde la olvidé y nunca más compré otro disco.
Hola, Rossana
Algunas cosas salieron mal; no sé si fue realmente así pero mi intención era que ese día las cosas salieran perfectas. ¿La razón? ¡Rossana vendría! ¡Rossana Díaz, la escritora, directora y productora de "Viaje a Tombuctú" vendría al colegio para presentar su película a los chicos del cole! ¿Cómo era eso posible? La historia había empezado casi medio año atrás.
En el mes de julio "Viaje a Tombuctú" ya no estaba en cartelera. Contra todos los pronósticos se había mantenido valientemente por más de un mes en el circuito comercial, y por entonces, empezaba a ser a ser presentada en provincias y en algunos lugares de Lima. Yo había visto la peli dos veces pero había alguien que se la había perdido: ¡Narnette! "Viaje a Tombuctú" eras un asunto pendiente entre ambos, que ameritaba hacer una tregua en nuestro pacto de "no vernos nunca más". Hablamos y empecé a informarme dónde exhibirían la película para poder organizarnos. Tras perder la proyección en la Biblioteca Nacional por lleno total, la opción era un local pequeñito del jirón Callao (el "microcine El Centro" de la AAA) en Lima cuadrada,
Fue la noche del martes 22 de julio. Por si acaso, llegamos súper temprano y aguantamos de todo: desde un insufrible mimo, un corto que retrasó más la proyección, hasta una calidad de imagen y sonido que obviamente no eran la de un cine. Aun así, al terminar la cinta, me sentí doblemente contento: noté que la peli no me había cansado y al mirar a Narnette, tenía su cara sonrosada, indicador que estaba feliz y satisfecha.. De pronto, encendieron las luces y apareció Rossana. Su sola presencia me sorprendió. Con sencillez y una infinita paciencia, respondió a todas las preguntas; incluso las repetidas, las tontas y hasta las que no eran preguntas. Al salir, Narnette, que había notado mi azoro, me dijo: "Te ha impresionado, ¿no? Es linda. ¡Anda, no seas tonto, dile algo! Pídele que lleve la pela a tu colegio". "!¡Estas loca!" -le respondí, mientras veía cómo Rossana dejaba la sala... "No sé..." -añadí; "¿Cómo? ¿Se lo pido así no más?" "No sé, piensa, pues". - añadió ella- "¿Y si le digo lo de Luis Hernández, el poeta, el que estudió en "La Salle"?" Entonces, Narnette me empujó.
¡Finalmente la cosa funcionó! ¡Rossana había aceptado presentar su película en el colegio antes de fin de año!
¡Finalmente la cosa funcionó! ¡Rossana había aceptado presentar su película en el colegio antes de fin de año!
Llegó diciembre y allí estaba, esperando la llegada de Rossana, mientras subía y bajaba del tercer piso donde está la cabina de proyección del teatro del colegio, revisando por enésima vez cada uno de los detalles. De pronto, me dijeron que estaba ingresando e inmediatamente bajé. Ni bien salió del auto, me acerqué y la saludé con efusividad; Rossana hizo un mohín de sorpresa, pero acostumbrada (supongo) a estas situaciones, me saludó con una sonrisa. Aún así, no podía dejar de pensar que en realidad, la persona que la había animado para venir, no era yo, sino "Billy the Kid", nuestro antiguo alumno, el mismo que en estos pasadizos había empezado a ser herido por la espalda, (aunque felizmente, ¡el sí supo dónde ir!)
Pensaba en algunas de esas cosas mientras ambos subíamos por la escaleras hacia el teatro. Pero, en un momento, reparé un poco más en ella: delgada, cabello sin sujetar, maquillaje discreto y vestida de manera personal. Me sentí raro. ¡éramos un contraste criminal! Yo todo 'formalote', con el uniforme completo (saco y corbata incluida) y esta chica, vestía tan casual que dolía. Felizmente Norita, la Direc, sin querer queriendo, y dejándose llevar por sus sexto sentido femenino, había venido con blusa de dril y jeans que sí combinaban con Rossana... "Somos muy formales" -le dije. Rossana guardó silencio; estaba admirando el edificio antiguo que un sol implacable empezaba a iluminar.
