Habíamos podido conversar otra vez, habíamos podido compartir "ese algo" que nos unía: la música. Gracias a ello, encontramos sin querer "la canción" que se convirtió en el fondo musical de nuestra última despedida.
Aún ahora me pregunto, ¿por qué corriste? ¿qué razón había para hacerlo?
-1-
Abrí la cajita y encontré muchas de las cosas que te había dado; algunas no sabía cuándo. Al mirarlas una por una comprendí que las habías sacramentado; respiré y mi molestia pasó. Reconozco que al principio me incomodé, creí que lo que hiciste fue un arrebato, una forma burda de decir "no quiero
saber nada de ti". Luego, me di cuenta que me habia equivocado contigo, ¡otra vez!
Fue cuando encontré tu nota.. Gracias a ella entendí mejor lo que querías: No habías tenido opción; no pudiste
deshacerte de esas cosas... Cerré mis ojos y percibí que muchos de los objetos aún respiraban nuestra
ilusión fallida.
(Te cuento, mi estimada, que yo tampoco pude completar la tarea, rompí algunas de pura cólera, pero luego, sencillamente no tuve fuerzas.)
-2-
Nunca imaginé lo que sucedió ese día, como tampoco lo que pasó en las semanas anteriores, cuando aparentemente habíamos encontrado una manera de relacionarnos en el entendido de que "estabas mejor sin mí". Así, tras cinco meses y 24 días de oírte decir "olvídame" de tantas formas; aquel día, me pediste retomar, arriesgar y, lo más duro, al hacerlo, te expusiste, ¡y de qué manera! ¡Cuán doloroso resultó decirte que no te entendía y peor aún, no saber cómo explicarte que tu propuesta llegaba en el peor momento para mí! Solo atiné a describir lo que me pasaba diciendo que estaba con "poquita fe". Esa fue mi estúpida manera de explicarte que no sabía cómo avanzar, que me sentía dolido, desgastado, sin deseos de apostar por nadie; tan lleno de vacío y desesperanza que tenía cientos de sinrazones para
seguir con mi vida tal cual; todo eso junto y enredado.
Es que durante los meses que anduvimos separados no tuve mejor idea que hacer un repaso por mi vida. Miré hacia atrás y créeme, ¡no fue lo mejor! Encontré que habían sido muy pocas las ocasiones en que había podido arriesgar... En la mayoría, habían sido las circunstancias las que me orillaron a hacerlo. Y, en algunas pocas, había sido mi maldito "sentido del deber" que fue más fuerte que mi querer. Encontré que había sido débil y por eso, mi "poquita fe" se reveló en el fondo y descubrió, no solo falta de amor y de cuidado por mí mismo, sino una grave pregunta: ¿Cómo podía arriesgarme a amar si yo mismo no terminaba de amarme?
-3-
Escribí esto a la distancia, después de una semana, tiempo que se me hizo una eternidad. Escribí después de seguir pensándote, ofreciéndote y, aceptando con frialdad, que estabas realmente mejor sin mí... Ya lo decías, yo no valía la pena.
Escribí, y a lo lejos te veía, deseable, diferente a mí, y aún así, inalcanzable.
Escribí, y a lo lejos te veía, deseable, diferente a mí, y aún así, inalcanzable.
Por eso ahora, escribo sin ganas, sin el corazón en boca (como antes), sin emociones, sin lágrimas Veo mis dedos moverse con parsimonia por el teclado y en éste, mi remedo de "paz" (que no tengo), te escribo con el único ánimo de hilvanar mis ideas antes que me dejen y pueda llenar los espacios de una pantalla en blanco... Por eso, al hacerlo, siento nuevamente cuánto pesa mi vacío, cuánto me cuesta considerar opciones y, más todavía, cuán complicado me resultó contagiarme de tu optimismo: haber podido mirar a través de tus bellos ojos, tratar de no ser yo y, con todas las posibilidades en contra, haber sido capaz levantar el brazo y rozar con los dedos en el aire, "ver" el futuro y decir: "Sé que lo voy a lograr, ¡lo siento!, ¡casi lo puedo tocar!" Tú lo hiciste, ¿recuerdas?
-4-
Hoy sigues en mi mente, recuerdo tu rostro: siento tu mirada, escucho tus palabras, veo tu sonrisa tal como cuando me hablaste ese día; cuando, ingenua, te acercaste y tomaste con tu mano la mía, y ofreciste todo...
Hoy, ya no imagino ni deseo algo más. No sé cómo ni por qué, pero el vacío en mi vida es tan grande, que no ha espacio para nada.
Hoy sigo extrañándote y reconozco que te necesito, y si te lo digo, es porque es así.... Sin embargo, perdóname, querida; creo que nunca aprendí de qué forma podía asumir tamañas decisiones sintiendo como ahora, que no puedo creer en mí y no siento la seguridad que deseo...
Hoy te pienso para tratar de no pensarte, pues todo es distinto, más aún cuando tengo la necesidad enorme de que alguien tome mi mano, me guíe, me sostenga, me dé calor.
Hoy, ya no creo que el amor sea como el oxígeno; en todo caso, querida, ¿será que ya no sé cómo respirar?
Hoy sigues en mi mente, recuerdo tu rostro: siento tu mirada, escucho tus palabras, veo tu sonrisa tal como cuando me hablaste ese día; cuando, ingenua, te acercaste y tomaste con tu mano la mía, y ofreciste todo...
Hoy, ya no imagino ni deseo algo más. No sé cómo ni por qué, pero el vacío en mi vida es tan grande, que no ha espacio para nada.
Hoy sigo extrañándote y reconozco que te necesito, y si te lo digo, es porque es así.... Sin embargo, perdóname, querida; creo que nunca aprendí de qué forma podía asumir tamañas decisiones sintiendo como ahora, que no puedo creer en mí y no siento la seguridad que deseo...
Hoy te pienso para tratar de no pensarte, pues todo es distinto, más aún cuando tengo la necesidad enorme de que alguien tome mi mano, me guíe, me sostenga, me dé calor.
Hoy, ya no creo que el amor sea como el oxígeno; en todo caso, querida, ¿será que ya no sé cómo respirar?
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