A ti, que vives los sueños de ella y que luchas para que él tenga uno...
¡Es que no lo quiero! ¡No me gusta cómo es! Lo sé.... no está bien... pero es la verdad... ¡No lo quiero...! ¡Mi hijo! Los ojos de la mujer que tenía al frente se perdían en la pintura que colgaba de la pared detrás mío... De pronto, tras un gesto de dolor, y quién sabe si dándose cuenta lo que acababa de decir, bajo la vista, hundió su cara en el pecho y empezó a llorar bajito, repitiendo como una letanía: ¡Es mi hijo! ¡Es mi hijo! ¡No... quiero! ¡Mi hijo! ¡Lo quiero tanto! ¡Tanto!
Quizá si nunca te hubiese conocido, me hubiese resultado fácil juzgar, equivocarme y no entender a aquella señora. Sin embargo, gracias a ti comprendí que tras sus palabras duras, esa mujer amaba tanto a su hijo que no lo quería como era. De hecho, lo había empezado a querer más no aceptando lo que tenía y, al mismo tiempo, sentía que debía esforzarse por quererlo como era. ¿Complicado? No, para ti no; tú siempre lo tuviste claro, tanto como las canciones de "tu Fito".
Y es que tú, mi estimada, lograste que comprendiera un poquito de algo que nunca experimentaré: ¡ser Madre!; esa condición que tú resumías en que "te llegara" tener "una panza llena de estrías" y unas "tetas que se te cuelgan hasta el ombligo"; además, en ser capaz de pasar el día "corriendo de aquí para allá", oronda, "con ojeras como platos" y tener ganas de sonreír... Por eso, tú lograste convencerme de que era posible tener un metro y medio de estatura y ser valiente y aguerrida como la que más; tú pudiste enseñarme que "ser prioridad" era nada más que "saber aceptar" (a golpe de dolor quizás), pero aceptar sin cuestionar; pues en tu caso, cuánto más débil, torpe e indefenso era él, más lo animabas, más creías en él, y más lo veías "con esperanza". Y es que lo querías (y lo quieres) con un amor loco; ese que te quema por dentro, aunque también te consume, porque es amor al fin, y además, porque a veces de eso se trata, ¿no?
Hoy que te recuerdo, te entiendo más: Por eso para ti siempre fue tan sencillo decidir "lo mejor". No importaba que eso significaba trabajar de sol a sol, andar a veces como una loca por la calle, imaginar que "el bienestar" estaba siempre a la vuelta de la esquina, y sobre todo, ponerlos, a él y a ella, "por default", antes que tú y tus necesidades... Por eso, nunca te importaron los insultos y los malos tratos, ni siquiera de los tuyos, no te interesó que ellos cuestionaran tus decisiones y tus posibilidades; por eso no cediste a los reclamos para que regresaras con quien "debía ser"; pues en realidad ellos no te entendían y por eso se permitieron ser crueles. Sin embargo, aún cuando eso, nunca se atrevieron a cuestionar tu maternidad.
Así pues, mi estimada, hoy, segundo día de mayo, no te saludé; me acobardé. Sentí que es un derecho que perdí, y entiendo que quizás es mejor para todos. De todas formas, hoy como siempre, pedí por ti y por él y por ella... Como decías, viniste "en paquete" y en paquete te marchaste. Viniste a enseñarme y créeme, ¡lo supiste hacer!
Hoy escribí esto; fue pensando en lo que aprendí contigo, Narnette:
"Y Dios creó a la mujer, y vio que era bueno.
Y la mujer se convirtió en madre.... Y Dios sonrió."
Y la mujer se convirtió en madre.... Y Dios sonrió."
(Es para ti. ¡Que estés bien!)
Y, como para tus hijos eres una madre "bien padre": ¡Feliz día!
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