¡Y sí que fuimos formales! Tras probar el sonido y la proyección, debimos seguir con el protocolo que habíamos preparado con Malena. Éste incluía que dos muchachos anfitriones debían saludarla y escoltarla para que recorriera la exhibición previa a la película. Ella, como buena chica, se dejó llevar. Una vez terminada la visita, los muchachos la acompañaron a Rossana junto a Norita a sus asientos mientras yo debía subir al estrado a dar el "speech" que había preparado. Allí me entró la desazón de mi primera metida la pata del día: mientras habíamos estado en la cabina probando el audio, alguien mencionó el tema de la edad y Rossana, muy seria, dijo que ella no ocultaba sus edad, que nació en el 70 y tenía 44 años. Al llegar al escenario, mire mi papel impreso con letras grandes que empezaba así: "Rossana Díaz Costa nació en 1970.."; el detalle es que tenía el 1970 tachado y por eso, dejé el papel y empecé a habar sin lo que había escrito. Fue cuando volví a equivocarme Por querer mencionar a Woody Allen, el ídolo de Rossana, erré la referencia de la película; y en vez de "La rosa púrpura del Cairo" dije "Dias de radio". Rossana hizo como que no escuchó, subió al escenario y presentó su película. Yo me sentí tonto, pero no dije nada. Felizmente, el encargado de iniciar la peli, sin querer había apagado el proyector, así que aproveché esto para descargar en él un poco de mi creciente frustración.
Cuando empezó la proyección pregunté a Rossana si quería ver el cole, especialmente la parte antigua; ella accedió e hicimos un pequeño recorrido. Eso me animó, pero no mucho, pues mientras caminábamos y le contaba generalidades sobre el colegio estaba atento estaba atento a que todo estuviese bien, que no hubiese papeles en el suelo, que los muchachos se comportasen.. Ya después, imaginé que podíamos hablar de otras cosas. Felizmente los muchachos de secundaria se comportaron decentemente. El único que no lo hizo fue el sol que hizo recordar a Rossana que debía ponerse bloqueador.
Volvimos al pabellón antiguo y le propuse tomar algo fresco en la sala del Directorio. Creí que esa sería mi oportunidad, que allí podríamos charlar. ¡Iluso! No calculé que en la sala encontraríamos a un refugiado; don Julio ST quien orondo, tomaba un café. Después de saludar y decirnos que no nos preocupáramos por él; en un instante, capitalizó la conversación. No contaba con eso.
Pasaron unos minutos y por más que Don Julio insistía que hiciéramos como que él no estaba allí; él, que era un evadido confeso del mundo del cine, empezó a llevarnos a sus temas: la espiritualidad, la filosofía, la "geometría de pasiones", la misión del colegio... Yo, que imaginaba conversar con Rossana de otras cosas, ¡y nada! Mis pobres intervenciones se limitaron a contarle de mi padre, antiguo gerente de la Warner, donde la alusión a Toto de "Cinema Paradiso", era más que obvia, un rato más tarde pude hablar de la exhibición de películas en las época de la censura en los años 70, pero Don Julio insistía en salirse por la tangente; esta vez, "promocionándome" como el que iba a "cambiar el colegio cuando instaure la Consejería" (?¿) La verdad, no lo entendía y quizás sabiendo que perdía minutos preciosos, intenté mi menos afortunada alusión al buen cine; hablé de "Tess, pero Rossana dijo que "Tess" era "la menos Polanski de las pelis de Polanski" y, cuando iba a continuar, nuevamente Don Julio la volvió a interrumpir... ¡Ni modo! Tras terminar su vaso de "Frugos", Rossana me pidió volver al teatro, pues ya llegaba la parte final, la del viaje.
Pasaron unos minutos y por más que Don Julio insistía que hiciéramos como que él no estaba allí; él, que era un evadido confeso del mundo del cine, empezó a llevarnos a sus temas: la espiritualidad, la filosofía, la "geometría de pasiones", la misión del colegio... Yo, que imaginaba conversar con Rossana de otras cosas, ¡y nada! Mis pobres intervenciones se limitaron a contarle de mi padre, antiguo gerente de la Warner, donde la alusión a Toto de "Cinema Paradiso", era más que obvia, un rato más tarde pude hablar de la exhibición de películas en las época de la censura en los años 70, pero Don Julio insistía en salirse por la tangente; esta vez, "promocionándome" como el que iba a "cambiar el colegio cuando instaure la Consejería" (?¿) La verdad, no lo entendía y quizás sabiendo que perdía minutos preciosos, intenté mi menos afortunada alusión al buen cine; hablé de "Tess, pero Rossana dijo que "Tess" era "la menos Polanski de las pelis de Polanski" y, cuando iba a continuar, nuevamente Don Julio la volvió a interrumpir... ¡Ni modo! Tras terminar su vaso de "Frugos", Rossana me pidió volver al teatro, pues ya llegaba la parte final, la del viaje.
