"La soledad es una ingrata a la que se le va agarrando el gusto, con un alto riesgo de parar completamente enamorado de ella..." (Ricardo Arjona)
Así fue como llegué a María Fernanda Heredia, escritora ecuatoriana, autora del "El club limonada", "Hola, Andrés, soy María otra vez", "Hay palabras que los peces no entienden" y otras obras que saben combinar la frescura, el desenfado y la ironía con sutiles toques de dramatismo. Encontré además que, casi invariablemente para los personajes de sus obras, Ricardo Arjona, el cantautor caribeño, resulta más huachafo e insufrible que alguno de esos parlanchines que suben a los ómnibus para contarnos (o cantarnos) sus "miserias" a cambio de monedas.
Quizás fue el rezago de un enamoramiento antiguo o mejor dicho un homenaje a su memoria, que lamentara, mientras leía sus obras de Heredia, su falta de entusiasmo por el guatemalteco; sin embargo, debo reconocer que hoy terminé por ceder. Le di la razón y me dije: ¡es cierto! ¡qué estupidez más grande eso de agarrarle el gusto a la soledad a riesgo de enamorarse de ella, solo por ser tan cobarde de no poder soportarse a uno mismo!
Quizás fue el rezago de un enamoramiento antiguo o mejor dicho un homenaje a su memoria, que lamentara, mientras leía sus obras de Heredia, su falta de entusiasmo por el guatemalteco; sin embargo, debo reconocer que hoy terminé por ceder. Le di la razón y me dije: ¡es cierto! ¡qué estupidez más grande eso de agarrarle el gusto a la soledad a riesgo de enamorarse de ella, solo por ser tan cobarde de no poder soportarse a uno mismo!
¡Porque hoy te sentí! Lo confieso; te sentí, soledad; gritando desde dentro: ¡Estoy aquí!, ¿no me ves? Estoy en ti y quiero que resientas el hecho de querer hablar con alguien, que te queme las angustia de sentir ese alguien al lado, que te atenace la necesidad de descansar tus ojos en otros y te mueras de ganas de ya no ser más ese que no eres tú...
Y es que tú, soledad, me conoces, pero no me amas. Y aún, si así fuera, cual niña mala, tu mayor travesura es mostrar tu lado oscuro, afilado y puro.
Curiosamente, fue una joven que vive encerrada en un tópico, quien al pedirle una medicina para el dolor de cabeza, de tan solo mirarme supo entender lo que realmente me aquejaba:
-Lo sé, es feo, este fin de semana lo sentí. Sentí qué es no tener una pareja...
-¿Una pareja? No quiero una pareja,... solo quiero compañía... Nadie quiere...
-Malo, malo.... Tiene mucha carga... Por eso se espantan... Las mujeres no lo vemos así. En realidad somos egoístas... Decimos que no pero sí, pero en realidad, deseamos compromiso, tener algo seguro...
- Pero solo quiero salir, tomar un café... conversar...
- Es no funciona así; está desesperándose; hasta si yo le dijera: ¡Ya, salimos!, seguro que diría que sí...
- ¿Y, salimos? La invito.
Nota al pie: Curiosamente, Cleo; tú, que sin querer me introdujiste al "Club limonada", has sido también, sin saberlo, quien me ha hecho no solo renegar de las baladas del buen Arjona, sino la que con una delicadeza enorme al decirme que no, has logrado que hoy me diera de narices con mi vieja amiga, la soledad.
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