Fue entonces que entendí que mi "oportunidad" (esa que no había planificado) estaba casi perdida. De todas maneras, aún me preocupaba saber si todo el esfuerzo que había hecho para crear expectativa por la película no había sido en vano. Pensaba en todo; desde la sencilla reseña que escribí para la web, los carteles que pegué por todos lados, las visitas a los salones para de los chicos de 6º y 5º de secundaria; los días que puse música de Soda Stereo, Charly García e Indochina en los patios, por la mañanas, antes de clases; las publicaciones que compartí en Facebook y hasta el texto que escribí en un diploma de poco valor formal...
Sin embargo, una cosa sí me había quedado clara de lo poco que Rossana había podido decir cuando Don Julio no la interrumpía. Era algo que hizo que la admirara aún más: la Rossana de los 80 había sido más fuerte que yo, y probablemente, más que muchos de mi generación; ella había hecho lo que yo nunca pude hacer: Estudiar cine.
Llegamos al teatro. En la oscuridad, conseguimos ubicarnos y, mientras me ubicaba nuevamente, caí en la cuenta que lo que veía en la pantalla era obra de la chica sentada a mi lado. Así fue como cometí mis últimas tonteras; Mientras Rossana escribía en su celular, le comencé a decir sobre su "cameo" en la escena de cine... (sí, a lo Hitchcock -concluyó ella); luego, mencioné la escena de la playa que no aparece en la cinta (pero sí en los créditos -añadió); sin embargo, el colmo de mi "originalidad" llegó cuando rematé con un comentario acerca de un "goof" de la película... Rossana, muy educada, reconoció el error pero al rato se paró y salió un ratito. "Era un asunto serio" -me dijo después, pero igual me sentí un reverendo tarado. Terminada la proyección, aplausos espontáneos del público y lo mejor, que los chicos (sobre todo los más pequeños) habían respondido bien a la cinta y más tarde, preguntaron mejor... ¡Rossana estaba encantada! ¡Yo respiré un poco!
Tras media hora de conversación con los chicos, volvimos al protocolo. El cole agradeció a Rossana y al acompañarla a la puerta del teatro, no faltó el clásico estudiante de comunicaciones que la abordó y bajó con ella haciéndole mil comentarios y preguntas. Ahí desaparecieron todas mis chances. Por eso, supongo que al final, terminé como todos, ansioso de que no se fuera sin autografiar mi libro "Los olvidados..." y uno de los volantes de la película que había guardado desde mayo.
Llegada la hora, me despedí y la acompañé al auto. Cuando la vi marchar, recién me saqué el saco, y medio achicharrado, volví a mi oficina. En el escritorio estaba mi libro y el pequeño cartel autografiados; también una mica con varios de los volantes que iba a regalar como recuerdo a los niños. Al tomarlo, sentí un aroma como a perfume,..
A continuación solo intuyo y me arriesgo: La mica había estado en su bolso y, según yo, olía a ella, a su perfume. Inmediatamente, fui donde mi amiga, la doc:
- Ani, toma, huele, por favor.- ¡Ah, que bonito!¡De la película! ¡Gracias!
- No, amiga, huele... ¡Dime a qué huele!
- Huele a dulce.
- No, amiga. Huele a perfume, su perfume. Me lo dio Rossana.
Ani, cruzó los brazos, alzó las cejas y sonrió.
- Te gusta la chica, ¿no?
Yo no esperaba eso...
- Todo lo que has hecho para promocionarla; es porque te gusta ella.
- Aminomegusta.... yolatrajeparaloschcosdelcolegio...yaellos....lehagustado... aminomegustaella... amíno... eraparaellos.... paramíno...
Días después, vuelvo a mi pequeño refugio, mi música, mis pelis y mis letras, que hoy, son para ti. Para ti que llegaste, te fuiste, y sin embargo, te quedaste, inolvidable, en la película de la cual me enamoré.
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